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Rubiales, Tebas y el resto juegan con tu pasión y tú te dejas hacer lo que quieren.

¿Tendrá remordimientos algún aficionado? Me refiero a si alguna de las decenas de millones de personas en todo el mundo que estarán pegadas a la pantalla pensará en los muertos. Pero, claro, ¿cómo vamos a comparar la grandeza de un partido de futbol con 7.000 esclavos fallecidos? ¿Cómo nos va a importar que los jugadores estén dando balonazos en un país que ha construido los estadios -y el resto de viviendas e infraestructuras- gracias a miles de vidas perdidas y a someter a otras cientos de miles a concidiones de vida y salario infrahumanas?

Las selecciones de países como el nuestro, pueblos democráticos y respetuosos con los derechos humanos, van a jugar sobre césped en el que está enterrada la memoria de casi 7.000 personas fallecidas por la falta de las mínimas condiciones de seguridad en las obras, migrantes pobres -de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka, a los que se les quitan el pasaporte, la libertad y cualquier consideración de ser humano, según una investigación del periódico británico The Guardian.

El presidente de la FIFA ha dicho que "cuando das trabajo das dignidad y orgullo". Decidme qué dignidad -y qué orgullo- hay en estar hacinados en zulos, secuestrados sin libertad para moverse fuera de las zonas acotadas, con empleadores que en muchos casos dejan de pagarles, con alimentación escasa. La mayoría de los 7.000 fallecidos han muerto por lesiones contundentes debido a caída desde altura, asfixias por ahorcamiento o desnutrición. Organizaciones humanitarias como Amnistía Internacional han denunciado desde hace años las "terribles condiciones de vida de los trabajadores (...) con condiciones de hacinamiento y de falta de higiene y de seguridad (...) sufriendo mentiras sobre el salario y retrasos en los pagos, además de trabajos forzosos.

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Qatar es un país en el que los trabajadores extranjeros están regidos por la kafala, un sistema esclavista en el que los ciudadanos y empresas locales que contratan a extranjeros son prácticamente dueños de esa persona. Sin su permiso, el empleado no puede renunciar al trabajo, ni cambiar de trabajo ni siquiera regresar a su país. El gobierno se desentiende, delegando toda responsabilidad en los empleadores.

¿Sólo importa el fútbol? ¿Por encima de los derechos humanos?

Un aficionado homosexual, por ejemplo, ¿qué sentirá al ver un partido en un estadio en al que él no podría ir, en un país que no podría visitar, porque por su condición sexual acabaría en la cárcel?

Las mujeres. Por cierto. En Qatar no son libres, están sometidas a la voluntad de un hombre, el padre, el hermano o el marido. No hay libertad de expresión, ni de reunión, ni de conciencia. Tampoco derechos sindicales. Y está permitida la tortura.

Los jeques qataríes han comprado un mundial de fútbol a base de sobornos para limpiar su imagen.

¿Sólo importa el fútbol? ¿Por encima de los derechos humanos?

Bueno, sólo importa el dinero. Dinero. Negocio. Bussiness. Eso, para los que mandan. Al aficionado sólo le importa su equipo y en muchos casos no ve más allá. Seguirá comprando camisetas y viendo los partidos. La pasión por el juego y el gol. Y de eso se aprovechan los que seguirán haciendo negocio, incluso de los muertos.

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