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Por qué no podemos esperar que el mercado energético se haga sostenible de manera espontánea y automática

Contaminación Foto: Getty
Contaminación Foto: Getty

Llevamos muchos años oyendo hablar del cambio climático. Nos han contado que el recalentamiento de la tierra traerá consigo consecuencias negativas en la agricultura, la ganadería y en el aire que respiraremos. Sin embargo, pese a la gran cantidad de mensajes tanto la sociedad como los políticos han tardado mucho en ponerse las pilas y remar juntos en la misma dirección.

Los acuerdos de París del año 2015 sentaron las bases de un plan común internacional de actuación, en el marco de las Naciones Unidas. La semana pasada Nueva York congregó a más de 70 estados para fijar acciones más concretas y arrancar un compromiso real de unidad. Hay tres países que han reusado de actuar contra el calentamiento global: EEUU, China e India, tres de los grandes productores industriales del mundo y por tanto de los más contaminantes.

En los objetivos marcados, que son reducir los gases contaminantes que crean el efecto invernadero y por tanto el calentamiento global, hay una gran problemática latente: la economía. No solo se habla de evitar que suba la temperatura, sino de los costes para conseguirlo.

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Algunos expertos se muestran molestos, ya que apuntan que los costes de regulación para atajar este problema son mayores que los costes del propio cambio climático, y que, cuanto más se tarden en acometer las medidas necesarias, más caro será. Además, apuntan que será la propia tecnología la que contribuirá a reducir los efectos contaminantes de las empresas, porque se irán creando máquinas mucho más precisas y sobre todo más sostenibles que harán ellas solas el trabajo sucio.

Otros creen que no se puede dejar este problema a merced de las empresas ya que es el propio sistema capitalista e industrial el que ha provocado el aumento de la contaminación y, por tanto, no va a frenar su actividad de manera voluntaria sin una regulación especifica que sea de obligado cumplimiento.

Hay opiniones de toda índole, y cada estado está tratando de adecuar sus intereses a las normativas del clima, pero lo cierto es que van muy lentos. La Unión Europea no consiguió presentar un acuerdo común en la pasada cumbre, y todo se emplaza siempre para la próxima vez, sabiendo que es un problema que no nos espera, y Donald Trump, un ‘negacionista empedernido’, ni siquiera asistió a la última cumbre, dando a entender que le importa poco o nada el asunto.

Los estados tienen que legislar y las grandes multinacionales deben adecuarse a la ley, por obligación y responsabilidad, ya que están en el punto de mira de todos. De momento no hay una noma común, pero sí un objetivo. El problema radica ahora en como convencer a los que no se implican de la necesidad de unirse al movimiento.

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