Por qué los americanos se vuelcan con las donaciones y los españoles nos quedamos cortos

El fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, y su esposa Priscilla Chan han celebrado su reciente paternidad anunciado que donarán el 99% de sus acciones de la firma a labores filantrópicas. No será una donación inmediata, sino que lo harán a lo largo de su vida y seguramente habrá para muchos proyectos porque el capital es enorme.

Facebook vale alrededor de 45.000 millones de dólares (unos 42.300 millones de euros). De partida, ya sabemos que la pareja canalizará su vertiente filantrópica a través de una fundación con el nombre de Chan cuyo principal propósito será “avanzar en el potencial humano y promover la igualdad del ser humano”.

En una carta abierta dirigida a su hija y publicada en Facebook, como no podía ser de otro modo, Zuckerberg explica que su decisión es “unirse a gente de todo el mundo para desarrollar el potencial humano y promover la igualdad para los niños de la próxima generación”. La donación se hará efectiva a lo largo de las próximas décadas y le traerá también beneficios impositivos.

La filantropía es una actitud arraigada en EE.UU. por razones históricas, culturales y fiscales, y entre los millonarios no es diferente. La cifra de ayuda privada en Estados Unidos supera los 300.000 millones de dólares al año, de los que una tercera parte son donaciones en vida, según datos de PwC.

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En el TOP 50 del mecenazgo hay 12 empresarios tecnológicos y 11 financieros, los primeros mucho más generosos, todo sea dicho. Destacan Bill y Melinda Gates (que donaron 1.500 millones de dólares en 20914), Jan Koum, fundador de WhatsApp (556 millones al Silicon Valley Community Foundation), Sean Parker expresidente de Facebook y fundador de Napster (550 millones) o Nicholas y Jill Woodman, fundadores de GoPro, con una aportación de más de 500 millones a la Silicon Valley Community Foundation.

En Estados Unidos las fundaciones gestionan el 16% de las donaciones privadas, de las que entre el 10 y el 25% sale del país en forma de ayuda al exterior. La filantropía privada equivale al 2% del PIB y supone más del 10% del presupuesto del Estado para asuntos sociales. Muy lejos de las cifras españolas: 1.231 millones de euros, que equivale al 0,1% del PIB y al 0,5% del gasto social público.

En España la filantropía se basa en donaciones, condicionadas generalmente por situaciones sociales que hacen a los ciudadanos más o menos generosos, por un lado, y por los cambios regulatorios sobre su fiscalidad, por otro. De acuerdo con los datos de la Asociación Española de Fundraising, dos millones y medio de españoles aportan el 64% de las donaciones, con una media de 302 euros.

Aquí las fundaciones normalmente buscan captar fondos privados para causas nobles o proyectos de justicia social y el Estado aporta bonificaciones fiscales. Mientras que en el entorno europeo y americano las deducciones llegar al 100%, en España nos deducimos un 25% y somos el país que menos incentiva el mecenazgo. Parece que ni el Estado ni los ciudadanos somos demasiado generosos.

En 2012 Amancio Ortega (Inditex) donó 20 millones a Cáritas, la mayor donación privada recibida en la historia de esa ONG. El asunto fue muy comentado, con posturas extremas: unos se deshacían en alabanzas rimbombantes y otros aludían a que buscaba beneficios fiscales o a que su fortuna venía de explotar a la gente y deslocalizar la producción. El dueño de Zara ha seguido apoyando causas a su gusto.

Ortega tiene un patrimonio de más de 72.000 millones y es el segundo hombre más rico del planeta después de Bill Gates, de acuerdo con la lista Forbes. Donar 20 millones a Caritas o 17 millones a la sanidad gallga es quizá poco más que un gesto altruista. Mientras cambian las leyes para impulsar el mecenazgo, nos empapamos del modelo americano o buscamos explicaciones a nuestra falta de generosidad, que cunda el ejemplo.

IDNet Noticias

@maribelrodrigo