Qué es el ‘hambre emocional’ y cómo combatirla
Son muchas las emociones que hemos sentido en el último año: soledad, tristeza, aburrimiento, enfado, estrés… Emociones que pueden desencadenar un impulso irresistible de comer: el famoso ‘hambre emocional’.
La pandemia ha cambiado nuestras vidas en muchos aspectos, y nuestros hábitos alimenticios no podían ser menos. Desde mediados de junio del año pasado, cuando concluyó el primer estado de alarma y se declaró la ansiada ‘nueva normalidad’, las consultas sobre dietética y nutrición crecieron un 28,1%. Está claro que la preocupación de los españoles por su salud nutricional se ha incrementado a raíz de los nuevos hábitos socio-laborales.
El teletrabajo se ha generalizado en algunas profesiones, algo que unido a los confinamientos temporales, los toques de queda y el aumento de los contagios se ha traducido en un mayor sedentarismo. Muchas personas que antes pasaban el día fuera de casa no tienen ahora tantas ocasiones de salir.
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Además, pasar más tiempo en casa puede causar que caigamos en malos hábitos alimenticios. Tenemos la nevera siempre al lado, por lo que es extremadamente fácil comer de más. También hay quienes se han vuelto auténticos fans del delivery en los últimos meses.
Una de las características principales de este ‘hambre emocional’ es que no puede ser saciada con frutas o verduras. Lo que normalmente nos pide el cuerpo son alimentos ricos en grasas y azúcares: bollería industrial, patatas fritas, pizza, helados…, puesto que generan serotonina y otras hormonas relacionadas con el placer. En definitiva: buscamos recompensas en momentos difíciles a través de la comida. Pero, a la larga, esto puede ocasionar severos problemas de salud.
Aprender a detectar el hambre emocional es clave
Sin embargo, pasar más tiempo en casa también puede jugar a nuestro favor, al tener más tiempo para preparar comidas más saludables y elaboradas. Lo importante es saber que se trata de una necesidad creada por la mente y no por el cuerpo.
El hambre emocional suele aparecer de forma repentina y no deriva en sensación de saciedad aunque hayamos comido una cantidad elevada de comida. Se come de forma inconsciente, sin pensar ni saborear. Además, es habitual que después aparezca un sentimiento de culpa.
Consejos de los expertos
Para ello, los nutricionistas recomiendan adoptar varios hábitos clave:
Beber agua es el primero, ya que es habitual confundir la sed con el hambre.
El segundo es descansar, puesto que no dormir lo suficiente afecta mucho a las hormonas que regulan el apetito.
Y el más importante: no comprar alimentos ricos en azúcar. Si no los tenemos en casa, es más difícil caer en la tentación. Hay miles de sustitutos saludables que podemos encontrar, tanto alimentos preparados como recetas caseras.
En cualquier caso, si este problema se agrava, lo mejor es acudir a un profesional de la psiconutrición, que pueda ayudarnos a tratar las emociones que el paciente siente y mitigarlas por otras vías que no sean la comida.
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