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La paradoja de ser hombre y subirse al carro de la igualdad

Aracelis Bonet tiene 50 años y durante la pandemia ha compaginado trabajo y cuidados a su hijo autista (Getty Images)
Aracelis Bonet tiene 50 años y durante la pandemia ha compaginado trabajo y cuidados a su hijo autista (Getty Images) (GIANRIGO MARLETTA via Getty Images)

La pandemia ha evidenciado un gran retroceso en la ansiada igualdad de género. En situaciones ‘ecuánimes’ donde tanto las mujeres como los hombres trabajan y además tienen su cargo a hijos, mayores o familiares que necesitan una atención especial, el peso doméstico ha acabado - con excepciones - recayendo más en ellas. Se produce entonces una situación curiosa, cuando al género masculino se le formula la pregunta de si es necesaria esa igualdad tanto en sueldos como en conciliación laboral y familiar, la respuesta es abrumadora: “por supuesto que sí”. Entonces, si de cara a la galería, un enorme número de hombres aboga por la equidad, ¿cómo es posible que las cifras nacionales y globales indiquen justo lo contrario?

Faltan datos concretos en España para conocer el verdadero impacto de la conciliación familiar y laboral durante el último año, aunque según un estudio realizado por el Instituto de la Mujer, fueron ellas las que más necesitaron pedir a sus empresas una flexibilización de los horarios y alternar las horas de trabajo. El número de trabajadoras en 73 compañías analizadas que han necesitado tal flexibilización ha pasado de 570 a 777, mientras que el de hombres ha sido de 291 a 420.

Los malabarismos a los que se enfrentan una mayoría de mujeres incluyen situaciones como niños que interrumpen reuniones online, emails a altas horas de la madrugada, retrasos, abandono de responsabilidades laborales para atender a las domésticas… en definitiva, un goteo de dificultades extendidas durante el último año que les está generando altos niveles de estrés que ponen en riesgo su salud mental. Las consecuencias de este desequilibrio son varias.

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Una de ellas es que la tasa de paro en las mujeres residentes en España ha sido del 18,39% frente al 14,39% de los hombres (cuatro puntos porcentuales mayor) al cierre del tercer trimestre de 2020. Es cierto que los sectores generalmente ocupados por mujeres también son los que más están sufriendo, aunque en muchos casos, es imposible la conciliación, ellas no dan abasto a la hora de compaginar trabajo y familia (falta de productividad etc) y acaban abandonando sus empleos. Esta tendencia se ha repetido en países como Estados Unidos, donde el desempleo ha sido mayor en mujeres que en hombres (865.000 frente a 216.000), según el Departamento de Empleo. Tan solo un 55,6% de las estadounidenses tienen trabajo, lo que supone un máximo histórico que no se había visto desde 1986.

En Reino Unido, el desempleo femenino también toca techo durante la pandemia con un 72% comparado con el 78% de hombres. Además, ellos participan en casa una media de dos horas, mientras que ellas dedican cuatro horas a las labores domésticas y los cuidados. Las encuestas en el país son lapidarias, en una de ellas, un 79% de las mujeres encuestadas afirmó que “la responsabilidad del hogar y de la educación de los hijos en casa” tras el cierre de los colegios recayó en las mujeres. Un 77% confesó que les resulta imposible trabajar de forma ininterrumpida. Otra encuesta concluye que nueve de cada 10 trabajadoras declararon que su salud mental se vio afectada durante los confinamientos y menos de la mitad aseguró compartir las labores de cuidados de los hijos y domésticas al 50% con sus parejas. Una de las estrategias que más se han visto en otros países es que un gran número de mujeres (un 25 por ciento en Reino Unido) usó sus vacaciones anuales para cuidar a sus hijos. Las que no lo hicieron, tuvieron que reducir su horario laboral o pedir bajas temporales sin remunerar.

Ante esta situación, algunas de las preguntas que surgen son: ¿dónde están las parejas de estas mujeres afectadas por la pandemia? ¿Por qué en general las jornadas laborales de los hombres son más respetadas que las de ellas? ¿Cómo es posible que la corresponsabilidad sea tan reducida?

Tal y como afirma la experta en cuestiones de género, Natasha Walter, en The Guardian, la brecha salarial es una de las respuestas. Los sueldos de los hombres son mayores y esa argumentación es incontestable a la hora de proteger la economía familiar. Se produce así una situación en la que las mujeres cobran menos - injustamente en muchos casos - y luego son las que además tienen que sacrificar sus carreras para navegar una crisis sanitaria en la que se han pasado a ser también en las responsables de gestionar la enseñanza en casa de sus hijos.

“Un 22% de las mujeres, frente al 14% de los hombres, tiene una renta baja permanente. El 64% de los trabajadores mal pagados son mujeres. Un informe publicado en febrero mostró que el 48% de las mujeres vio disminuir su renta disponible en enero, frente al 41% de los hombres. El cambio que debe producirse al salir de la pandemia debe ser transformador. Necesitamos una verdadera inversión y una distribución de las tareas”, afirmó Walter refiriéndose al caso británico.

Varias expertas en la materia de igualdad de género sugieren en diferentes artículos que existe una sensación generalizada: que un mismo argumento se suele volver en contra de mujeres que tienen buenos trabajos y sirven para que sus maridos “se salgan con la suya” - según Walter. Por ejemplo:

“Mi marido es autónomo, así que no cobrará si no trabaja, por eso yo me encargo de la educación en casa”. Dicho de otra manera: “Soy autónoma, así que puedo ser flexible, me encargaré de ser la tutora de mis hijos en casa”. Otro de los argumentos con dos caras de la moneda es: “Mi negocio fracasó debido al confinamiento, así que puedo llevar a cabo la educación en casa”. Una idea que también se puede tornar en: 'Mi marido perdió su trabajo, así que ahora está en plena búsqueda”.

Todavía vivimos en una sociedad donde culturalmente hay aspectos difíciles de aceptar, como que las mujeres sean las que lleven el peso económico del hogar o que los hombres se conviertan en los principales cuidadores de hijos, mayores o personas discapacitadas. Quizás sea demasiado fácil defender en público los derechos de las mujeres y dejarse llevar por la marea violeta, pero en privado, cuando llega el momento de la verdad, de pasar del mundo de las ideas a la realidad, la cosa cambia. Vivimos tiempos en los que es necesario romper con los estereotipos, pero no sólo por una cuestión de moda o tendencia, de ‘buenrollismo’ y por ser un ‘bienqueda’. La pandemia ha demostrado que a las mujeres les queda mucho para tener las mismas oportunidades y consideración que a los hombres; también que el sesgo de género es muy pronunciado. Aunque muchos creamos que esto no va con nosotros, quizás este Día Internacional de la Mujer sea un buen momento para reflexionar sobre cuál está siendo la factura que están pagado durante la pandemia las trabajadoras que además tienen a su cargo a hijos, mayores o familiares con necesidades especiales, y de qué manera se puede aliviar todo el peso que recae sobre sus hombros.

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