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Las oposiciones donde no hay codazos

Se suele decir que aprobar una oposición es como un premio de la lotería, ya que supone un trabajo para toda la vida, con un sueldo que va aumentado según se van cumpliendo años. Ser funcionario del Estado tiene sus ventajas porque, si no sucede nada raro y el trabajador da la talla, no tendrá que preocuparse por buscar empleo porque la plaza, de facto, es suya.

Estas ventajas, sumadas a una cierta mentalidad conservadora en lo económico y las estrecheces del mercado laboral español, caracterizado por unas retribuciones bajas y precariedad, han provocado que las últimas grandes oposiciones que se han convocado hayan registrado una participación masiva. Tanto es así que unas 120.000 aspirantes se presentaron el sábado 19 de octubre a las oposiciones para intentar conseguir una de las 8.102 plazas de funcionario en la Administración General del Estado, el mayor examen de acceso al empleo público en un solo día, según el Ministerio de Administraciones Públicas.

Curiosamente y al mismo tiempo, en los últimos años hay una cantidad abundante de plazas que no se han cubierto, sobre todo, las de los niveles A1 y A2, que corresponden a los más altos de titulación. Los aspirantes que pueden optar a este tipo de plazas son graduados, licenciados, doctores, ingenieros o arquitectos. En el nivel A1 se integran todas aquellas funciones relacionadas con la gestión, inspección y control. Mientras que el A2 integra la administración de nivel superior.

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Examen. AFP Foto / MARTIN BUREAU / Getty Images
Examen. AFP Foto / MARTIN BUREAU / Getty Images

Pero ¿cuáles son las causas por las que estas plazas no encuentran dueño? ¿Estamos asistiendo a una nueva tendencia en materia laboral? La OCDE señala que España es el tercer país cuyos funcionarios son más viejos. Hace años ser funcionario era una meta, un objetivo a cumplir al que se llegaba con un gran esfuerzo y mucho sacrificio. Ahora, la edad media de los funcionarios oscila los 52 años, confirmando la tendencia de la década de los 80 cuando una oposición se veía como una gran oportunidad.

Hay varios motivos por los que ha descendido el número de opositores, uno de ellos, los salarios. Si hablamos de funcionados A1 y B1 nos referimos a personas altamente cualificadas, muy preparadas y que desempeñan cargos de mucha responsabilidad, pero si eso lo trasladamos a la empresa privada se traduce a una gran diferencia de salarios. Lo público está peor pagado, un funcionario de carrera, a lo largo de los años puede cobrar unos 3.000 euros, mientras que las grandes corporaciones superan esos sueldos, para cargos de esos niveles, casi sin pestañear.

Pese a los inconvenientes, los empleados públicos gozan de muchas ventajas: la estabilidad, la capacidad de promocionar internamente y la flexibilidad, entre otras. En estos momentos, la función pública ofrece una gran amalgama de posibilidades porque hay 13 cuerpos que están sin cubrir y otros 22 donde no se cubren ni el 80% de las plazas.

Esto deja en el aire muchos empleos potenciales, muchas oportunidades de desarrollar una carrera en la función pública en puestos muy atractivos a los que solo es posible llegar de esta manera, por ejemplo, a la administración civil del Estado. Los TAC, los altos cargos ministeriales que están solo por debajo de los puestos de confianza, son una opción muy interesante con una gran capacidad operativa y de aportar cosas y, en estos momentos, solo están cubiertos en un 65% de su capacidad.

También hay muchas plazas para inspectores de hacienda y para puestos de ingenieros aeronáuticos, navales, o de minas. En un momento en el que el paro ha subido a niveles del año 2012, superando la barrera de los tres millones, una oposición es una opción muy atractiva.

Quizá si se mejorasen las condiciones económicas que se ofrecen en las oposiciones, habría ‘talentos’ que se inclinarían por optar por puestos públicos, con lo que tendríamos cada vez mejores gestores en nuestras instituciones. Y quien sabe si mejorando las personas que ocupan puestos directivos públicos, se comenzarían a resolver todos los problemas endémicos de los españoles. Por algún sitio habrá que empezar.