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El jubilado indignado por un impuesto que decidió robar un cuadro de Goya

Las autoridades londinenses junto a los responsables de la prestigiosa National Gallery se alarmaron enormemente cuando el 21 de agosto de 1961, en el momento de abrir el museo, se dieron cuenta que había desaparecido el retrato del Duque de Wellington, pintado por Francisco de Goya en 1812, y que había sido adquirido a un coleccionista privado tres semanas atrás por la cuantiosa suma de 140.00 libras esterlinas (al cambio, hoy en día serían algo más de 2 millones de euros).

Como si de una caprichosa coincidencia del destino se tratara, aquel mismo día era la efeméride del robo de uno de los más importantes cuadros: La Gioconda, que desapareció del Museo de Louvre un 21 de agosto de 1911, justo medio siglo antes.

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De inmediato los responsables de Scotland Yard junto a la interpol se coordinaron para intentar encontrar cuanto antes el valioso cuadro de Goya, llegando a ofrecer una recompensa de 5.000 libras esterlinas a aquella persona que ayudase a recuperarlo.

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Estaban convencidos que el robo había sido perpetrado por auténticos especialistas que habían sabido esquivar todas las medidas de seguridad del museo y sustraerlo con gran sangre fría pocas horas antes de abrir las puertas.

Pero nada más lejos de la realidad. Resulta que el verdadero ladrón del retrato del Duque de Wellington había sido Kempton Bunton, un conductor de autobuses jubilado que se había indignado cuando leyó en la prensa unas semanas antes la bochornosa noticia (para él) de la adquisición del cuadro por parte del museo pero financiado por el gobierno británico con dinero público.

Y es que el bueno del señor Bunton llevaba un tiempo realmente enfadado con la administración desde que un tribunal lo había condenado a pasar trece días en la prisión por negarse a pagar la tasa anual de 4 libras que el gobierno obligaba a abonar como canon televisivo (un impuesto que todos los británicos que poseen un aparato de televisión deben pagar obligatoriamente) y que él creía injusta.

No entendía por qué ver la tele no podía ser gratis (al menos para los jubilados) y le indignaba que el Estado gastase 140.000 libras, de todos los contribuyentes, para comprar un cuadro y más cuando ese retrato ya había sido adquirido por Charles Wrightsman, un coleccionista particular estadounidense que había pujado por él a través de una subasta celebrada en Sotheby’s ,y que quería llevárselo a su país para exponerlo en el Metropolitan Museum of Art (Met) de Nueva York. Las autoridades del Reino Unido no querían que el retrato del Duque de Wellington abandonase suelo británico y recompraron el cuadro a Wrightsman.

Ese fue el motivo por el que Kempton Bunton decidió que debía robar el cuadro para posteriormente pedir un rescate de 140.000 libras y con ese dinero comprar licencias televisivas para todos los jubilados británicos.

Le ayudó a llevar a cabo el robo el enterarse de una manera casual (a través de un indiscreto comentario que había hecho uno de los vigilantes del museo) que a primera hora de la mañana, antes de abrir al público, se desconectaban las alarmas para que las personas encargadas del servicio de limpieza pudiesen acceder a todas las salas de la National Gallery y trabajar tranquilamente.

El plan fue sencillo, a la vez que algo surrealista, pero salió a la perfección: el día antes dejó una ventana del baño entreabierta y al día siguiente, cuando se desconectaron las alarmas, accedió por ella al interior del museo, cogió el cuadro y volvió a salir por donde había entrado… así de sencillo.

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El increíble operativo policial para recuperar la pintura no daba sus frutos, iban pasando los días sin tener noticias y todo hacía pensar que el cuadro había salido del país. El Sr. Bunton envió una carta anónima a la agencia de noticias Reuters diciendo que el retrato pintado por Goya estaba en su poder y pedía el mencionado rescate. No le hicieron demasiado caso (a pesar de dar varias pistas sobre la parte posterior del lienzo) y siguieron investigando otras pistas que recibían de ciudadanos que querían cobrar el rescate de 5.000 libras ofrecido.

El caso fue tan popular que incluso en 1962 se hizo una mención en la película de la saga de James Bond ‘Agente 007 contra el Dr. No’ apareciendo el cuadro en una escena (evidentemente una réplica) y diciendo el famoso agente (interpretado por Sean Connery) ‘Así que estaba aquí’.

Kempton Bunton tuvo el cuadro en su poder durante los siguientes cuatro años y el lugar donde lo tenía escondido era detrás de un armario de su casa. Durante todo ese tiempo mandó varias cartas a algunos medios, siendo la que mantuvo con el Daily Mirror la que ayudó a recuperar la pintura en mayo de 1965, tras depositarla en una consigna de la estación ferroviaria de Birmingham New Street.

Dos meses después, en julio de 1965, Bunton decidía entregarse a la policía y confesar el robo. Se convirtió en un personaje mediático y, a pesar de que el tribunal que lo juzgo tan solo le condenó a una pena menor de tres meses de prisión, muchos fueron los que dudaron de que él fuese verdaderamente el autor, señalando a su hijo John Bunton, pero no encontraron pruebas que lo confirmasen .

Esta acusación quedó como una simple hipótesis, pero medio siglo después (en 2012) la fiscalía británica, tras desclasificar los documentos sobre el caso, pudo demostrar que realmente quien planeó y ejecutó el robo fue John, el hijo de Kempton Bunton, queriendo ayudar a su progenitor en la campaña de protesta por la tasa televisiva.

Sea cual fuere el ladrón, para la memoria colectiva de los británicos Kempton Bunton quedó como un verdadero ‘Robin Hood’ y así pasó a la Historia.

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Fuentes de consulta e imágenes: nickelinthemachine / historytoday / theguardian / Beautiful Idiots and Brilliant Lunatics: A Sideways Look at Twentieth-Century de Rob Baker