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Las sanciones occidentales le pasan factura a la economía de guerra rusa: cómo es el impacto para la ofensiva

La economía rusa da señales preocupantes
La economía rusa da señales preocupantes - Créditos: @Mikhail Klimentyev

WASHINGTON.- El mes pasado, cuando anunció la creación de una nueva comisión para coordinar los suministros para el ejército ruso, el presidente Vladimir Putin pareció reconocer la magnitud de los problemas económicos que enfrenta su país, y su percepción de la emergencia era palpable.

“Tenemos que ser más rápidos en las decisiones relacionadas con el abastecimiento de la operación militar especial y en nuestra respuesta a las restricciones a la economía que, sin exagerar, no tienen ningún precedente”, dijo el presidente ruso.

Putin se jactó durante meses del fracaso del blitzkrieg económico contra Rusia, pero según economistas y empresarios rusos, el impacto económico de las sanciones occidentales por la invasión a Ucrania es cada vez más fuerte, agravando la escasez de equipamiento para su ejército y obstruyendo su capacidad para lanzar cualquier ofensiva terrestre o construir nuevos misiles.

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Datos recientes demuestran que la situación ha empeorado considerablemente desde mediados de año, cuando la economía rusa todavía parecía estabilizada gracias al flujo constante de la renta petrolera y gasística. Las estadísticas publicadas la semana pasada por el Ministerio de Finanzas ruso muestran que un indicador económico clave, los ingresos impositivos de los sectores no petroleros ni gasísticos, cayó 20% interanual en comparación con octubre del año pasado, mientras que la agencia de estadísticas rusas Rosstat informó que las ventas minoristas cayeron un 10% interanual en septiembre, y la facturación de los cargueros cayó un 7%.

“Todos los indicadores objetivos muestran una fuerte caída de la actividad económica”, dice Vladimir Milov, exviceministro de Energía ruso, que ahora es uno de los políticos más importantes de la oposición en el exilio. “La crisis está en espiral ascendente y sin salida a la vista.”

La interrupción de las importaciones de tecnología desde Occidente está afectando a la mayoría de los sectores de la economía rusa, y los economistas señalan que la movilización forzosa de más de 300.000 reservistas rusos para luchar en Ucrania, sumado a la partida de por lo menos la misma cantidad de hombres que huyeron de la leva, resultó otro duro golpe para la economía. Además, la restricción impuesta por el propio Putin al abastecimiento de gas a Europa, seguida por la explosión nunca esclarecida del gasoducto Nord Stream, condujo a una caída de la producción de gas del 20% interanual en octubre. Mientras tanto, las ventas de petróleo a Europa están cayendo en picada, como adelanto del embargo que la Unión Europea impondría a Rusia a partir del 5 de diciembre.

Se han detectado dos fugas en el gasoducto Nord Stream 1 de Rusia a Europa en el Mar Báltico, horas después de un incidente similar en su gasoducto gemelo Nord Stream 2, dijeron las autoridades escandinavas el 27 de septiembre de 2022.
Se han detectado dos fugas en el gasoducto Nord Stream 1 de Rusia a Europa en el Mar Báltico, horas después de un incidente similar en su gasoducto gemelo Nord Stream 2, dijeron las autoridades escandinavas el 27 de septiembre de 2022. - Créditos: @JOHN MACDOUGALL

Para demostrar que la economía rusa puede aguantar el cimbronazo de sanciones draconianas, el Kremlin anunció que la caída del PBI será menor al 3,5% pronosticado por el FMI para este año.

Pero economistas y empresarios dicen que esas cifras tan celebradas no reflejan el estado real de la economía rusa, porque desde que se impusieron las sanciones el Kremlin terminó de hecho con la convertibilidad del rublo. “El número del PBI dejó de tener sentido, porque en primer lugar no sabemos cuál es la verdadera tasa de cambio del rublo, y en segundo lugar, porque cuando fabrican un tanque, lo envían al frente y es destruido de inmediato, lo siguen considerando como valor agregado”, dice Milov, que este mes escribió un informe explicativo para el Centro de Estudios Europeos Wilfried Martens.

Problemas aún más graves acechan al sector bancario ruso, cuya contabilidad se desconoce y es información clasificada. En medio de un aumento de la ansiedad por la movilización de conscriptos y el estado de la economía, esta semana el Banco Central de Rusia informó que en octubre se fugó del sistema bancario ruso la cifra récord de 14.700 millones de dólares.

Aún así, un informe de noviembre del Banco Central advirtió que en el cuarto cuatrimestre de 2022 el PBI ruso sufriría una contracción del 7,1%, después de caídas interanuales del 4,1% y 4% en los dos cuatrimestres previos. La semana pasada, mientras la economía rusa entraba oficialmente en recesión, la directora del Banco Central dijo ante legisladores que el año próximo la situación puede empeorar aún más. “Tenemos que mirar la situación con la cabeza fría y con los ojos bien abiertos. Y nuestra conclusión es que las cosas pueden empeorar”, dijo.

En septiembre, el anuncio de Putin de una movilización parcial de tropas impactó de lleno en el entorno empresarial. “Muchas empresas empezaron a sentir que la guerra era real”, dice Janis Kluge, miembro del Instituto Alemán de Seguridad y Asuntos Internacionales. “Ahora queda claro que esta situación va continuar por mucho tiempo. Las expectativas son mucho peores que hace seis meses.”

El primer ministros, Mijaíl Mishustin, (en la pantalla) junto a Vladímir Putin por videoconferencia.
El primer ministros, Mijaíl Mishustin, (en la pantalla) junto a Vladímir Putin por videoconferencia.

Según economistas y analistas, la decisión de Putin de crear un comité de coordinación encabezado por el primer ministro Mijaíl Mishustin es una señal de que el presidente ruso está nervioso por el creciente impacto de las sanciones. “A Putin le preocupa que las sanciones afecten verdaderamente la capacidad de Rusia para producir bienes”, dice Sergéi Guriev, rector del Instituto de Estudios Políticos de París. La creación del comité revela que el gobierno ruso también prepara una movilización forzosa de la economía rusa, para brindar suministros al ejército en medio de una escasez crónica de materias primas, como alimentos y uniformes.

Una serie de leyes nuevas prevén multas considerables -y hasta el posible encarcelamiento- para los empresarios que se nieguen a seguir las órdenes de las fuerzas militares, anticipo de posibles presiones para que provean bienes al ejército a precios de remate. La creación del comité “va de la mano de fuertes presiones contra las empresas y con la necesidad de obligarlas por decreto a hacer lo que no quieren hacer”, dice Nikolai Petrov, investigador principal para Rusia y Eurasia del grupo Chatham House, Londres.

Un empresario moscovita con contactos en el sector de defensa dice que la movilización forzosa de la economía rusa ya está en marcha, porque muchos empresarios se ven obligados a producir bienes para las fuerzas armadas rusas pero temen expresarse en público contra la orden de suministrar productos a precios rebajados.

“Fue imperativo desde el comienzo mismo de la guerra”, dice el empresario, que pidió conservar el anonimato por temor a represalias. “La mayor parte de los empresarios se callan la boca. Si uno dice que produce suministros o armas para el Estado ruso, sabe que puede tener problemas en el exterior.”

La prensa rusa publicó historias que ilustran los enormes problemas que tiene el Kremlin para equipar a los conscriptos recién reclutados. Un informe de octubre del diario ruso Kommersant describe enormes faltantes de pertrechos y municiones, y el testimonio de fabricantes que dicen tener dificultades para entregar los materiales necesarios debido a la falta de insumos occidentales.

Otros empresarios rusos señalan que la debacle militar rusa en Ucrania dejó al descubierto la corrupción y las enormes deficiencias del complejo industrial militar ruso. “Hay graves cuestionamientos sobre el destino de los miles de millones de rublos destinados a la modernización del Ejército durante la década pasada”, dice un exbanquero ruso con contactos con el Estado.

Por Catherine Belton y Robyn Dixon

The Washington Post

(Traducción de Jaime Arrambide)