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La guerra total entre candidatos divide a un PSOE en estado de descomposición

EFE
EFE

Ya es oficial. La nave socialista ha superado esta mañana el punto de no retorno y, a partir del próximo domingo -cuando voten sus 187.360 militantes-, será un nuevo partido. Las urnas dictaminarán si será un PSOE por encima o por debajo de los 85 diputados, pero nunca será el mismo. Porque la división del partido, construida a base de deslealtades y cuentas pendientes, es irreparable. Y esto no es una opinión, sino un resumen de lo planteado por las tres candidaturas augurando el desastre si no ganan ellos. Gane quien gane lo primero que tendrá que hacer el vencedor será tratar de recomponer e integrar el partido hecho añicos.

Los candidatos a la secretaría general del PSOE Susana Díaz y Pedro Sánchez se han presentado al debate conscientes de que la de hoy es la gran oportunidad de romper el desempate que marcaron los avales. Se han vuelto a ver las caras por primera vez, caprichos del destino, en la misma sala en la que se gestó el golpe de estado que decapitó a Sánchez en favor de una gestora que ya lleva más de medio año tratando de justificar sus formas.

No se han ahorrado ni un sólo reproche ante un atónito Patxi López que, totalmente eclipsado, se ha convertido poco menos que en el notario y moderador del debate, con permiso de la periodista Carmen del Riego.

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El vasco ha dado en la clave cuando ha intentado, hasta en tres ocasiones, reconducir el fondo y las formas. “Nos seguimos equivocando peleándonos entre nosotros en lugar de construir un partido más fuerte; en lugar de enfrentarnos a la derecha, nos estamos enfrentando entre nosotros; en lugar de escuchar a la gente de izquierdas, nos estamos gritando entre nosotros“, ha enfatizado. Tal vez ahora algunos socialistas entiendan y vean con buenos ojos la negativa del PP a celebrar primarias por miedo a airear sus miserias. Al PSOE se le han visto las costuras y lo mismo incluso se le rompen.

Ha sido posiblemente la iniciativa más cabal y conciliadora que se ha puesto sobre la mesa. Pero llega tarde. Porque la figura de López ha quedado diluida hace tiempo cuando, al igual que su compañero de federacion, Eduardo Madina, han ido corrigiendo su rumbo siempre hacia el sol que más calienta pasando de ser ‘sanchista’ a ser ‘susanista’ -el exlehendakari- o de ser el enemigo de Díaz en las primarias de 2014 a apoyarla tres años después con su escaño en la cuerda floja. López apenas atacó una vez a Díaz por la media docena de veces que lo hizo contra Sánchez dando la razón a quienes opinan que la razón de ser de su candidatura es quitar votos a Sánchez para reforzar a Díaz.

Así que todo se centró en Pedro y Susana. En Díaz y Sánchez. Entre el ‘no a Rajoy’ y ser la ‘muleta de Rajoy en su investidura’. Entre ser un PSOE ‘pro Podemos’ o ser un PSOE ‘pro PP’. De esta manera ambos contendientes se han reprochado todo lo que tenían a mano.

No han faltado ni las preguntas a pillar.

Se han peleado por:
La inserción de Irene Lozano (ex UPyD) en las listas del PSOE.
El ánimo de de impedir a los no militantes como Margarita Robles a opinar.
La privatización del uso del feminismo, la negativa a consultar a los militantes.
La culpa del suelo electoral que marcan los actuales 85 diputados.
La duplicidad de cargos.
La abstención al PP.
La lealtad.
El modelo territorial.
Ser una fuerza subalterna a la derecha.
Y los bandazos.

En esto han coincidido los dos claros candidatos, pero lo han hecho para reprochárselo el uno al otro. Acusándose de cambiar de opinión dependiendo del escenario y del momento. Algo que Pedro Sánchez ha rechazado blandiendo su gran argumento, el “no a Rajoy que siempre he mantenido”.

Todo ha sido tan destructivo que ni siquiera han sabido, o querido, explicar qué modelo de partido quieren y eso que aspiran a gobernar el país al frente del mismo. Sánchez ha dejado claro el papel de los dirigentes y los órganos de gobierno para hablar de pactos electorales. Díaaz solamente ha propuesto la empatía y generosidad para dirigir el partido.

En el haber de Díaz la baza que más peso tiene es el miedo a la ruptura del partido a la que muchos ya culpan al PSC para tratar de evitarla. La andaluza, además, cuenta con más barones que nadie de su lado, y con la gestora. Y ellos serán su gran arma en estos últimos días para atraer a los militantes al núcleo duro del partido.

Por contra la gran baza que le queda a Sánchez es la indecisión. En el PSOE hay pocos indecisos acerca de quién quieren que sea su líder a partir del domingo. Pero los pocos que hay están virando hacia Sánchez a quien el ‘tsunami’ de la corrupción del PP en Madrid le está beneficiando. Cuando uno acude a votar cabreado lo hace atraído por un candidato cabreado o en fase de rebelión. Y ese es Sánchez.

La decisión está en manos de una militancia enrocada en sus respectivas trincheras.