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Cuándo es genética la obesidad y por qué

Desde hace ya bastante tiempo, los científicos se preguntan si la obesidad es genética. O más bien, si hay algún componente genético que nos predisponga a una mala dieta, y con ello a la obesidad. Y la respuesta es que sí, sin duda. En determinadas circunstancias, y si se dan los disparadores correctos.

Vaya, que parece que se deja la cuestión sin contestar, pero no es así. En un estudio reciente se demuestra que la obesidad tiene un componente genético, pero que sólo funciona si las personas han sido criadas en un ambiente socio-económico pobre. Vaya, que en el ambiente “correcto” los genes “funcionan”.

Para poder entender las conclusiones del estudio, es necesario saber cómo se ha realizado. Los investigadores analizaron los datos de dietas de 200 niñas – la razón por la que eran sólo féminas luego la explicaremos – que sus padres se encargaban de recoger en un diario. En todos los casos, eran los menús que las pequeñas pedían. Las pequeñas, porque la edad media de las involucradas en el estudio era de cuatro años.

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Además de estos datos de alimentación, los científicos recogían muestras para analizar la presencia de un alelo genético – una variante concreta de un gen – denominado “DRD4 VNTR con siete repeticiones”. Esta variante se sabe que está relacionada con la obesidad, y los investigadores querían comprobar si modifica el comportamiento para que las personas que la tienen prefieran dietas ricas en grasas.

Y así es. Las niñas con DRD4 – vamos a llamarlo así para acortar – preferían una dieta muy rica en grasas y lípidos. Pero sólo si provenían de un ambiente socio-económico bajo. Si en su entorno la disponibilidad de frutas y verduras frescas es baja, y en cambio la comida rápida está al alcance de cualquiera, las niñas con este alelo tienden a preferir comidas más grasas.

Existe una gran diferencia si tenemos en cuenta el gen. Es decir, niñas criadas en el mismo ambiente pero que no son portadoras del DRD4 preferían una dieta más equilibrada, con menor presencia de grasas. Y curiosamente, las niñas portadoras del DRD4 criadas en ambientes más favorecidos mostraban el comportamiento contrario. Pedían comidas con menos grasas que otras niñas de su mismo nivel socio-económico.

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Puesto de manera sencilla, y a modo de resumen: si el gen está presente, y los recursos al alcance no son buenos, las mujeres tienen tendencia a acumular grasas. Pero si la oferta alimenticia es amplia, procuran evitarla.

La explicación parece ser evolutiva. Hay que pensar que no dejamos de ser animales, por mucho que vivamos alejados de la naturaleza. Y si los recursos son escasos o inapropiados, es normal que las mujeres procuren acumular reservas de energía para momentos como la reproducción o la lactancia.

Esto también explica por qué en niños no funciona igual, algo que los investigadores también detectaron. En varones, este gen no tiene apenas influencia, independientemente del nivel socio-económico. Porque la estrategia reproductiva es completamente distinta.