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Pareja: ¿crisis o final?

Hay momentos en que la situación parece terminal. Esos en lo que todo se resquebraja, por las hendiduras solo brota dolor y bronca, y la sensación de que la relación ya no da para más se convierte casi en una certeza.

El diálogo es fundamental - iStockphoto
El diálogo es fundamental - iStockphoto

Sin embargo, sumergidos en la vorágine emocional que producen estas etapas de la relación de pareja nuestro juicio no está en condiciones, normalmente, de discernir con claridad si esa "sensación de certeza" se ajusta a la verdad o no.

La forma en que cada integrante de la pareja afronta ese período responde a factores relacionados con cada individuo, como la madurez emocional, la capacidad de lidiar con los conflictos, el tipo y duración de la relación, y las redes de contención emocional de que se disponga.

Está claro que cuantos más factores externos (como hijos, dinero, etcétera) nos impulsen a tener miedo del cambio, menos aceptaremos que la relación llegó a su fin. Tanto si el vínculo puede continuar como si no, la aceptación juega un papel fundamental a la hora de decidir.

La psicología sugiere que llegar a comprender, aceptar y decidir sobre el fin o no de un vínculo amoroso requiere de un arduo trabajo conjunto. Hablar mucho, pensarse de a dos, escucharse, es fundamental. Si en cambio nos quedamos sumergidos en el soliloquio, y solo suponemos lo que el otro percibe y siente lo más probable es que cometamos errores.

En la publicación Eroski Consumer, sobre salud y psicología, he encontrado un listado de sugerencias para fortalecer la pareja que me ha parecido muy concienzuda.

  • Aceptar que nuestra vida es enteramente responsabilidad nuestra. No esperemos que el otro miembro de la pareja nos haga feliz. Nuestra felicidad depende, sobre todo, de nosotros mismos. No nos engañemos.

  • Saber que no tenemos que resolver la vida de la otra persona, buscándole soluciones, dándole consejos y marcándole las pautas de cómo debe vivir su vida.

  • Aprender a escuchar. Para ello debemos dejar lo que estamos haciendo, vaciarnos de otros pensamientos que distraigan nuestra atención e intentar colocarnos en su lugar para entender cómo se siente.

  • Aprender a dialogar. Nuestra opinión, forma de entender y de aprehender la realidad no son la verdad absoluta, sino sólo la nuestra.

  • Aprender a consensuar. Lo mío y lo tuyo han de ser tenidos en cuenta y debatidos para poder llegar a definir "lo nuestro".

  • Aprender a compartir. Darse el uno al otro: preguntar cómo se encuentra, qué le incomoda, qué quiere y desea.

  • Aprender a pedir. Mostrar nuestra vulnerabilidad es la mejor muestra de amor, ya que no se la enseñamos a cualquiera.

  • Dedicar tiempo específico para la pareja.

  • Compartir hobbies, tiempos lúdicos, fantasías e ilusiones, al igual que acompañar en los momentos tristes, duros y penosos.

  • Compartir la economía. Forma parte de la relación de pareja.

  • Aprender a utilizar los conflictos y las crisis, para aprender más de nosotros mismos, ver qué necesitamos y cuál es el dolor que suscitamos en nuestra pareja. Que sean trampolín de desarrollo y no de estancamiento que no lleva a ninguna parte. Hablemos cuanto sea necesario, para que el problema no quede enquistado. No hay mayor desastre que el silencio.

  • Mimar con orgullo a la pareja. El sexo, las caricias y el "te quiero" han de decirse, hay que explicitarlos. No valen los sobreentendidos.

En mi propia experiencia -y por aquello de "cuenta tu aldea y contarás el mundo"-, en las relaciones largas la renovación de pactos es fundamental, y necesaria cíclicamente. En las relaciones relativamente nuevas es importante saber qué cosas son negociables y qué cosas no.

En ambos casos, creo yo que cuando se han agotado todas las instancias de diálogo y las diferencias se muestran como irreconciliables, hemos llegado al fin, aunque duela.

¿Tú qué piensas?

Twitter: @aleherren

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