¿Por qué ha explotado este móvil?

Kirsten Zastrow se llevó el susto de su vida hace apenas un par de semanas. Esta norteamericana hizo lo que muchos hacemos todas las noches: programó la alarma de su móvil y lo dejó cargando.

Cuando llevaba un par de horas durmiendo, se despertó sobresaltada por una explosión. En el suelo de su habitación encontró una pequeña hoguera con llamas de 30 centímetros y un olor insoportable que llenaba la habitación.

Su Nexus S había explotado apenas a medio metro de su cabeza. La batería había salido disparada y ardía en el suelo. Kirsten apagó el fuego y se sintió afortunada porque el incidente ocurriese en la misma habitación en la que ella se encontraba y no en otra. Si esto último hubiera pasado, es probable que su casa hubiera ardido.

La explicación
La batería del móvil de esta mujer no era la original del móvil. Tras dos años de intenso uso, decidió comprar un repuesto de la marca norteamericana Anker. Esta empresa es conocida por vender productos mucho más baratos que los originales. No los fabrica ella, sino que los encarga a empresas chinas y taiwanesas.

Una batería suele explotar cuando su temperatura es elevada -ya sea por la temperatura ambiente o porque lleve mucho tiempo enchufada a la red- y sobre todo, porque algún componente metálico se cuele en el espacio que hay entre los dos polos de la batería.

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Cada batería cuenta con un polo positivo y uno negativo, con un separador entre medias. Como las baterías cada vez son más pequeñas, el separador cada vez es más fino. Si cualquier resto metálico se cuela en el separador, se produce un cortocircuito, el sistema se calienta, y puede haber riesgo de explosión.

Parece que en el caso de Kirsten, alguna traza de algún metal se coló dentro de su batería. Puede que en la fabricación del repuesto no se tomaran las medidas de seguridad suficientes y materiales contaminantes se colaran dentro de la pieza.

Sony ya lo sufrió
Algo parecido le ocurrió a Sony hace 7 años. En 2006, la empresa japonesa tuvo que recoger nada más y nada menos que 7.5 millones de unidades defectuosas que alimentaban ordenadores portátiles de marcas como Dell, Toshiba, Fujitsu o Apple.

Algunos usuarios vieron con pavor como sus queridos portátiles se incendiaban al estar demasiado tiempo enchufados a la red eléctrica. Todo se debía a un fallo en el control de calidad de la fabricación de estas piezas, muchas de ellas contaminadas con restos metálicos. La broma le costó a Sony unos 260 millones de dólares.