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¿Un virus para erradicar o fortalecer a populistas globales?

(Bloomberg) -- La última crisis global allanó su camino hacia el poder. La pregunta es si la crisis actual aflojará su control.

Las consecuencias del colapso financiero de 2008 produjeron un sismo electoral que cambió la política de los partidos de la posguerra, trajo una nueva generación de populistas al gobierno y cambió decisivamente el equilibrio entre las potencias mundiales frente China, en lugar de Estados Unidos. El nuevo coronavirus podría ser igual de perturbador.

Es demasiado pronto para pronosticar qué Gobiernos sufrirán políticamente por su manejo del virus, ya que el número de muertos continúa creciendo y una cuarta parte de la población mundial permanece en cuarentena. Aun no queda claro si las respuestas a Covid-19 desenmascaran o afianzan a líderes como el presidente de EE UU., Donald Trump, a Jair Bolsonaro en Brasil, o al jefe de la oposición italiana, Matteo Salvini.

También es incierto si China logrará o no convertir en una oportunidad geopolítica una enfermedad que parece haberse extendido por todo el mundo desde la provincia de Hubei, a medida que transporta equipos médicos y suministros de tapabocas y otros equipos para pulir su imagen en países como Irán e Italia.

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Sin embargo, lo que ya es evidente es que para los líderes populistas que prosperan al retratar a su país como asediado, el coronavirus se está convirtiendo en un verdadero desafío. Esta vez, el enemigo es invisible y no encaja fácilmente en una simple narrativa antiélite, antimigrante o anticiencia que ha sido políticamente fructífera antes. En lugar de temer a los demás, las personas temen por sí mismas.

El coronavirus no solo está creando una prueba darwinista de qué sistemas y sociedades son más capaces de hacer frente, sino que más ciudadanos valorarán las decisiones políticas respaldadas por la verdad, dijo Ahn Cheol-soo, excandidato presidencial de Corea del Sur y médico capacitado. Ahn hablaba desde el autoaislamiento después de tratar a enfermos en Daegu, epicentro del brote en el país.

“Eventualmente ayudará a construir un panorama político en el que el público no se deja influenciar por el populismo”, dijo Ahn, quien formó un grupo político para desafiar las elecciones parlamentarias del 15 de abril. “Eventualmente eso hará que los populistas pierdan terreno”.

Al mismo tiempo, algunos líderes han tratado de aprovechar la inquietud generalizada ante un virus que se ha extendido por un globo profundamente interconectado a la velocidad de aeronaves modernas. Incluso obliga a Gobiernos que favorecen la globalización a cancelar viajes e interrumpir las cadenas de suministro. El curso del virus podría de hecho justificar argumentos nacionalistas sobre un mundo menos conectado.

Después de descartar inicialmente la gravedad de la pandemia, Trump desde entonces ha tuiteado que “¡ES POR ESO QUE NECESITAMOS FRONTERAS!” Calificó el coronavirus de “chino” antes de retractarse.

En Hungría, el primer ministro, Viktor Orban, inicialmente enfocó la ira popular en un grupo de estudiantes iraníes que fueron puestos en cuarentena y luego dieron positivo. A medida que el virus se apoderó de la comunidad en general, dejó de lado el tema antiinmigrante que le ayudó a ganar una tercera elección consecutiva en 2018.

Salvini, líder del partido la Liga, cuyas raíces están en la región del norte de Italia más golpeada, vinculó la propagación de la enfermedad con migrantes que cruzaron el Mediterráneo hacia Italia desde el norte de África. No presentó ninguna evidencia.

Un exministro de Interior, Salvini, también ha retratado que el primer ministro, Giuseppe Conte, hace muy poco y muy lentamente para combatir el coronavirus, y al mismo tiempo lo acusa de imponer las decisiones de una élite sin consultar al Parlamento. Sin embargo, ninguno de estos argumentos ha cobrado fuerza hasta la fecha, en un país que lucha por hacer frente a lo que rápidamente se está convirtiendo en la mayor epidemia mundial.

Parece haber una dinámica similar en Alemania. La canciller, Angela Merkel, y su asediado partido Unión Demócrata Cristiana recibieron un fuerte golpe en las elecciones por la ola de refugiados que huyeron al país de la guerra siria en 2015-16.

Ahora aumenta su popularidad gracias a su respuesta al coronavirus. Una encuesta reciente mostró que el apoyo a los demócratas cristianos ha aumentado en cinco puntos porcentuales. El partido se unió a pares tradicionalmente cautelosos desde el punto de vista fiscal, como los republicanos estadounidenses y los conservadores británicos, en el dejar de lado compromisos ideológicos para reducir los déficits presupuestarios.

Para Trump y Bolsonaro las apuestas son más altas.

El presidente de EE.UU. ha sido fuertemente criticado por gobernadores estatales por no actuar lo suficientemente rápido como para contener el Covid-19, pese a un paquete de ayuda de US$2 billones para la economía que fue aprobado en el Senado. El jueves, EE.UU. superó a Italia en número de casos, con más de 80.700, y estaría a punto de superar a China.

En Brasil, la insistencia de Bolsonaro de que la vida y los negocios deberían continuar como de costumbre, a pesar del virus, ha provocado protestas en las principales ciudades con personas que golpean ollas y sartenes desde sus ventanas. Bolsonaro ya estaba bajo presión antes de la pandemia cuando el escándalo se apoderó de su familia y el renacimiento económico prometido no se materializó. Ahora parece vulnerable.

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, populista de izquierda, también ha minimizado la gravedad de la amenaza del virus, diciéndole a la gente “que sigan saliendo a comer”.

Aunque México aún tiene relativamente pocos casos registrados, una encuesta telefónica realizada por el propietario del diario Reforma halló que 44% de los mexicanos ahora desaprueba su manejo de la amenaza del coronavirus, frente a 37% a favor. El jueves, pareció cambiar su tono y pidió a las compañías que enviaran a sus trabajadores a casa.

En el Reino Unido, la urgencia en torno a Covid-19 incluso ha enterrado el debate sobre los términos de la salida del país de la Unión Europea y, a la par, el coqueteo del primer ministro, Boris Johnson, con el populismo.

Difirió notablemente el actuar de expertos médicos y epidemiológicos en su intento inicial por adoptar un enfoque medido para combatir la enfermedad.

Sin embargo, la idea de que luchar contra el coronavirus conducirá a la restauración de una fe previa a la crisis financiera es, de hecho, una ilusión, según Benjamin Moffitt, de Australian Catholic University, en Melbourne. Eso aplica particularmente a EE.UU.

“La experiencia, en términos de la idea de conocimiento neutral, está muerta en la mente de muchas personas”, dijo. “No se puede pasar una década argumentando que el cambio climático no tiene sentido y que no se necesitan vacunas, y luego volver y decir que sí se necesitan expertos”.

Nota Original:A Virus to Kill Populism, Or Make Its Global Patrons Stronger

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