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El alto riesgo de emprender por necesidad

La pandemia ha llevado a muchas personas a montar su propio negocios propio para salir a flote. Este concepto, conocido como “emprendimiento por necesidad” es una de las consecuencias más comunes de las crisis económicas.

Según los datos del informe Global Entrepreneurship Monitor (GEM) en España, el emprendimiento por necesidad creció del 15 al 25% durante los años de la crisis (2009 y 2010). Alcanzó su pico máximo en el 2014, cuando rozó el 30% y volvió a bajar hasta el 22% en el 2018. Aunque todavía es pronto para conocer las cifras de crecimiento totales durante la pandemia, está claro que estamos ante una segunda oleada de este fenómeno.

El conocido “emprendimiento por necesidad” es una de las consecuencias más comunes de las crisis económicas. Getty Creative.
El conocido “emprendimiento por necesidad” es una de las consecuencias más comunes de las crisis económicas. Getty Creative.

Barcelona Activa, oficina de desarrollo local del ayuntamiento, ha empezado a recibir numerosas solicitudes de interesados. La mayoría presentan proyectos relacionados con las nuevas tecnologías o la consultoría, y hay una notable ausencia de planes de emprendimiento de sectores tradicionales, los más afectados por la pandemia. Son muchos los trabajadores que ya se habían planteado emprender antes, pero nunca habían tenido la oportunidad o no se atrevían a dar el paso. Se trata de perfiles profesionales que han reconocido la importancia de reciclarse durante la pandemia para poder sortear los dañinos efectos económicos del coronavirus.

Las dos caras del emprendimiento

El motivo del emprendimiento por necesidad no es otro que la falta de trabajo, aunque también influyen las inquietudes de cada persona. Según la encuesta GEM 2018 y 2019, los motivos principales para emprender eran cuatro: “crear una riqueza o una renta muy alta”, “marcar una diferencia en el mundo”, ganarse la vida porque el trabajo escasea” y “continuar una tradición familiar”. En el caso del emprendimiento por necesidad, está claro que el objetivo principal es hacer frente a la escasez de ofertas laborales de los periodos de crisis.

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Los beneficios de “ser tu propio jefe” son ampliamente conocidos. El empresario ingresa todo lo que su empresa genera, además de tener poder de decisión en todos los ámbitos y de flexibilidad horaria. Este último punto es especialmente importante, ya que posibilita una mejor conciliación entre vida laboral y personal, además de trabajar durante sus horas de mayor productividad. Además, crear un negocio desde cero siempre produce la satisfacción de haber aportado algo novedoso a la sociedad y ser reconocido por ello.

Sin embargo, esta visión es algo utópica. Los riesgos de empezar un negocio por cuenta propia son muchos, como asumir deudas y una carga de trabajo superior a nuestras capacidades y, por supuesto, el fracaso. Emprender, no es “tan bonito como lo pintan” algunos, sino que requiere de mucha fuerza mental para hacer frente a los momentos de estrés y al rechazo. Además, es necesario tener cierto nivel de conocimiento sobre economía y Derecho, para evitar cualquier tipo de problemas legales.

De acuerdo con datos del INE, el riesgo de desaparición de los negocios de nueva creación es de cerca del 30% a los tres años de su nacimiento y del 60% cinco años después. Eso sí, no distingue entre e emprendedores por necesidad y por oportunidad.

Aun así, todo apunta a que las iniciativas motivadas por la necesidad son las que presentan menores índices de supervivencia, puesto que quienes las empiezan suelen tener una visión más ‘provisional’. Es decir, en lugar de emprender para hacer realidad sus sueños, lo hacen como una forma de adaptarse a unas circunstancias adversas, con intenciones de volver a trabajar por cuenta ajena cuando el mercado presente una mayor estabilidad.

Sea como sea, es evidente que una de las claves para emprender es acudir a una entidad orientadora, ya que el conocimiento de personas con experiencia previa nos facilitará la introducción en este complicado mundo. Pero al conocimiento hay que sumarle actitudes esenciales, sobre todo, mucho coraje, mucha dedicación y mucha perseverancia.

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