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La muralla verde africana: así es el proyecto que pretende frenar al Sahara

Catorce países africanos están plantando millones de árboles para crear una enorme barrera verde alrededor del desierto del Sahara y frenar el impacto del cambio climático. Con una inversión de casi 7.000 millones de euros, los cambios empiezan a verse en países como Senegal. Pero no todo es positivo.

Los objetivos de este macroproyecto, con el horizonte en 2030, son restaurar 50 millones de hectáreas de tierra, dar seguridad alimentaria a 20 millones de personas, crear 350.000 empleos y ‘producir’ 250 millones de toneladas de carbono.

Los enormes cambios climáticos de las últimas décadas han dejado varias zonas africanas estériles y han obligado a miles de familias a desplazarse en busca de pastos y una forma de vida más llevadera. El proyecto arrancó en 2007, cuando 11 países agrupados en la Unión Africana decidieron construir una gran muralla de árboles de 7.700 km de largo y 15 km de ancho entre Senegal y Yibuti para parar el avance del desierto del Sáhara hacia el sur. Hoy son 14 países y 7.000 millones de euros de presupuesto.

El proyecto arrancó con un presupuesto de 3.700 millones de euros, comprometidos en la Cumbre del Clima de París de 2015 por varias instituciones entre las que destacan el Banco Mundial, la Unión Europea, el Banco Africano de Desarrollo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y entidades privadas tales como la International Conservation Caucus Foundation.

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Lamentablemente el proyecto ha resultado ser demasiado ambicioso. De la superficie prevista para repoblación, apenas se ha cubierto un 15%. Los nómadas del pueblo Fulani, uno de los más afectados por la desertificación, han reducido desde 2010 considerablemente sus grandes desplazamientos migratorios porque ahora ya tienen más zonas verdes cerca gracias a la gran muralla.

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Desierto del Sahara. Foto de International Business Times
Desierto del Sahara. Foto de International Business Times

Con el horizonte en 2030, parece que aún queda bastante por hacer. No solo se trata de plantar árboles, el plan también incluye la construcción de un dique y un gran sistema de riego para potenciar la agricultura en países que llevan décadas azotados por la lacra del hambre.

Cada año se plantan en África casi dos millones de árboles, con Senegal como abanderado. Allí se han plantado 11 millones desde el inicio del proyecto y se ha logrado recuperar 27.000 hectáreas de tierra para producir más alimentos y dar un modo de vida a las comunidades locales.

Pero no todos los países progresan al mismo ritmo. La creación de esta muralla natural es necesaria para evitar una catástrofe humanitaria futura. Ahora bien, no siempre se han tenido en cuenta aspectos fundamentales como la reforestación con especies autóctonas, las características del terreno o el modo de vida de la población. Conviene tener en cuenta a los de abajo para saber cómo se gestionan las tierras.

Antes de convertirse en uno de los mayores desiertos del planeta, el Sahara era una región de sabanas y praderas frondosas, con cazadores y recolectores que vivían de una variedad animales y plantas, rodeados por lagos permanentes y lluvias frecuentes. Claro, eso sucedía hace entre 5.000 y 10.000 años.

Según cálculos de la ONU, a medio plazo alrededor de 500 millones de africanos verán disminuir su calidad de vida por el calentamiento global y cerca de 60 millones tendrán que abandonar sus hogares por culpa de la desertificación del Sáhara y el Sahel. El asunto es: ¿qué podemos hacer a nivel individual e institucional para evitar este drama?