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Los pepenadores: ¿Recolectores de basura o pilares de la economía circular?

Pepenadores trabajan en el vertedero municipal de Villa Nueva, a 22 km al sur de la Ciudad de Guatemala.  (Photo by JOHAN ORDONEZ/AFP via Getty Image
Pepenadores trabajan en el vertedero municipal de Villa Nueva, a 22 km al sur de la Ciudad de Guatemala. (Photo by JOHAN ORDONEZ/AFP via Getty Images) (JOHAN ORDONEZ via Getty Images)

La palabra “pepenar” proviene del vocablo nahua pepena, que significa escoger, recoger. Por eso en México, Honduras y Nicaragua se le dice pepenadores a las personas que se dedican a recoger y seleccionar desperdicios. En otros países como Chile y Argentina, se les llama cartoneros. En Venezuela se les dice recogelatas.

Así, los pepenadores o cartoneros son colocados en el estrato más bajo de la economía lineal, en la que tomamos de la naturaleza las materias primas para fabricar los productos que se desechan rápidamente. En ese modelo, las ciudades latinoamericanas son grandes productoras de desperdicios que se vierten de manera indiscriminada en enormes rellenos sanitarios.

Las personas con suficientes recursos compran las bebidas enlatadas, calzados, juguetes o artefactos empaquetados en cartón. Los envoltorios plásticos, las cajas de cartón, las botellas vacías aterrizan rápidamente en el basurero. Y muchos de los objetos que adquirimos a un alto precio también terminan en el contenedor cuando decidimos que ha terminado su vida útil.

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Les toca a los pepenadores separar esos residuos para seleccionar lo que pudiera tener un valor comercial. Lo que para la mayoría es sólo basura, para un cartonero es una fuente de ingresos. Ellos separan el aluminio, el cobre, el cartón, el plástico, el tereftalato de polietileno, conocido como PET, y lo venden a las empresas reutilizadoras, que usan esas materias primas para iniciar otro ciclo de producción industrial.

Enormes cantidades de desechos son depositadas a diario en los contenedores de basura, pero también son lanzados en plena calle, en las aceras, plazas, parques y playas. La vida del pepenador es recorrer las comunidades durante horas, tirando de un carrito o pedaleando un triciclo para recoger los desechos. También rebusca en los contenedores dispuestos por los ayuntamientos para facilitar la labor de los camiones de basura.

Algunos se dedican a hurgar en los basureros a cielo abierto, donde se vierten millones de toneladas de desperdicios de manera indiscriminada y con escasas medidas de protección ambiental.

El negocio de la pepena

Hace unos años, la publicación mexicana Líder Empresarial exploró cómo era el sacrificado negocio de la pepena. Lo que mostró fue que pocos se dedican a la pepena porque quieren. Los recogelatas son personas que han sido excluidas del mercado laboral por falta de calificación o por la edad. Según los Recicladores Ecológicos de Aguascalientes (REA) en 2018 habían unas 9.000 personas en la entidad que vivían de la pepena y un 70% eran personas de la tercera edad.

La capacidad de procesamiento de los residuos depende de los recursos con que cuenta cada pepenador. Los que tienen vehículos como camionetas y bicicletas pueden tienen más capacidad de carga que los que andan a pie.

En 2022, el kilogramo de PET ronda los 4,50 pesos ($ 0,21) ; el de cartón unos 2 pesos ( ($0,095); el de papel varía entre 2 ($0,095) y 3 pesos ($0,14) dependiendo del tipo. El aluminio se paga entre 10 ($0,48) y 20 ($0,95) pesos el kilo.

Una lata de refresco pesa unos 15 gramos, así que un pepenador tiene que recoger unas 66 latas para reunir el kilogramo con el que ganará menos de un dólar estadounidense.

Un importante eslabón de la economía circular

La labor de las personas dedicadas a la separación de desperdicios tiene un peso radicalmente distinto en una economía circular, que es el modelo de producción y consumo que deberían adoptar la mayoría de los países en el futuro para no consumir los recursos naturales del planeta y que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido.

El objetivo de la economía circular es extender el ciclo de vida de los productos y reducir al máximo lo que ahora llamamos basura.

Tan solo en el relleno sanitario de San Nicolás, donde se vierten a diario unas 1.050 toneladas de basura de los once municipios de Aguascalientes, los pepenadores recuperan 13 toneladas de material que nunca llegan al vertedero, porque pasan directamente a un proceso de reutilización industrial.

Y de los desechos sólidos que llegan al basurero, unas 200 personas rescatan otro 2 % del total de esos desperdicios para pasar a un proceso de reciclaje. Se trata de una labor inmensa que realizan por el magro ingreso que les pagan las empresas recicladoras.

Observadores aseguran que las alcaldías mexicanas no tienen capacidad de procesar esa cantidad de desechos sin la ayuda de esos trabajadores que no reciben ninguna compensación económica por esa necesaria clasificación, ni tampoco están afiliados al Seguro Social.

Esa situación de desamparo asistencial es especialmente peligrosa para los pepenadores porque están expuestos a sufrir de enfermedades gastrointestinales, cardíacas, infecciones y cortaduras por su constante exposición a bacterias, desechos filosos y desechos biológicos inadecuadamente descartados.

La organización sin fines de lucro Organi-K A.C propone que la sociedad mexicana debe ayudar a los pepenadores a obtener salarios dignos, beneficios sociales y horarios de trabajo flexibles para mejorar su calidad de vida y convertirlos en actores importantes en la transición de México hacia la economía circular.

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