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¿Quién tiene el derecho de explotar los recursos de la Luna?

Tras las últimas expediciones y experimentos en la Luna (China ha conseguido alunizar el Chang’e-4 en la cara oculta del satélite) son varias las empresas que empiezan a alzar los ojos hacia el satélite terrestre. Y es que, todo parece indicar, que la Luna podría convertirse en una fuente de recursos muy interesante para extraer algunos materiales como el oro, el platino y ciertos minerales utilizados en aparatos electrónicos y muy escasos en la superficie terrestre, como el titanio.

De hecho, ya en 2013, el investigador chino Ouyang Ziyuan, declaró en la BBC que la Luna “está llena de recursos escasos en la tierra que podrían ser usados sin limitaciones”. Por ejemplo, según explicaba el investigador, los paneles solares podrían operar de forma muchos más eficiente, de tal manera que podría sostener eléctricamente a todo el mundo. Además, la Luna es rica en helio-3, un posible combustible para a la fusión nuclear que “podría resolver la demanda energética humana unos 10.000 años”.

Al igual que China, los japoneses también apuestan por la explotación extraterrestre: la marca japonesa iSpace pretende desarrollar una plataforma de transporte Tierra-Luna y llevar a cabo una ‘exploración polar de agua’ en la Luna.

[También de interés: ‘Quién manda en el mercado petrolero ahora que la OPEP ha perdido peso’]

Cráteres en la superficie de la Luna Foto: Getty
Cráteres en la superficie de la Luna Foto: Getty

Ante esta clara declaración de intenciones, la cuestión es: ¿cuáles son las reglas del juego? ¿quiénes tienen el derecho de explotar o no los recursos? Y, lo que es más importante ¿existe una regulación que pueda evitar el deterioro o incluso la destrucción del cuerpo celeste a manos del ser humano?

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Desde que la NASA comenzara a preparar la llegada del hombre a la luna, el debate ha estado abierto. En 1967, la ONU elaboró un tratado sobre el Espacio exterior, una especie de ‘Carta Magna del espacio’, en el que se prohibía la apropiación nacional del satélite. En 1979, la ONU elaboró un texto más desarrollado sobre la cuestión, conocido como el ‘Acuerdo de la Luna’. En él se estipula que los recursos lunares son patrimonio común de la humanidad por lo que se debía establecer un régimen internacional “para gobernar la explotación de tales recursos”. Tan solo 11 países lo han ratificado, entre los que no se encuentran EEUU, China y Rusia, los principales actores implicados. A esto hay que sumarle la ya conocida dificultad de que se cumplan los tratados internacionales de cualquier índole, sin el compromiso total de las potencias mundiales.

Lejos de apoyarlo, en 2015, Estados Unidos aprobó la ‘Ley de Competitividad de Lanzamientos Espaciales Comerciales’ que reconoce el derecho de sus ciudadanos a poseer cualquier recurso que logren extraer de asteroides. No incluye a la Luna, pero tampoco hay nada que asegure que no puedan hacerlo. En 2017 Luxemburgo hace lo propio.

La voluntad de explorar y hacer dinero está ahí, y los países parecen estar cada vez más dispuestos a ayudar y apoyar a sus empresas en esas intenciones. Lo que queda por ver es si, como defienden los más optimistas, hemos aprendido de nuestros propios errores y los recursos se comercializarán de manera responsable y equitativa para todas las naciones desde el principio. O, como todo indica, se repetirá la historia y acabaremos ‘enfermando’ nuestro satélite, igual que hemos hecho con nuestro planeta, y generando más desigualdad, si cabe, a escala mundial.

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