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Elecciones en Madrid: las claves del histórico desplome del PSOE

El presidente Pedro Sánchez habla con el candidato del Partido Socialista Español (PSOE), Ángel Gabilondo, durante su reunión de cierre de campaña para las elecciones regionales de Madrid
Oscar del Pozo

MADRID.- Ni el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) estaba a 50.000 votos “como mucho” de poner fin a 26 años de gobiernos del Partido Popular (PP) en la Comunidad de Madrid ni Ángel Gabilondo convenció a los madrileños como “lo bueno por conocer”. El vencedor de las elecciones de 2019 firmó el peor resultado de los socialistas en la “joya de la corona” de la derecha con el porcentaje más bajo de votos (16,8%, 10,5 puntos menos que hace dos años) y menos escaños que nunca (24). Una hecatombe de la que no puede desentenderse el presidente Pedro Sánchez, ya que se produce en su federación y después de haber decidido desde la lista electoral a la estrategia de campaña.

El colofón, en una derrota severísima con 275.000 votos perdidos, fue el rebase de Más Madrid. “He intentado ofrecer propuestas sosegadas, obviamente no lo he logrado. Los resultados no son buenos y no los esperábamos”, reconoció Gabilondo en una comparecencia sin preguntas.

Errores desde el inicio

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La sorpresiva convocatoria electoral se le indigestó al PSOE desde el inicio, con un candidato de salida, pendiente desde el verano de su nombramiento previsto como Defensor del Pueblo. Joaquín Leguina obtuvo 32 diputados en 1995, pero entonces se repartían 103 escaños frente a los 136 actuales. Pero sí fue la primera vez que el PSOE bajó del 30% de votos (29,7%). Un registro que Tomás Gómez empeoró en 2011 (26,3%). Ya con Ciudadanos y Podemos en acción, Gabilondo osciló entre el 25,4% de 2015 -se quedó a un escaño de gobernar, al no lograr IU el 5% mínimo para tener representación en la Asamblea- y el 27,3% con que ganó las elecciones en 2019. Pese a los pésimos augurios de las encuestas, nadie preveía el cataclismo del 4 de mayo.

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Más Madrid ocupó el espacio dejado por los socialistas en la peor crisis sanitaria, económica y social en un siglo. El milagro de la movilización masiva a la que se aferraban en Ferraz y La Moncloa no solo no se produjo sino que una nutrida parte de votantes socialistas castigó, votando a otras opciones o absteniéndose, la falta de contundencia de Gabilondo en lo más crudo de la pandemia. La pegada de Mónica García, mucho más atractiva para el electorado progresista más joven y formado, penalizó al PSOE. Y abre una crisis imprevisible en una de las federaciones socialistas más convulsas.

La distribución del electorado

En un primer momento La Moncloa basó la campaña en crecer a costa de Ciudadanos. La estrategia era calcada a la que llevó al PSC a ganar las elecciones del 14-F por primera vez desde 2003. En Madrid se trataba de un caladero enorme (630.000 votantes en 2019). Las advertencias de la dirección del PSOE madrileño ―que no ha pintado nada en la campaña y se dejó hacer en la renovación que Sánchez ha impuesto en la lista electoral―, alertando de que el electorado de Cs en Madrid y el de Cataluña son muy diferentes, no se tuvieron en cuenta.

La candidatura de Salvador Illa captó a una buena parte del electorado de Cs que era exvotante del PSC y regresó a sus orígenes convencido por el proyecto alternativo al independentismo. En Madrid, en cambio, el grueso de votos de Cs procedía del PP y ahí es donde ha vuelto en masa seis años después. Un bloque que se volvió más pétreo todavía por el recelo a Pablo Iglesias, como se temían ministros socialistas críticos con el exvicepresidente segundo del gobierno. “Mucha gente de centro o centroderecha dispuesta a votarnos no lo hará por él”, vaticinaban varios ministros hacía semanas. Pero, sin Iglesias en acción, Unidas Podemos se habría arriesgado a quedarse fuera de la Asamblea. Un drama que la izquierda ya vivió en 2015 con IU y que dejó a Gabilondo a las puertas de la presidencia.

Ángel Gabilondo, el candidato del PSOE, al votar hoy
Isabel Infantes


Ángel Gabilondo, el candidato del PSOE, al votar hoy (Isabel Infantes/)

La noche confirmó que la apuesta era arriesgadísima: dejar todo el flanco izquierdo, expuesto y sin librar batalla, a Más Madrid e incluso a Unidas Podemos con la misión casi imposible de pescar en Cs. Si uno de los tres partidos podía lograrlo era el PSOE, sostuvieron hasta el final los responsables de la campaña. En la candidatura se asumió como un mal menor perder a parte del electorado de siempre con tal de que la suma del tridente de izquierdas valiese para gobernar. Pero 13 escaños menos sonaba imposible. Lo que no se midió fue el malestar en las filas propias por decisiones como no subir los impuestos como Patrimonio, en la única comunidad donde no se aplica, o el de sucesiones y donaciones, eliminado en la práctica al estar bonificado al 99%. Un mensaje pensado para los indecisos de Cs que, por el contrario, no tuvo buen recibimiento en el electorado tradicional socialista. Un dato esclarecedor: el 80% de los votantes del PSOE en Madrid tienen rentas de unos 20.000 euros.

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Campaña errática

El PP, Más Madrid y Unidas Podemos consideran, al igual que cuadros del PSOE críticos con la estrategia elegida, que la campaña de los socialistas ha sido errática. Uno de los ejemplos que ponen es el giro repentino hacia la izquierda. Se produjo justo al final del debate de Telemadrid a 13 días de las elecciones, con Gabilondo pidiendo el apoyo de Iglesias después de un mes diciendo que no pactaría con él. Y sin aclarar si eso significaría un Gobierno tripartito con Unidas Podemos, para espanto de los potenciales electores procedentes de Cs. El PSOE acrecentó su viraje tras el rechazo de Vox a condenar las amenazas a Iglesias dos días después en el debate de la SER.

Para entonces, fuentes socialistas estimaban que habían captado 45.000 votos de Cs (entre un 5% y un 7% de su electorado) que no veían bien que se reeditase un Gobierno de Ayuso con Vox. Gabilondo se centró desde ese momento en pedir el apoyo de socialistas, progresistas, los demócratas y los votantes de Cs defraudados. El objetivo: la movilización de 200.000 votantes. Un El Dorado que no pasó del espejismo.

Sánchez apenas participó

Otra prueba de los bandazos que se achacan a la campaña es que, en contra de la idea original, el mismo Sánchez participó lo mínimo. A diferencia del despliegue con seis actos en las elecciones catalanas, el presidente limitó su presencia a los tres mítines que se celebraron los domingos, incluido el cierre en Entrevías. Frente al protagonismo que tuvo en la precampaña, contribuyendo sin pretenderlo a la estrategia de confrontación de Ayuso con el Gobierno, Sánchez optó por un perfil secundario y evitó el cuerpo a cuerpo con la presidenta de Madrid en las dos semanas previas a las elecciones. “Yo soy el candidato”, se tuvo que llegar a reivindicar Gabilondo en sus terceras elecciones como cabeza de cartel del PSOE.

Por no quedar ni quedó el consuelo, si se podía llamar así, de que Más Madrid no superase al PSOE. Y eso que la superación Más Madrid en la capital se asumía ya en la campaña. Los precedentes, muy recientes, no invitaban al optimismo: Manuela Carmena ya fue alcaldesa en 2015 con Ahora Madrid y Pepu Hernández llevó al PSOE al peor resultado en la ciudad en 2019. Pero Ferraz nunca temió, hasta que se vio rebasado por Más Madrid casi al final del escrutinio, por su hegemonía en la izquierda y como principal partido de la oposición. La fortaleza en las grandes ciudades del sur industrial de Madrid y del corredor del Henares no bastó. Ferraz recurrió a la gestión de sus 59 alcaldes, en una región con 179 municipios, para movilizar a su electorado pero no fue suficiente ni para acercarse siquiera al resultado de 2019.

El País, SL