Amor, no puedo ayudarte
Hace algunos años tuve un novio con muchos problemas emocionales. No sabíamos qué tan profundas eran las heridas de su pasado hasta que estuvimos juntos. La convivencia diaria y la confrontación fueron revelándole situaciones y preguntas que no había vislumbrado. En un punto de la relación me pidió que nos separáramos; me dijo que necesitaba estar solo para resolver sus problemas, que lo entendiera, que le diera un tiempo, que no era falta de amor. Yo lo tomé muy mal e insistí en que siguiéramos juntos. Más aún: que yo podía ayudarle a resolver sus problemas.
Después de que ese episodio, la relación no duró más de un mes. Hoy entiendo que fue un error haber insistido en ayudarlo (por algo los psicólogos se rehúsan a tratar a sus amigos o familiares). Como pareja, estamos demasiado involucrados para ser realmente útiles, excepto como personas reales con reacciones tangibles. Definitivamente, el rol de ayudante debe ser asumido por otra persona.
Quien pide ayuda se coloca en una posición de vulnerabilidad, pone al descubierto su fragilidad y sus dudas, de ahí que necesite alguien que no utilice esta situación a su favor. La pareja no es esa persona, hay tantos afectos involucrados que a veces la situación se enreda más. El terapeuta, en cambio, es alguien tan ajeno que no tiene ningún interés en usar la información de su paciente más que para ayudarlo a mejorar.
La negativa de mi ex novio podría haber tenido otro trasfondo. Yo le insistía que resolviera sus problemas porque de otra manera no podíamos formar una pareja ni proyectarnos en el futuro. Pero ahora pienso que tal vez no quería resolverlos, y no se puede ayudar a alguien a fuerzas. No tienen que ver la buena voluntad o la habilidad para persuadir, la persona tiene que sentirse realmente motivada. Y... bueno, claramente yo no era la persona que iba a despertar esa motivación en él.
Hoy entiendo que ni la madurez ni las buenas intenciones son garantía de que nuestra ayuda servirá de algo. Porque si el progreso del otro representa una ganacia para uno, entonces, quizás de manera inconsciente, estamos ejerciendo presión y evitamos que la pareja tome sus decisiones libremente porque éstas podrían afectarnos.
Si en algo podemos ayudar a nuestra pareja es siendo interlocutores sin prejuicios, es decir, ser como realmente somos, mostrar nuestras reacciones tal y como vienen, de manera que el otro se enfrente a una situación real en su proceso de sanación. Desafortunadamente, en su afán de ayudar, hay quien termina por negarse a sí mismo o por decir a todo que sí.
Me parece que la mejor manera de apoyar a nuestra pareja es animándolo a tomar una terapia en la que reciba la empatía, las habilidades, las interpretaciones y las explicaciones que necesita. Pero ninguna terapia sirve de mucho si hacen lo que yo hice con mi ex: separarse (a menos que sea una situación límite, claro está). Las experiencias más allá del consultorio del terapeuta son el terreno donde uno verifica sus reacciones y pone en práctica los aprendizajes. La pareja, los hijos, los amigos, los hermanos, los compañeros de trabajo, el jefe... las personas reales son necesarias para sanar. A través de sus reacciones es que uno puede examinar su comportamiento y comprender mejor los eventos de su existencia.
Yo estaba equivocada. Ahora entiendo lo importante que es ser humilde ante el dolor de los demás, sobre todo el de la persona que amamos. Pensar que nuestro amor puede "curarlo" es vivir en una fantasía que complica el proceso del otro. Si acaso, podemos acompañarlo en su travesía, pero a sabiendas que nosotros también vamos a volver transformados.
¿Has pasado por algo así? ¿Hasta dónde podemos ayudar a nuestra pareja?
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