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8 motivos para evitar el azúcar

El tema del azúcar es uno de los temas recurrentes cuando se habla de obesidad. Muchos se refieren a ella como una droga, que al estar legalizada y ser de fácil acceso, ha desencadenado un estado de adicción a escala masiva.

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Efectivamente, el azúcar, que parece tan inofensiva y necesaria, puede llegar a convertirse en un veneno si no se consume con cautela. La solución no es prohibirla o penalizarla; la historia nos ha demostrado que eso puede desatar procesos de descomposición social todavía más graves. La opción más sensata, a mi parecer, no es satanizar el azúcar sino proporcionar información.

Como individuos modernos y occidentales que somos, solemos tomar acción hasta que algo nos daña en el ámbito personal, específicamente, cuando nos enfermamos. Por eso la ciencia de la salud es un buen ángulo para empezar a tomar conciencia.

El sitio Authority Nutrition publicó hace unos días un artículo en donde se explica, de manera muy sencilla, cómo es que el azúcar afecta nuestro laboratorio interior, y cómo se produce una reacción en cadena que descompone progresivamente nuestra salud.

1. El azúcar se deposita como grasa en el hígado. En cada alimento empaquetado hay una dosis de azúcar adicionada. Este tipo de azúcar está hecho de fructosa. Prácticamente, el 90% de la fructosa que se utiliza en la industria alimentaria se hace con jarabe de maíz, cuya composición es 50% glucosa, 50% fructosa. La glucosa es una sustancia esencial para nuestro organismo, de manera que puede ser metabolizada casi por cualquier célula del cuerpo; si no la obtenemos en la dieta, nuestro cuerpo puede sintetizarla de las proteínas o de la grasa. La fructosa, en cambio, no es de ninguna manera esencial al funcionamiento de nuestro cuerpo. El único órgano que la puede metabolizar es el hígado, porque sólo el hígado tiene la capacidad de transportarla. Cuando grandes cantidades de fructosa entran en el hígado y éste está lleno de glucógeno, la mayor parte de la fructosa se acumula en el hígado en forma de grasa. Parte de esa grasa se elimina, pero otra se queda como un sedimento en el hígado que, al cabo de los años, produce condiciones como el hígado graso no alcohólico.

2. El azúcar daña los niveles de colesterol. El hígado elimina grasa en forma de lipoproteínas de baja densidad (conocidas como LDL o “colesterol malo”). Estas partículas son altas en triglicéridos y colesterol. En un estudio controlado, se pidió a un grupo de personas que tomara 25% de sus calorías en bebidas azucaradas con glucosa, y a otro grupo se le pidió lo mismo, pero con fructosa. Después de 10 semanas, el grupo de fructosa presentó un alza en los triglicéridos, así como en el “colesterol malo”, lo que provocó una deficiencia en la recepción de insulina, y un aumento de la grasa tanto en el abdomen como en los órganos de esa zona. Ese 25% de calorías de fructosa dañó los niveles de lípidos en sangre, generando los síntomas del síndrome metabólico, mismo que deriva en obesidad, problemas cardiacos, diabetes y malas condiciones de salud.

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3. El azúcar provoca resistencia a la insulina. La principal funcion de la insulina es llevar la glucosa desde el torrente sanguíneo hacia las células. Cuando hay un exceso de azúcar, las células se vuelvan resistentes a la insulina. Esto provoca que el páncreas tenga que segregar más cantidades para poder remover la glucosa del torrente sanguíneo, porque un exceso de azúcar en la sangre es como un veneno. La insulina también tiene la función de avisarle a las células cuándo deben tomar grasa del torrente sanguíneo para acumularla. De ahí que un exceso de insulina derive en obesidad. Cuando el cuerpo se vuelve menos receptivo a la insulina, las células beta del páncreas sufren un desgaste inusual porque deben producir más insulina de la que producirían en condiciones saludables. Esta deficiencia provoca diabetes tipo 2, una enfermedad que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo.

4. El azúcar aumenta el riesgo de enfermedades crónico degenerativas. Es una de las sustancias que más contribuyen a empobrecer la salud de los países en desarrollo. Revisemos la historia: cada vez que el azúcar (las harinas refinadas o las grasas vegetales) se han integrado a la dieta de una población, surgen enfermedades como la obesidad, la resistencia a la insulina, y el aumento en los niveles de colesterol que produce enfermedades cardiovasculares.

5. El azúcar no contiene ningúna vitamina, proteína, fibra o mineral: es una caloría vacía. Los dulces, las bebidas azucaradas, los panes dulces y los pastelitos contienen muy pocos nutrientes. Preferirlos por encima de otros alimentos deriva en un déficit nutricional. Ojo: aunque fructosa y fruta suenen parecido, su asimilación en el cuerpo es muy distinta. La fruta contiene vitaminas reales, viene acompañada de minerales, fibras y agua. Uno no se excede comiendo fruta porque llega un punto en el que uno queda satisfecho gracias a los nutrientes. En cambio, los dulces y otros productos vacíos producen el efecto contrario.

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6. El azúcar no produce saciedad. El hipotálamo de nuestro cerebro tiene la función de regular la ingesta de comida. En un estudio publicado a inicios de este año, se demostró que quienes ingieren bebidas endulzadas con glucosa, bajan la irrigación al hipotálamo y sienten saciedad. Pero aquellos que beben bebidas endulzadas con fructosa, se quedan con hambre. Otro estudio reveló que la fructosa no reduce los niveles de la hormona del hambre (ghrelina), como sí lo hace la glucosa. A más nivel de grhelina, más apetito hay.

7. El azúcar provoca adicción. Cuando comemos azúcar, el cerebro libera dopamina, dándonos una sensación de placer similar a la que producen drogas como la cocaína. El cerebro está programado para buscar actividades en las que se libere dopamina. En los individuos con predisposición a la adicción, esta búsqueda de recompensas los lleva a abusar de las drogas. Estudios han revelado que esta misma adicción puede ser provocada por el abuso de azúcar, sobre todo en nuestra cultura; son alimentos baratos, de consumo legal y altamente disponibles, que detonan con facilidad comportamientos compulsivos.

8. El azúcar provoca resistencia a la hormona leptina. Esta hormona es secretada por nuestras células adiposas. Entre más grasa acumulada hay en el cuerpo, más leptina segregamos. Esto debería funcionar como una señal para que el cerebro nos diga: para de comer. Al mismo tiempo, también funge como una forma de elevar nuestro gasto de energía. Sin embargo, en los individuos con cierto grado de obesidad, los altos niveles de leptina no pueden ser metabolizados y el cuerpo crea resistencia hacia dicha sustancia, de ahí que se ingieran más calorías de las que el cuerpo puede quemar.

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La fructosa provoca resistencia a la leptina por dos motivos: 1. la insulina bloquea las señales de la leptina en el cerebro y 2. al elevar los niveles de triglicéridos en la sangre, también se bloquean los efectos de la leptina. Esto hace que nuestro cerebro piense que las células adiposas están “vacías”, lo que se traduce en una señal: sigue comiendo. La fuerza de voluntad es muy débil en comparación con la señal de inanición que produce la falta de leptina. Aunque la gente coma menos y se mueva más, no se siente satisfecha. Para revertir este efecto y hacer que el cerebro "quiera" comer menos, hay que eliminar el azúcar.

No creo que sea efectivo sustituir el azúcar por endulzantes, eso no hace más que arraigar los malos hábitos y confundir más al cuerpo. Creo que hay más posibilidades de moderar el consumo de azúcar cuando el cambio de hábitos para por un cambio en los patrones de pensamiento. Eso toma más tiempo, hay que informarse, replantear qué relación tenemos con los alimentos y buscar mejores opciones. Requiere un gran esfuerzo, pero vale la pena cuando nuestra vida y la salud de los que amamos está en juego.

Twitter: @luzaenlinea

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