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Así afecta a nuestro cerebro Google

"Mi concentración comienza a disiparse después de una o dos páginas. Me inquieto, pierdo el hilo, comienzo a buscar otra cosa que hacer. Siento que debo esforzarme continuamente para conducir mi cerebro de vuelta al texto. La lectura profunda, que me era tan natural, se ha convertido en una lucha".

El anterior párrafo no fue escrito por Napoleón cuando estuvo confinado en la isla de Santa Elena. Ni por un enfermo de depresión que intenta que su cabeza se centre en la lectura para olvidar el terrorífico sufrimiento que padece.

Ni mucho menos. Tan solo es parte del libro publicado en 2010 “¿Qué está haciendo Internet a nuestras mentes?” de Nicholas Carr, que se puede resumir en la siguiente frase: Internet nos está destrozando la cabeza. En su ensayo, Carr sostiene que el uso y abuso de la Red de redes disminuye nuestras capacidades cognitivas, como la capacidad de atención y la memoria a corto y largo plazo.

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Su alarmista mensaje tuvo mucho éxito entre los medios de comunicación, que publicaron extensos reportajes sobre el libro y lo auparon en las listas de ventas.

Tres años después de que viera la luz la obra de Carr, otro autor rebate su apocalíptico mensaje. En el libro “Smarter Than You Think: How Technology is Changing Our Minds for the Better”, su autor, el periodista Clive Thompson defiende que Internet no disminuye nuestras capacidades, solo las transforma.

En concreto, Thompson asegura que Google y los demás buscadores funcionan como una especie de ente que ayuda a nuestra memoria a recordar mejor.

Según explica, Internet funciona como un amigo ultra empollón que lo sabe todo, y en el que confiamos ciegamente. Como explica en su libro “Hemos empezado a tratar los motores de búsqueda, Evernote y los smartphones como siempre hemos tratado a nuestros cónyuges, amigos y colegas. Son los cómodos dispositivos que utilizamos para compensar nuestra escasa capacidad de recordar detalles”.

En su libro, Thompson habla de los experimentos del psicólogo de la Universidad de Harvard Daniel Wegner. Este investigador estudió la memoria transactiva, un concepto desarrollado por él con el que plantea que no solo almacenamos datos en nuestro propio cerebro, sino que también lo hacemos dentro de la cabeza de otras personas, especialmente si pertenecen a nuestro entorno cercano.

Por ejemplo, sabemos que nuestra mujer sabe cómo se llama el profesor de nuestros hijos de la misma forma que ella sabe que nosotros sabemos cómo programar el DVD.

Pues bien, estamos empezando a ver a Internet de esa manera: como un gigantesco contenedor de datos que ya no hace falta que tengamos en nuestra cabeza, porque sabemos que siempre van a estar ahí.

No es que seamos más tontos o más desmemoriados, es que nuestra memoria no solo está encima de nuestros hombros: está repartida por toda la Red.

Como explica Thompson, “dejemos de preocuparnos por que el iPhone nos vaya a arrebatar la memoria de nuestro cerebro. Hace tiempo que la memoria no está ahí y, sin embargo, sigue a nuestro alrededor”.