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Podemos, el partido que siempre divide y nunca suma

Pablo Iglesias es de los pocos que se mantiene en la dirección de Podemos desde sus inicios. (Photo by Pablo Blazquez Dominguez/Getty Images)
Pablo Iglesias es de los pocos que se mantiene en la dirección de Podemos desde sus inicios. (Photo by Pablo Blazquez Dominguez/Getty Images) (Pablo Blazquez Dominguez via Getty Images)

Mirando algunas de las fotos de los primeros pasos de Podemos tras llega a las instituciones y comparándolas con cualquiera de los últimos días, es más fácil jugar a encontrar las similitudes que las diferencias. Porque en ambas sale Pablo Iglesias y los que han cambiado son todos los demás.

Así es. Podemos no escapa a las recurrentes pugnas internas que viven los partidos políticos españoles. No hay más que ver lo que pasó con la extinta CiU y lo que está sucediendo en Junts. O la purga del PSOE en la que Susana Díaz creyó acabar con la carrera política de Pedro Sánchez. Por no hablar del vaivén de los barones del PP que antes apoyaban a Pablo Casado y que, finalmente, le dieron la patada para recibir con honores a Alberto Núñez Feijóo.

La diferencia es que lo que pasa en estos ejemplos mencionados tiene que ve con CiU, con el PSOE o con el PP. Es el partido el que está en el centro. Y lo que ocurre con Podemos tiene que ver con Pablo Iglesias... Su verdadero líder por mucho que trate de volver a la docencia mientras dirige un podcast incendiario es sobre quien pivota todo.

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Y esa diferencia es la que permite que Díaz haya pasado a ser senadora del PSOE pese a la gran pelea que libró contra Sánchez. Y que otros de sus entonces lugartenientes, como Antonio Hernando, hayan expiado sus culpas para regresar al organigrama socialista con despacho propio en Moncloa.

O que García Egea no solo mantenga su acta de diputado sino que, tras dejar de ser secretario general del PP, el partido le haya dado la presidencia de la Comisión de Seguridad Vial del Congreso con cuyo bonus podrá completar su salario. O que Casado, quien quiso renunciar a su escaño, pudiera despedirse en el congreso que los populares celebraron en Valencia.

Pero en Podemos no ha ocurrido nada de eso. Cojan la foto del primer Vistalegre. Íñigo Errejón fundó un nuevo partido. Carolina Bescansa dimitió de sus cargos en el partido. Luis Alegre hizo lo propio un año antes. Tania González se fue al exilio como eurodiputada aunque abandonó su acta en 2019... Ninguno ha vuelto al partido. Y tan solo Juan Carlos Monedero permanece cercano, o al menos en la órbita, de Pablo Iglesias.

Lo mismo sucedió con Teresa Rodríguez en Andalucía, al margen de cualquier candidatura de concentración.

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O a ninguno se le han reabierto las puertas para regresar. En la formación morada se practica la técnica de la tierra quemada y tras cada disputa interna se arrasa con los perdedores. Nada de conjugar el verbo reconciliar.

Ni siquiera se acercan posturas antes de romperse los puentes. Quien nombró a Yolanda Díaz como su sucesora natural fue Pablo Iglesias. Incluso predijo que sería la próxima presidenta del Gobierno. Pero ahora la vicepresidenta segunda es la enemiga a batir como Iglesias dejó claro la semana pasada. No le gusta cómo se maneja su sucesora, pues a por ella. Y, a todo esto, sin entonar un mea culpa si tan fallida fue su decisión.

Ahora en Podemos parece que la confluencia con Sumar no gusta nada. Y ya se han lanzado incluso mensajes aclamando a la ministra de Igualdad, Irene Montero, al grito de ‘presidenta’ como némesis de Díaz. Un movimiento goloso y polémico, pero con daños colaterales porque neutraliza el papel de la secretaria general del partido, Ione Belarra, otro nombramiento decidido por Iglesias para liderar su partido y que, visto lo visto, también parece haber caído en desgracia. Tal vez acabe saliendo de la foto en un futuro no muy lejano.

En vídeo | Pablo Iglesias: "Un clásico: la izquierda o los comunistas defendiendo la democracia liberal"

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