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Por qué culpar a Mercadona por subir el precio del aceite de girasol no se ajusta a la realidad

Han sido muchos los consumidores que han volcado su indignción contra la subida del precio en redes sociales. (Foto: Getty Images)
Han sido muchos los consumidores que han volcado su indignción contra la subida del precio en redes sociales. (Foto: Getty Images) (Juanmonino via Getty Images)

Comprar una botella de aceite de girasol en Mercadona cuesta hoy más que la semana pasada. También en otras cadenas de supermercados, según han comentado algunos consumidores a través de las redes sociales. ¿La razón directa? La invasión de Rusia a Ucrania. La subida ha generado indignación y acusaciones de especulación por parte de algunos consumidores contra la cadena de supermercados de Juan Roig. Sin embargo, la verdadera razón (o al menos una de ellas) por la que hoy cuesta más el aceite de girasol responde a un principio básico de la economía: la ley de la oferta y la demanda.

Como puede leerse en algunos de los comentarios a quienes, indignados, han señalado en redes sociales que el aceite cuyo precio ha subido la cadena no procede de Ucrania y, además, fue envasado antes del conflicto, el aumento responde a algo tan simple como que a más demanda y menos oferta, el coste del producto en cuestión sube. Esa es la explicación a por qué adquirir una botella de un litro de este aceite cuesta a día de hoy más de dos euros.

Esta misma ley de la oferta y la demanda sirvió en su día para explicar el aumento de los precios de productos relacionados con la pandemia como las mascarillas y los test de antígenos. Precios que se dispararon ante la escasez de producción como respuesta a una demanda desorbitada y que acabaron siendo regulados por el Gobierno. El caso del aceite de girasol no llega a ese nivel de incremento y tiene su base principal en la guerra de Ucrania.

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Por un lado, conviene saber que la mayor parte del aceite de girasol que se compra en España proviene del mercado ucraniano. Un mercado que desde el pasado 24 de febrero, día que comenzó la invasión rusa, está paralizado. Sus refinerías no producen. Solo un día después, desde el medio especializad Olimerca ya advertían de que podría suceder lo que ha acabado sucediendo.

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Además, daban el dato de que España le compra a Ucrania el 60% del aceite de girasol. Un porcentaje que se tradujo en 303.542 toneladas en la campaña de 2020/21. Explicaban también que el último informe Consumo Alimentario elaborado del Ministerio de Agricultura recogía que este tipo de aceite es el segundo más consumido en el país (un 30,1%), por detrás del de oliva. Cabe añadir que los principales consumidores se localizan en la hostelería y la industria alimentaria. De hecho, las conserveras gallegas ya han advertido que están, si la situación sigue como hasta ahora, a menos de un mes de los problemas de desabastecimiento.

Es decir, el precio ha subido porque hay menos oferta por la situación en Ucrania. A eso hay que sumar un aumento inusual de la demanda generado, precisamente, por la guerra que libra uno de los principales países suministradores de aceite de girasol a España. Eso ha empujado a algunos consumidores a hacer acopio ante el temor a las estanterías vacías. Algo similar a lo que ocurrió con el papel higiénico en los primeros compases del confinamiento, pero sin llegar a esos niveles. A su vez, ante el aumento de la demanda y para evitar la falta de stock, algunas cadenas de supermercados decidieron limitar los litros que cada cliente puede llevarse por día.

Una decisión que desde la OCU han lamentado. Desde su punto de vista, esta limitación “genera una creciente alarma entre los consumidores y favorece, por lo tanto, la subida de su precio”, como finalmente ha ocurrido. Además, incidían desde la OCU en su reciente comunicado que el precio del aceite de girasol “viene ya incrementándose notablemente desde el año pasado por circunstancias ajenas a la guerra de Ucrania”.

Porque, aunque la última subida esté relacionada con un conflicto bélico a miles de kilómetros, no es la única causa. La inflación (aumento generalizado de los precios) tiene mucho que ver en los sucesivos incrementos de precios, tanto del aceite de girasol como de otros bienes y productos. En su análisis de lo que está ocurriendo El Confidencial señalaba que en lo que va de año el precio del litro de aceite de girasol se ha incrementado en un 13% y que lleva en alza desde junio. Es más, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha señalado que este alimento es uno de los que más ha subido en los últimos tiempos.

En declaraciones al citado medio, David González, gerente de Tot Snack, ponía el siguiente ejemplo práctico: “El precio del kilo antes estaba a 1,60 euros y ahora te lo ofertan a 3,60. Esto, al final, lo pagarán los consumidores, que podrán acabar pagando hasta un 15% más por una bolsa de patatas fritas”.

Sube el coste de la materia prima, pero, como recordaban a comienzos de semana desde las conserveras gallegas, no es lo único. La inflación afecta a otros muchos aspectos que intervienen en la cadena de producción. La energía, el combustible, los materiales de envasado… Todo eso no hace más que encarecer los costes de producción y distribución. Y si todo sube, al final, advertían, el consumidor acaba notándolo directamente en su bolsillo ya que ese aumento se traslada al precio final que se paga en el supermercado.

Estos días se habla de la subida del precio del aceite de girasol por su relación directa con la guerra en Ucrania, pero el pasado día 5, desde Agropopular advertían que no será el único que suba como consecuencia del conflicto. El precio en origen del aceite de oliva también ha notado un ascenso con respecto a la semana anterior. La razón vuelve a ser la misma. La demanda, comenta Oleoestepa, ha aumentado y se ha dado una subida generalizada en todos los tipos de aceites vegetales. En el caso del de oliva hay que sumar, ademas, la sequía.

Es decir, que tras una subida de precios como la del aceite de girasol, en una cadena de suministros globalizada como la que rige el mundo, la decisión no responde a una sola causa y son muchas las circunstancias que determinan qué sube, cuándo y cuánto. Empezando por la ley básica de que, a más demanda y menos oferta, el producto en cuestión se encarece.

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