Yahoo Finanzas Argentina no quiere que sus ciudadanos coman tomate
El tomate es uno de los elementos básicos de toda dieta sana y equilibrada. Es rico en vitamina A,C y E. También fotoquímicos, entre ellos el licopeno, un pigmento que le proporciona su característico color rojizo y que ayuda al correcto funcionamiento del organismo humano. Además, es bajo en calorías e hidratos de carbono, y es una excelente fuente de fibra.
Sin embargo, durante los próximos meses ésta sana hortaliza desaparecerá de los platos de muchos hogares argentinos. El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ha pedido a sus ciudadanos que reduzcan al mínimo el consumo de tomate ante la escasez que vive el país.
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“Por motivos estacionales, que implican una rotación de las zonas de cultivo, se informa a la población sobre una posible escasez de tomate. Por un lapso aproximado de 70 días, se sugiere el consumo de productos alternativos”, pedía hace unos días la secretaría de Comercio y la Corporación del Mercado Central de Buenos Aires.
Después de los problemas de escasez del trigo que elevó los precios del pan semanas atrás -que llegó a superar los tres euros-, ahora le ha tocado el turno al tomate. El precio mayorista del cajón de la roja hortaliza ha aumentado un 100% durante el último mes.
La Cámara Argentina de la Pequeña y Mediana Empresa (CAME) asegura que disparando el precio del kilo en la venta al por menor ha crecido de los 8 hasta los 18 pesos argentinos (casi 2,5 euros). Y la cifra puede continuar aumentando: en el año 2012, también por causas estacionales, llegó a pagarse 25 pesos el kilo, casi 3,5 euros.
Problemas climatológicos
El Gobierno argentino le echa la culpa al clima de la escasez de tomates, la hortaliza a la cual se le dedica la mayor superficie en producción. Pese a todo, hacia el final del invierno y el comienzo de la primavera siempre hay falta de producto, que en ocasiones se importa de Brasil, Uruguay, Paraguay o Chile.
En Argentina hay 25.000 hectáreas de siembra de tomate y la producción media de los últimos diez años es de 900.000 toneladas, de las que entre el 40% y el 50% se destina al consumo fresco y el 35% a la industria procesadora y conservera.
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