El Pam arrasa el paraíso de Vanuatu
Alice está encerrada en el baño de su hotel. "Tengo la espalda contra la puerta. Estoy escuchando cómo se levanta el techo y estoy aguantando para sobrevivir. Esto no es nada divertido. Todo lo que puedo hacer es pensar en la gente que no tiene cobijo. Va a ser un desastre humanitario horrible. necesitamos vuestra ayuda". La representante de Unicef está asustada y no es para menos, porque fuera ha pasado esto: vientos de más de 270 kilómetro por hora, y contra ellos poco se puede hacer. Menos si los tejados son de paja y si a estas rachas ciclónicas se suman lluvias torrenciales, corrimientos de tierra y la furia del mar. Los 270.000 habitantes de Vanuatu estaban avisados y preparados, pero aún así no han podido evitar el golpe del Pam, un ciclón que no podía tener un nombre más onomatopéyico. Una de las islas más dañadas de este pequeño archipiélago volcánico del sur del pacífico ha sido la capital, Port Vila. Aunque se teme -ha dicho el secretario general de Naciones Unidas- la devastación y generalizada. Con fuerza 5, fuerza máxima, el Pam se ha convertido en uno de los fenómenos atmosféricos más destructivos de la región, comparable solo al supertifón Haiyan que en 2013 golpeó Filipinas dejando más de 6.300 muertos. Australia ya ha ofrecido su ayuda. Su ministra exteriores dice estar muy preocupada por el número de muertos, que algunas fuentes no oficiales cuentan por por decenas. El problema es cómo llegar a Vanuatu si los aeropuertos no están operativos y el mar continúa embravecido.