No solo la mentalidad de los consumidores y, por tanto, la de las empresas, se inclina cada vez más hacia la sostenibilidad. Los inversores también notan un aumento en la demanda de productos ecológicos y están dispuestos a desembolsar millones.
Se trata de una realidad con la que tendrán que lidiar eventualmente los grandes fabricantes y minoristas: los consumidores jóvenes son más conscientes que nunca de las prácticas que deterioran el medio ambiente y eso está cambiando de forma radical los hábitos de compra tradicionales.
Por supuesto, muchos compradores están al tanto de que la mayoría de estas prendas no se recicla y termina en los vertederos o se amontonan en pilas que obstruyen los ríos y playas de países en desarrollo; así que todos los componentes de la industria de la moda deberán dar un giro decisivo si no quieren perder ganancias.
Ropa de algas, ¿el Tesla de la moda?
Desde hace varios años, solucionar un desafío de tal magnitud se ubica entre las principales directrices del trabajo de Charlotte McCurdy, investigadora, diseñadora y profesora asistente en la Universidad Estatal de Arizona.
McCurdy diseñó en 2018 un impermeable hecho de algas marinas que absorben carbono, en un ejercicio de pensamiento sobre lo que usan las personas para protegerse de un clima cada vez más loco debido a la propia actividad humana.
Esa y otras creaciones de McCurdy hechas con plástico a base de algas han sido exhibidas en museos, aunque no comercializadas. Por lo pronto, la diseñadora solo busca mostrar que, con un poco de imaginación, es posible hacer por la moda lo que inclinarse a la energía eléctrica está haciendo por los automóviles.
“Parte de mi visión sería algo así como el modelo Tesla en diseño de moda”, dije McCurdy a Bloomberg. “Hacer que la gente quiera lo más sostenible, incluso si es por la razón equivocada”.
La investigadora se refiere al problema de los altos costos que tendría, en un principio, fabricar ropa hecha de algas u otros materiales ecológicos. Pero considera que la ventaja de las fibras derivadas del petróleo, actualmente más baratas, se disipará a medida que el mundo haga la transición a una energía más limpia.
Cualquier tecnología nueva suele ser costosa hasta que alcanza una buena demanda y eso significa que el desafío estará en hacer que la moda sostenible sea deseable, no solo desde el punto de vista ético.
Eso es lo que empresas emergentes, como la británica Vollebak, están tratando de lograr con un enfoque en prendas futuristas. Fundada en 2015, la startup vende camisetas de cáñamo teñidas con algas que pueden arrojarse al compost o enterrarse en el patio de la casa. Se descomponen en cuestión de semanas.
Los inversores se frotan las manos
Entre sus inversores, Vollebak cuenta con el cofundador de Airbnb, Joe Gebbia, y Sean Brecker, director financiero de Headspace Health. “No creo que nadie más esté construyendo el futuro de la ropa”, y los inversores lo saben, opina su cofundador y director ejecutivo Steve Tidball.
Ya usadas en biocombustibles y bioplásticos, las algas atraen especial atención porque son rápidas de cultivar, no necesitan mucha agua, absorben el dióxido de carbono y producen durante su crecimiento alrededor del 70% del oxígeno en nuestra atmósfera, más que todos los bosques juntos.
Renana Krebs conocía estos datos cuando fundó la startup israelí Algaeing en 2016, una alternativa basada en algas para los tintes químicos y derivados del petróleo que se encuentran en todas partes en la industria de la confección.
Después de un comienzo lento, el interés en los tintes y tintas de Algaeing explotó el año pasado. Ahora la empresa está trabajando las 24 horas para cumplir con grandes pedidos comerciales de los fabricantes de ropa de salón, ropa deportiva y textiles para el hogar.
También está desarrollando hilo a base de algas, que espera comenzar a fabricar comercialmente el próximo año. “Nos dicen, literalmente, ‘entréganos todo lo que tengas’”, contó Krebs.
Algaeing ha recaudado alrededor de US$ 5 millones de inversores, mientras Krebs tiene como objetivo asegurar otros US$ 15 millones en una nueva ronda de financiación a principios del próximo año.
“Utilizan menos agua, menos energía, menos transporte e incluso menos tiempo de entrega. Se tarda unos 180 días en cultivar algodón; las algas tardan solo tres semanas”, explica. Las algas de Algaeing también requieren un 80% menos de agua que el algodón y no necesita pesticidas para crecer.
Ahorrar más agua ha estado en la agenda del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) desde hace años. Según sus datos, se necesitan alrededor de 2.000 galones de agua para hacer un par de jeans, mientras que el teñido de textiles por sí solo es el segundo mayor contaminante de agua a nivel mundial.
Ofer Gomeh, CEO de Capital Nature, un fondo de capital de riesgo con sede en Tel Aviv que ha invertido en Algaeing, dice que su motivación es puramente económica: “La ropa sostenible será un sector en crecimiento”, sentenció.
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