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Gol del independentismo catalán

El fútbol es fútbol se dice pero es algo más que un espectáculo deportivo. Negocio multimillonario, amplificador de emociones, hasta hay para quien es filosofia. Hace mucho que se usa para hacer política y el campo ha sido escenario de mil y una reinvidicaciones. Si las recientes finales de Copa del Rey a las que llegaba el Barça ya eran polémicas por los pitidos al himno. Este año lo ha sido por algo nuevo, el intento de prohibir la estelada, la bandera independentista catalana. La decisión de la delegación del Gobierno de Madrid acabó prendiendo la mecha de un soberanismo, durante meses en letargo, con la oposición de la mayoría de los partidos. A punto de explotarle en las manos al Gobierno, finalmente un juez de Madrid suspendió la prohibición al entender "que la exhibición de banderas como éstas no genera violencia o intolerancia en el deporte". La norma en las ligas europeas es ser más permisivo con la simbología política con la salvedad de las banderas fascistas. Otra cosa son los insultos a las instituciones del Estado como podría ser las pitadas al Rey o al himno. En Francia, por ejemplo, se multa con 7.500 euros y hasta seis meses de cárcel cualquier acto en un estadio que signifique un menosprecio al jefe del Estado, la bandera o el himno nacional. Además, el partido queda interrumpido. Con pitidos o no el Rey volverá a estar en el palco esta noche, junto al presidente de la Generalitat, la presidenta andaluza y los alcaldes de Sevilla, Madrid y Barcelona. Con España en nivel 4 de alerta antiterrorista, el partido ha sido calificado de alto riesto. 2.500 agentes velaran por la seguridad.