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Estados Unidos ya es otro: el rasgo único que hace que cambie tanto en tan poco tiempo

Sucedió de la era Clinton a la era Bush. Y de la era Bush a la era Obama. Pero el péndulo fue lejos en el periodo de Trump, y en apenas cien días de Biden, se ha alejado radicalmente de los tiempos recién transcurridos. Es la sociedad estadounidense: ágil y cambiante como pocas, capaz de ser retrógrada como quizás ninguna otra en el mundo industrializado, e increíblemente liberal y vanguardista cuando gira su timón

NEW YORK, USA - MARCH 25: A bicyclist is seen as large crowd of tourists visit the Times Square during COVID-19 pandemic in New York City, United States on March 25, 2021. (Photo by Tayfun Coskun/Anadolu Agency via Getty Images)

Estados Unidos es la única de las naciones industrializadas donde existe la pena de muerte. Por no hablar de la concepción del control de armas o del aborto. Su fervor atávico (por llamarle de alguna manera -es una nación formidablemente joven-) por signos barbáricos aún están a flor de piel. Ergo, la enorme calamidad que significa el racismo.

Pero estos estertores del pasado, que acaban de ser fuertemente representados en el poder de Donald Trump, junto a otros antivalores de la misma especie como el supremacismo blanco o el chauvinismo, desaparecen a una velocidad asombrosa de la agenda nacional.

De salto en salto

Estados Unidos lo ha vivido antes: a la primera gran expansión globalista que representó Bill Clinton, le yuxtapuso un tejano y folclórico personaje como Geroge W. Bush, que dio tranquilidad al conservadurismo anglosajón, sus tradiciones y sus incursiones belicistas. Pero de ahí saltó a su primer presidente negro, quien no sólo legalizó los matrimonios homosexuales, deshizo las restricciones al consumo de marihuana y le dio un espaldarazo a la planificación familiar, sino que instauró un sistema de salud público que siempre había sido un anatema.

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Pero así como fue audaz para vencer sus propios complejos raciales, escogiendo a un afroamericano venido de abajo y representante de la generación post-boomer, los estadounidenses desistieron de ese camino y decidieron dar un paso atrás, resguardar sus raíces, votar por un magnate wasp que les ofrecía antipolítica, desbloquear "los pantanos" de la corrupción administrativa, y usar el gobierno para los estadounidenses, no para dirimir problemas que no eran propios.

Ortega y Gasset siempre advertía que las sociedades libres tendrían siempre la tentación de cerrarse, de volver a la protección de la tribu.

Al cabo de cuatro años y en medio de una pandemia, Estados Unidos vivió una de las polarizaciones más sismológicas de las últimas décadas, frente lo cual, de nuevo, tomó la decisión de volver a cambiar.

Grandilocuente

El liderazgo sosegado, veterano y centrista que proponía Joe Biden en su candidatura, en nada tiene que ver con su gobierno, que ha asumido cada una de sus metas con la voz en alto, sin rubores ni medias tintas.

Empezando por la pandemia, de la que se esperaba hasta su llegada que "desapareciera sin que nos diéramos cuenta", invirtió todos los recursos y personal en una vacunación masiva que permitió que a los 68 días de gobierno se propusiera duplicar la meta de 100 mil vacunas que se había fijado, y llegó a los 100 días con 200 mil dosis otorgadas.

Respecto al cambio climático, que para el mandato anterior era mencionado como "una agenda con intereses", Biden realizó una cumbre en la que anunció investigación, inversión y estímulos para la producción de energía verde, expuso un plan para atender a las poblaciones que ya se sabe sufrirán las consecuencias del cambio climático en el mundo -con el fin de evitar éxodos masivos- y anunció la reducción al 50% de las emisiones de carbono para el 2030.

Lo mismo ocurre con el gasto fiscal, tan reducido y limitado como se supone corresponde a las economías liberales se ha convertido en el gobierno de Biden en una propuesta colosal, muy a la escuela de Keyness: esta semana que transcurre, propuso frente al Congreso -en su primera alocución bicameral- un plan de gasto de casi dos trillones de dólares para dinamizar la economía, frente al panorama que el presidente describe como "la mayor crisis económica en un siglo".

Antonia Laborde, corresponsal de el diario El País de España, lo describe como el inicio de una era de "diferencias abismales".

Educación y cambios

Por momentos parece mentira. Hasta hace unas semanas las autocracias de Rusia, Turquía y Corea del Norte estaban fácticamente legitimadas; las comunidades negras, latinas y pobres estigmatizadas y la ciencia absolutamente cuestionada desde el poder.

El conocimiento, hasta hace poco relativizado y sustituido por rumores de redes, cuenta ahora con un proyecto que incluiría cuatro años más de educación gratuita. Asimismo, los derechos de las comunidades LGQBT+ parecen contar también con un poder que promete resguardar sus derechos.

"Estados Unidos fue líder del siglo XX por lo cantidad de gente que educábamos", señaló Biden para explicar el por qué sería un tema en el que profundizaría.

Estados Unidos muestra, una vez más, la enorme flexibilidad de su cultura y lo virulento que puede cambiar su sociedad en cuestión de meses. Hasta hace nada, reinaba la retrógrada idea del supremacismo blanco (un tema que llegaba incluso a discutirse), enarbolado con banderas confederadas (las de la guerra civil, que enfrentaba a unos y otros estados a favor y en contra de la eclavitud) y de pronto todo ese movimiento ha sido sustituido por proyectos de ley contra el racismo sistémico.

De negar el cambio climático y señalar que la teoría obedecía a "intereses creados", Estados Unidos promete ahora convertirse en el líder de la corrección que el planeta necesita en cuanto al consumo y el tipo de energía que usamos para la vida que tenemos.

Son muchos las resistencias que dejó un gobierno como el anterior, que rompió toda clase de puentes racionales para hacer acuerdos entre una y otra parte de la población con razones distintas u opuestas, pero definitivamente este país tomó otro rumbo (no es solo el poder político, también los medios, lo que es relevante como conversación, los paradigmas de negocios -la bolsa está en su mayor histórico-). Difícil hallar otra sociedad que, sin romper sus estructuras institucionales, sea así de elástica.

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