La otra manera para salir de la crisis, y rápido
Mientras los líderes de la eurozona intentan por enésima vez desenredar el intrincado hilo que los envuelve e inmoviliza a la hora de resolver los enormes problemas económicos de los países del euro, un pequeño estado, también europeo, que se despeñó por el abismo de la crisis financiera en 2008, renace con fuerza de sus cenizas aplicando el modelo opuesto.
Es Islandia, una isla que zozobró a las primeras de cambio ante la embestida de la crisis financiera. Quebraron sus tres grandes bancos, el paro se disparó, se devaluó fuertemente la moneda, recibió ayuda del FMI a cambio de fuertes recortes de gasto, el primer ministro y varios gestores de los bancos fueron procesados por llevar el país a los infiernos y se votó y se rechazó en referéndum que el Estado asumiera la deuda externa de esos bancos. Y, lo que es más importante, al mismo tiempo han preservado los avanzados servicios sociales que ya tenían, su estado del bienestar.
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Es la hoja de ruta inversa a la que están aplicando los países de la moneda única, en este caso en un país sin los inconvenientes y las ventajas de pertenecer al euro, y funciona. Islandia ha recuperado el pulso económico con fuerza. El último dato de paro es espectacular y lo corrobora.
La tasa de desempleo ha bajado al 5% de la población activa en septiembre, un punto porcentual menos que hace un año y que roza ya el pleno empleo, confirmando una recuperación casi milagrosa vista con los ojos de un país periférico de la zona euro. Baste recordar que hace dos años el desempleo alcanzaba su máximo al tocar el 12%. Desde entonces ha ido en descenso de forma continuada. Con una población activa de 180.700 personas, solo 9.000 islandeses en edad de trabajar están desempleados.
Pero, ¿cómo se ha conseguido este milagro económico? Islandia, al mismo tiempo que aplicaba fuertes recortes, incrementaba los impuestos a los más ricos. "Usamos el beneficio para estimular el crecimiento y garantizar que el Estado del bienestar quedara intacto", afirmaba orgulloso el ministro de exteriores del país, Össur Skarpheoinsson, ante las Naciones Unidas hace pocos días.
Es más, mientras que la crisis ha laminado la ayuda que Europa concede a los países en desarrollo, Reikiavik camina en la senda opuesta. Ha aumentado los fondos para cooperación y comercio exterior en sus presupuestos nacionales. "Si hay que sacar alguna lección de la recuperación islandesa, es que la austeridad, por sí sola, no funciona", concluye el Gobierno de la isla. Y no cabe duda que lo conseguido le avala para decirlo.