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Jean Nallit, leyenda viva de la resistencia francesa

Como cada 8 de mayo, Francia conmemora la liberación de la ocupación Nazi. Todo ocurría hace setenta años. Son los tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Lyon es la capital de la resistencia francesa. Situada en zona libre entre 1940 y 1942, se convierte en centro de la lucha contra la ocupación. En 1942, la Gestapo se instala en la región con el objetivo de acorralar a los judíos y a la resistencia. Su cuartel general es la Escuela de Sanidad Militar de la Avenida Berthelot, escenario de los interrogatorios y de las torturas. Jean Nallit es uno de los miembros de la resistencia que sufre entre sus muros. “Dentro de la organización nos encargábamos del servicio de información, de los maquis, de fabricar documentos falsos. Haríamos entre 25.000 y 30.000. Sabíamos que si nos detenían seríamos fusilados. Me arrestaron el 31 de marzo de 1944, me trajeron inmediatamente hasta este edificio. Torturado con la técnica del ahogamieto, reanimado a patadas, a palos. No pude sentarme durante seis meses porque me golpearon en la columna y en las nalgas”. “En 8 de mayo me metieron en uno de esos trenes para animales. Al llegar habría una decena de muertos, la mitad estaban medio locos por la falta de bebidas, la otra mitad medio asfixiados porque íbamos encerrados, el vagón estaba mal ventilado. Tuve la suerte de quedarme bloqueado contra la abertura de la puerta, y podía respirar por la boca. El tren nos llevó a Buchenwald. Cuando llegamos nos dieron una matrícula. Se acabaron los nombres, debíamos pronunciar (nuestro número) en alemán 49839. Un número grabado para siempre”. “Allí nos dejan en cuarentena bajo unos toldos de tienda de campaña. Para dormir nos obligan a sentarnos en el suelo con las piernas abiertas, descansando amontonados unos sobre la espalda de los otros y así durante unos cuarenta días. Me asignan a la cantera de piedra, picando durante 12 horas, sin relevo, sin hablar con los compañeros. Todo está previsto para aniquilarnos”. “Después me destinan al control de piezas para aviones. No se estaba mal del todo porque te pagaban. Nunca comprendí cómo utilizaron en las fábricas de armamento, a detenidos que eran miembros de la resistencia. No quería trabajar. Un día llego y otro prisionero belga me dice: “¿Vienes para trabajar?” y le respondo: “No”. ¿Y tú, le digo? “No, yo tampoco”. Entonces nos vamos a entender bien. Dejábamos que pasaran tanto las piezas buenas como las malas, el sabotaje continuaba durante toda la cadena de montaje”. El avance aliado desató toda la crueldad del Ejército nazi. “Todo el mundo debía ser exterminado: los judíos, y todos los que estaban en los campos (de concentración). Sin embargo, al reanudarse la ofensiva rusa para evitar caer en manos de los rusos o de los americanos, los miembros de las SS nos arrastran en zig-zag a través de Alemania, seguramente para ahogarnos en el Mar Báltico. Hicimos 900 kilómetros a pie”. “Fui liberado el 8 de mayo de 1945. Al inicio de la marcha forzada eramos unos 5.000. Cuando llegamos menos de 500. Pesaba 38 kilos. Necesité tres años para recuperarme y alcanzar apenas los 50 kilos”.