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CDC trata de refundarse tras 42 años como partido hegemónico en Cataluña.

Convergencia Democrática de Cataluña se creó en la clandestinidad hace casi 42 años, uno antes de la muerte de Franco, y desde entonces, ha marcado gran parte de los pasos de la política en la comunidad autónoma catalana y el gobierno central en Madrid. Formación fundada por Jordi Pujol, capaz de posibilitar los ejecutivos, a uno y otro lado, de Felipe González y José María Aznar. Eran los tiempos de su hegemonía en la Generalitat catalana, siempre con Unió como socio. Pujol estaría al frente de la presidencia catalana durante 23 años, desde 1980 a 2003, con tres mayorías absolutas y habiendo liderado el partido más votado en cinco de las seis legislaturas en las que se presentó y alcanzó la presidencia de la Generalitat. Estabilidad parlamentaria que registraría su primer gran descenso con la llegada de su sucesor, Artur Mas. El tripartito de izquierdas rompía entonces las aspiraciones inmediatas del hombre en la sombra en los últimos de 'pujolismo', a la vez que se aprobaba, durante esos años, el nuevo Estatut de Cataluña, recurrido y bloqueado, en 2010, por el Tribunal Constitucional. Un punto de inflexión de lo que estaba por venir. Mas llega a la presidencia catalana a finales de ese año. Con casos de corrupción, eso sí, como el Pretoria o el del Palau de la Música, que salpican ya de lleno a varios de sus dirigentes. En medio de las políticas de recortes del ejecutivo de Mas y de las protestas en la calle, se produce el gran giro de Convergencia, que pasa del nacionalismo al independentismo en 2012 al calor de las grandes manifestaciones en las diadas. Después vendría una consulta, la del 9-N, que lleva a Mas y otros cargos del Govern a los tribunales, mientras toda la familia Pujol es imputada por diferentes delitos económicos, incluido Jel expresident por su fortuna oculta en el extranjero durante más de 30 años. Reinvención constante de CDC, incluso con siglas diferentes en el Congreso, candidaturas conjuntas por el Estado catalán propio, como Junts Pel Sí, y pasos a un lado como el de Mas en la presidencia, que eso sí, no amortiguan de momento la caída en votos.