Reconocer el error, primer paso para corregirlo: Occidente admite su fracaso con el empleo
Cumplidos casi seis años desde el inicio de una crisis de origen financiero, las evidencias sobre el efecto devastador que ha tenido en la economía real y el empleo son tan evidentes que han forzado a los líderes mundiales a entonar el 'mea culpa'.
El primer paso para corregir un error es reconocerlo. Los ministros de Economía y Finanzas de las grandes potencias mundiales, reunidos el pasado fin de semana en el G-20, empiezan a admitir que lo hecho hasta ahora no sirve para lograr uno de los objetivos clave de la política económica: el crecimiento, la creación de empleo y la consecución del bienestar social e individual.
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"Yo creo que se ha constatado un cierto fracaso. El G-20 nació hace cinco años muy centrado en la crisis financiera, que entonces estaba en su momento más caliente", señalaba el ministro de Economía español Luis de Guindos en una conferencia de prensa en Moscú, donde ha celebrado las reuniones este grupo formado por las grandes economías y los países emergentes.
"Ahora se pone de manifiesto que no se ha avanzado en la recuperación del crecimiento económico y fundamentalmente del empleo, y es ahí donde nadie puede estar satisfecho, y España ha sido uno de los países más golpeados", pues desde 2008 ha más que triplicado su tasa de desempleo, agregó el ministro. En su autocrítica, el G-20 concluye que sus políticas sí han tenido éxito en estabilizar los mercados financieros aunque no hace mención a los problemas que está habiendo en algunos países para que fluya de nuevo el crédito, como en España, por ejemplo.
Ahora, una vez reconocido el error sobre una materia tan trascendente, ¿qué se puede hacer? ¿Cómo se puede estimular el crecimiento si no existe decisión de aplicar políticas de estimulo que impliquen más generación de déficit y deuda, al menos en Europa, y cuando Estados Unidos está retirando su política montería para estimular la actividad?
El G20 quiere dar prioridad al crecimiento frente a la austeridad pero propone una inconcreta medicina que tampoco suena muy diferente a la anterior. Se trataría de “una combinación de "una política fiscal, que tiene que reducir el déficit público a un ritmo adecuado, de políticas monetarias y de reformas estructurales".
Con este borrador de agenda de trabajo cocinada para sus líderes del G-20 por sus ministros, los presidentes llegarán a la cumbre de San Petersburgo (Rusia) en septiembre para intentar dar forma a ese mandato e impulsar la creación de empleo, el crecimiento económico y la erradicación de los paraísos fiscales.
"Reforzaremos nuestras acciones políticas y desarrollaremos un plan integral de acción de San Petersburgo para situar la economía global en la senda de un crecimiento más seguro, sólido y equilibrado", reza el comunicado final del G-20 en su habitual jerga técnica, pomposa y ambigua. ¿Se puede deducir algo claro de esa frase? No, cabe cualquier interpretación. No esperen demasiado: cada país y cada bloque económico va a lo suyo.
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