¿Falta de ganas?
Ciertas mujeres manifiestan que al principio de la relación sexual tenían mucho interés y que tras uno o dos años aquél comenzó a disminuir. Las fases iniciales de una relación están llenas de excitación y de sorpresa. Pero, al familiarizarnos con el otro, la espontaneidad y la variedad pueden desaparecer; a veces aparece el aburrimiento y el sexo se vuelve rutinario.
También ciertas situaciones no sexuales influyen sobre el placer y sobre el grado de deseo sexual: el estrés motivado por el trabajo, los problemas familiares y los económicos, las enfermedades o los conflictos emocionales crean tensiones con efectos adversos para la sexualidad. Asimismo, las dificultades en la comunicación con el compañero o la persistencia de desacuerdos no resueltos acaban por incidir en el aspecto sexual.
La sexualidad funciona como un barómetro que señala el buen o mal estado de las cosas mediante la presencia o la ausencia de la actividad sexual. Es habitual que las mujeres refieran que la presencia de problemas no sexuales — por ejemplo, situaciones de enojo — les impiden cualquier forma de actividad sexual, la que sólo reaparece al resolverse aquellos.
Pero también diferentes situaciones traumáticas o dolorosas — abortos, muerte de algún familiar, episodios infantiles de abuso sexual, accidentes y también tratamientos por esterilidad, pueden producir ausencia de deseo sexual.
No siempre la falta de deseo es ajena a nuestros sentimientos. En muchos casos se presenta como una solución frente a situaciones poco agradables y puede acentuarse ante la exigencia del compañero.
Julieta: "F. volvía muchas veces tomado, estaba pasando por dificultades pero evitaba hablar, hacíamos el amor en silencio porque él insistía. Pero ahora me niego, rechazo su cuerpo, su aliento. No lo deseo más".
El poco deseo sexual también puede ser un rasgo de depresión. Sin embargo, existen algunos casos en los que la depresión se desarrolla como consecuencia de una inhibición del deseo sexual, en particular cuando aumentan las tensiones matrimoniales y la persona que siente muy poco interés en el sexo se percibe como "enferma" o "anormal".
Además, el deseo sexual femenino es diferente del masculino; éste se presenta de un modo más constante y generalmente aparece "en automático". En cambio en las mujeres, el deseo es mucho más variable y fuertemente selectivo; la situación interpersonal, fuera del dormitorio, tiene mucha importancia y puede hacer fracasar cualquier escena sexual.
Por último, recordemos que el deseo sexual, no depende de la cantidad de años de convivencia, sino del buen estado de salud, de las hormonas, de una buena relación de pareja y del conocimiento que tienen las personas sobre su función sexual y sobre su compañero/a.
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