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Numerosas marcas suspenden sus contratos con Google porque su publicidad termina apareciendo en vídeos racistas de YouTube

Matt Brittin, jefe de Google en Europa, se ha disculpado públicamente con diversas marcas cuyos anuncios han aparecido en contenidos extremistas. Vodafone, la cadena de televisión británica Sky, o un grupo de bancos ingleses han decidido en las últimas jornadas cancelar sus contratos de publicidad con el gigante del buscador porque sus anuncios aparecían en YouTube en vídeos de carácter extremo, como algunos en los que se valoran de manera positivas las ideas del Ku Klux Klan.

El escándalo no solo se ha originado porque las marcas vean su imagen mezclada con la de grupos racistas o supremacistas, sino que también el dinero que estas empresas pagan a Google también sirve para pagar a los creadores de contenido. En YouTube, los usuarios que más éxito tienen reciben una cantidad de dinero de la plataforma como estímulo.

Imagen sacada de un vídeo que denuncia la difusión que tiene el KKK en YouTube (YouTube)
Imagen sacada de un vídeo que denuncia la difusión que tiene el KKK en YouTube (YouTube)

Gigantes de la publicidad como Havas, que gestionan cuentas en Reino Unido de empresas como O2 o Royal Mail también han anunciado la paralización de todas sus acciones comerciales en YouTube hasta que Google les garantice que los anuncios no van a verse en vídeos extremos.

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De momento, Google ha reconocido el problema y se ha disculpado, pero la solución va a tardar en producirse. Brittin, en un discurso pronunciado en la conferencia Advertising Week Europe, que reúne a las grandes marcas y a los expertos de publicidad, ha asegurado que su compañía va a hacer todo lo posible por afinar su sistema de anuncios e impedir en la medida de lo posible que se repita una situación igual.

El problema es que el trabajo es tan complejo que el objetivo es tremendamente complicado. No hay datos oficiales sobre cuántos vídeos hay disponibles en YouTube. A finales de 2015 se subían 300.000 a diario. Cada día se visualizan a nivel mundial miles de millones de horas de vídeos. Y cada día se conectan a la plataforma unos 1.000 millones de personas. Ahora mismo se estima que cada minuto se suben 400 horas de vídeo a la plataforma.

Cuando una compañía contrata una campaña de publicidad con Google, puede saber a qué grupo demográfico quiere llegar (su edad, su nivel socioeconómico, su educación, su lugar de residencia…) pero no puede controlar en qué tipo de vídeos se puede ver, más allá de algunos parámetros genéricos (vídeos de automoción, deportes, belleza…). Pero en estos parámetros no existe la ideología, de ahí que puedan colarse en vídeos racistas.

Ante las quejas de sus principales clientes, Google solo puede afinar su algoritmo y que empiece a tener en cuenta otros factores que parece que no ha tenido en cuenta, pero que pueden ser muy difíciles de identificar. Por ejemplo, si un video racista no ha sido denunciado por muchos usuarios (porque este tipo de vídeos no suelen ser vistos por personas que no sean racistas) es muy difícil que la compañía sepa de su contenido inapropiado.

Además, los grupos extremistas se cuidan mucho de no poner determinadas palabras en el título ni en la descripción. Un vídeo del KKK no suele incluir el nombre del Klan ni tampoco términos como supremacista o blanco, por lo que son muy difíciles de detectar hasta que un ser humano los vea y los valore.

Pero este compromiso de mejora no es suficiente para los políticos ingleses. Yvette Cooper, del Partido Laborista, ha pedido que Google devuelva parte del dinero cobrado a las marcas afectadas porque entiende que con él se ha financiado a grupos que fomentan el odio.

Hasta el momento, marcas como McDonald’s, BBC, L’Oréal, HSBC, Royal Bank of Scotland, Lloyds, The Guardian, Audi o Channel 4 han decidido suspender sus acuerdos con Google hasta que se resuelva el asunto.