Cómo crear intimidad
En el ritmo al que se mueve nuestra sociedad, es difícil pero necesario hacer un alto para pensar en la forma en la que entendemos la intimidad, sobre todo en el ámbito de la pareja. En los últimos años, el concepto ha sido explotado por los medios de comunicación, quienes lo han despojado de su profundidad para entregarnos una imagen vacía y superficial. Por otra parte, con el uso desmedido de las redes sociales hemos contribuido a desperdigar el poder de la intimidad, derrochándola masivamente en estatus o twits como mensajes en botellas que se pierden en el mar.
Lo cierto es que, por lo menos en las relaciones de carne y hueso, la solidez de una relación de pareja se teje con los hilos de la intimidad, es decir, con eso que llevamos muy dentro y que sólo mostramos cuando nos sentimos a salvo, cuando bajamos la guardia y abrimos el alma a la experiencia de entregar lo que somos y de recibir sin juzgar.
Es curioso que muchas mujeres generalicen la actitud de los hombres diciendo que son malos para la intimidad, y con ello no me refiero al sexo, que es una de sus tantas manifestaciones. Hablo de eso que ocurre después del sexo, en la sobremesa, después de ver una película o en un largo trayecto en silencio. Creo que la capacidad de crear intimidad no tiene que ver con el género, sino con una manera creativa de construir un espacio privilegiado de confianza y apertura entre dos personas.
Por más extraño que parezca, la falta de intimidad también afecta a la salud. Una pareja que no construye espacios de intimidad comienza a satisfacer sus necesidades mecánicamente. Desde la mesa hasta la cama, la vida se convierte en una serie de gestos huecos que, a la larga, provocan una suerte de anemia emocional. Y de ahí a la enfermedad no hay más que un resfriado.
La pregunta, entonces, es cómo crear intimidad o cómo protegerla del desgaste de la vida cotidiana. Aquí hay algunos pasos para empezar:
Reserva al menos un momento del día para estar a solas con tu pareja. No hace falta montar una producción romanticoide y hollywoodense, basta con unos minutos en silencio, sin la interrupción de teléfonos o pantallas. Bajen la guardia, digan lo que sienten, escúchense sin interrumpir ni juzgar; no usen las palabras para ganar batallas, sino para mostrar lo que hay en lo profundo del alma.
Ponte alerta y mira lo que tu pareja hace por ti. A veces no es el gesto que tú esperas, pero es su forma de entregar cariño. Agradécelo con un acto que sea significativo para tu pareja en un momento en que no lo espera.
Cuando salgas del cine, después de visitar un museo o mientras escuchan una canción, habla de cómo te hace sentir la experiencia. Los estímulos del arte son muy poderosos y pueden tender un puente de comunicación que vaya hasta los puntos más escondidos de la sensibilidad.
Si están en grupo y tú tienes la palabra, asegúrate de hacer más contacto visual con tu pareja que con los demás. La complicidad es una forma de "intimidad pública".
En un mal día, lo último que uno necesita son reprimendas o consejos antecedidos del indeseable "te lo dije, pero nunca me haces caso". Ahórrate la perorata y concéntrate en contener a tu pareja. Quizás sólo basta con abrazarlo y decirle que, pase lo que pase, tú estás de su lado.
Cada vez que tu pareja haga algo que te guste o que te sorprenda, díselo, no importa si se trata de la forma en que se prepara un sandwich o acomoda sus calcetines. La intimidad ocurre cuando dos convierten lo ordinario en extraordinario.
Ya conoces las debilidades de tu pareja, ¿cierto? Si en vez de reprochárselo, le propones tu ayuda de maner discreta y amorosa, se sentirá apoyada en lo más profundo de su ser.
Vuelvan de vez en cuando a los lugares de su infancia o del tiempo en el que se conocieron. Compartir las huellas del tiempo es un lazo de intimidad muy poderoso.
¿Qué otro paso agregarías?