¿Por qué nos gustan los chicos malos?
"Ese chico no es para ti", "Ese tipo te arruinará la vida". ¿Cuántas veces hemos escuchado esa advertencia? Algunas chicas, sobre todo en la adolescencia, cuando vivimos bajo los efectos de un coctel de hormonas, sentimos una debilidad por hombres sexys que socialmente son considerados como "chicos malos". La psicología popular dice que lo hacemos como un acto de rebeldía, incluso hay quienes lo juzgan como un acto de autodestrucción. Sin embargo, la ciencia tiene otro punto de vista.
Según la investigación realizada por la Universidad de Texas, las hormonas asociadas a la ovulación modifican la percepción de las mujeres hacia los hombres. "Las investigaciones anteriores habían mostrado que en los días de la ovulación, las mujeres se sienten más atraídas a los hombres sexys, rebeldes y guapos, pero no se sabía por qué una mujer se planteaba construir una relación a largo plazo con ellos", señala Kristina Durante, directora del estudio.
En la primera investigación se pidió a las participantes que observaran los perfiles de varios hombres en un sitio de citas por internet. Las mujeres los catalogaron como sexys o confiables. También se les pidió que dijeran por qué consideraban a unos u otros más aptos para formar una familia, basándose en criterios como: colabora en la crianza, provee alimento y manutención, cocina y contribuye en los quehaceres de la casa. El resultado: en los días de la ovulación, las mujeres consideraron que los hombres sexys contribuirían con las labores domésticas más que aquellos considerados como confiables. Y es que "cuando se mira a través de los lentes de la ovulación", advierte la investigadora, "el chicho 'incorrecto' se ve exactamente como el 'correcto'", es decir, como padre devoto y buen compañero.
En la segunda investigación, las mujeres interactuaron con hombres (actores), unos en el papel de sexy-chico-malo que no quiere compromisos (carismático, aventurero), y los otros en el rol de hombre confiable. Una vez más, durante el periodo de ovulación las mujeres consideraron que los chicos sexys contribuirían al cuidado de los niños y las labores domésticas, pero SOLAMENTE cuando los veían como su pareja, no así cuando los veían con otra chica. "Si se trataba de ser el padre de sus hijos, la mujer en periodo de ovulación pensaba que el carismático y aventurero sería un gran padre, pero al mirarlo como pareja de otra mujer, de inmediato señalaban todas las desventajas", afirma Durante.
Esta distorsión psicológica estaría determinando la elección de las mujeres, pero no en todos los casos. Evolutivamente hablando, hay ciertos rasgos masculinos que dan cuenta de una mejor aptitud para la reproducción. Pero al ser seres sociales y culturales, nuestras decisiones son más complejas. Conozco a muchas mujeres que no pierden la oportunidad de estar con alguien tan apreciado sexualmente. Y ello no implica que piensen en ellos como una pareja a largo plazo. Sin embargo, hay otras chicas que, como dice Durante, se plantean la situación casi como una apuesta y piensan: "uno nunca sabe, qué tal que éste es el bueno".
Me parece bien que la ciencia nos alerte sobre esta "distorsión psicológica", pero creo que no se puede tomar como una ley o un absoluto. La gente cambia con los años y también se modifican las prioridades y las percepciones sobre lo que es "malo", "incorrecto" o "sexy". Si hoy volviera a ver al "chico malo" que me gustaba a los quince años, me daría mucha ternura. Y si tuviera quince años de nuevo, ese hombre que hoy puedo considerar dentro del grupo de los "chicos malos", sería (a ojos adolescentes) un vejestorio sin brillo. Por otra parte, me parece que a cierta edad no podemos seguir dividendo el mundo en "bueno" o "malo" sin preguntarnos de dónde viene esa distinción. Pareciera que la única "maldad" de esos chicos aventureros —y hago extensiva la reflexión para las chicas— es que no tienen prisa alguna en formar una familia, o bien, no les interesa casarse, cuestión que me parece muy respetable.
Quién sabe, tal vez en algunos años la ciencia descubra que esa cualidad volátil e inaprehensible que hoy se considera "mala", sea la que realmente nos resulta atractiva y productiva.
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