¿Realmente sirve la terapia de pareja?
Quien tiene o ha tenido una relación estable, de convivencia, incluso con hijos de por medio, sabe que los conflictos de pareja son muy comunes. La mayoría de ellos se van resolviendo cotidianamente y otros, van quedando en el tintero hasta diluirse.
Pero, a veces sucede todo lo contrario. Comienzan a ser cada vez más pesados y traen peleas constantes. Parece no haber escapatoria y aunque nadie desea discutir termina siendo inevitable.
Para alguno o para ambos comienza la fantasía de la separación. Pero separarse tampoco es sencillo, porque aún se mezclan el amor, los hijos, la familia y ciertos proyectos a futuro que no pueden disolverse de la noche a la mañana.
De pronto, a uno de los cónyuges le sugieren hacer una terapia de pareja. Y la idea no suena tan mal hasta que la comunica. En los mejores casos, ambos están de acuerdo, pero en muchos, el otro se niega rotundamente: “Eso no sirve”, “Yo no tengo por qué ir a contarle mis problemas a un desconocido”, “Si realmente quisiera ayudarnos no nos cobraría”... ¿Cómo le explicamos o lo convencemos de que aún queda algo por hacer?
“Una terapia de pareja es un espacio en el que el psicólogo hace de mediador para que ambos integrantes logren escucharse. Recién ahí es cuando el conflicto puede comenzar a resolverse”, nos aclara la Licenciada en Psicología Lelia Fiszman. “Por lo general, se consulta por un tema en especial o a veces por varios: separación, crianza de los chicos, relaciones sexuales, entre otros. La terapia de pareja sirve para muchas cosas.”
"Vamos… O es el final"…
Si bien, como dijimos, a veces la decisión se toma entre ambos, no siempre resulta tan sencillo, especialmente si es época de crisis.
Fiszman asegura que son las mujeres las que consultan más a menudo por estos espacios compartidos, aunque depende de cada caso. Ellas tienen más facilidad para el diálogo y menos tabúes, entonces convocan la terapia para usar como una herramienta más. “Yo creo que a las mujeres le resulta más fácil tercerizar el conflicto ante la mirada de un profesional”.
¿Y por qué negarse? Si uno de los dos no quiere ir podría deberse a que tenga miedo de que haya una alianza entre quien propone el tratamiento y el psicólogo. Pero esto indicaría que no es el tratamiento adecuado. “En terapias mal conducidas a veces puede suceder. Si bien para el profesional es muy difícil, es indispensable que no exista ninguna alianza, así como tampoco el psicólogo puede hacer de juez”.
La experta agrega que, por eso, el especialista elegido debe ser idóneo y tener mucha teoría; es decir, que sepa muy bien cómo manejar estos tratamientos. Si se trata del profesional adecuado, la persona que estaba reticente en general comienza a flexibilizarse porque se da cuenta de que no es en su contra, sino todo lo contrario, también tiene la posibilidad de ser escuchada. “Muchas veces hay gente que llega arrastrada hasta acá y luego se termina entusiasmando”, asegura la psicóloga. De todas maneras, aclara que cuando hay alguien demasiado resistente al espacio es muy difícil de sostener y puede llegar terminarse.
Otra situación muy común es cuando uno de los dos asegura que es feliz y no necesita la terapia. ¿Qué se hace en ese caso? “La persona que dice ser feliz cuando la pareja asegura estar mal no tiene registro de nada. Es una postura negadora. También hay que ver cómo se expresa el otro integrante de la relación y por qué su pareja no lo puede captar”, afirma la profesional.
Pero suelen aparecer más fantasmas en el momento de plantear una terapia de pareja: la separación. ¿Qué pasa si no hay forma de resolver el conflicto?
“Hay ocasiones en que es la solución. Está mal pensar que el éxito de la terapia es la unión de la pareja, porque el verdadero objetivo que nos planteamos los psicólogos es que los pacientes puedan vivir mejor y ser más felices, juntos o separados”. Y nos comenta que hay relaciones que, si bien desean terminarse porque no hay forma de que las cosas funciones, no pueden lograr definir la separación. En síntesis, la idea es que puedan llegar a al diálogo. “Como dijimos antes, acá nadie será juzgado. La intensión del terapeuta es lograr un espacio en el que ambos se escuchen para que puedan sentirse mejor y ponerse de acuerdo”.
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