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El éxito repentino de Parler, una red social refugio de conservadores enfadados con Twitter y fans de teorías de la conspiración

La plataforma social, Parler, cuenta con ocho millones de usuarios. (Getty Images)
La plataforma social, Parler, cuenta con ocho millones de usuarios. (Getty Images)

La voz del senador republicano, Ted Cruz, tiene un enorme peso entre el sector más conservador de Estados Unidos. Su cruzada contra las corporaciones tecnológicas de Silicon Valley, como Facebook y Twitter, cuenta con una argumentación muy clara: alega que estas plataformas están determinando qué tipo de contenido debe ser compartido por sus usuarios, defiende que censuran determinadas ideologías y cataloga a los Mark Zuckerberg o Jack Dorsey de instrumentalizar la tiranía de la izquierda en lo que, a ojos del político, supone un evidente atentado contra la libertad de expresión de determinados usuarios.

En junio de este año, Cruz publicó un vídeo en las redes sociales en el que instó a sus seguidores a que se unieran a una nueva plataforma online: Parler. Su discurso fue expuesto con un áurea institucional, desde el que parece ser su despacho, y donde denunció la manera en la que las grandes plataformas sociales están callando las voces de millones de personas. Tras su razonada exposición del problema llegó su solución.

“(…) por eso estoy orgulloso de formar parte de Parler. Esta plataforma entiende lo que es la libertad de expresión y estoy entusiasmado por ser parte de ella. Hablemos; hablemos libremente y acabemos con la censura de Silicon Valley”, sentenció.

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Lo que parecía una explicación sobre lo que él considera como una injusticia se convirtió en la promoción de un espacio de “libertad” no exento de polémica del que también forman parte otras personalidades conservadoras como Rudy Giuliani, exalcalde de la ciudad de Nueva York y abogado personal de Donald Trump - le está llevando todas las causas del supuesto fraude electoral -, los hijos del todavía presidente de EE.UU., Eric y Lara, o su jefe de campaña, Brad Parscale, entre otros, así como medios conservadores como The Washington Examiner.

Durante los días posteriores a las elecciones presidenciales en EE.UU., Parler vivió un espectacular incremento de sus descargas. Según datos de SensorTower, entre el 3 de noviembre - jornada electoral - y el 8 de noviembre, 980.000 personas se bajaron la aplicación. De estar en el puesto 1.023 el 2 de noviembre en iOS App Store, pasó a liderar la tabla en menos de una semana. El vídeo de Cruz sirvió de aperitivo al furor que Parler causó entre algunos de los 74 millones de republicanos que votaron por Donald Trump, de los cuales, un 70 por ciento piensa que las elecciones fueron un fraude. Ése es precisamente el perfil de los usuarios a los que seduce esta aplicación, la cual sirve como nicho de conservadores hastiados y enfurecidos con Twitter o Facebook, así como de aquellos que creen en las teorías conspirativas del momento y que ven coartada su “libertad de expresión”.

Seguidores de Donald Trump defendieron el supuesto fraude a través de Parler. (Getty Images)
Seguidores de Donald Trump defendieron el supuesto fraude a través de Parler. (Getty Images)

Parler nació en 2018, cuenta con más de ocho millones de usuarios (cifras todavía muy alejadas de sus competidores mainstream) y no utiliza los algoritmos de recomendación de contenido que sí usan otras redes sociales. Es decir, lo que los usuarios ven en el historial de esta nueva plataforma no está basado en sus comportamientos. De esta manera, Parler muestra todo aquello que publican los perfiles que uno sigue, en una estrategia que ha seducido a todas las personas que se sienten discriminadas por las principales plataformas sociales. Básicamente, cada usuario decide qué quiere ver y qué no. En sus bases de registro se especifica que no venden datos personales a terceros y que cuentan con un férreo proceso de verificación de identidad para evitar bots.

Sin embargo, detrás de este supuesto oasis de libertad existen varias contradicciones, según ha dejado entrever el reportero de MSNBC, Ben Collins.

“No se pueden decir palabras mal sonantes, no se pueden mostrar desnudos… Es una plataforma que vende libertad de expresión y realmente sólo lo es para alentar expresiones racistas”, apuntó.

Detrás de Parler hay un nutrido grupo de inversores ultraconservadores entre los que se encuentra la familia Mercer. Por poner en perspectiva: existen varios denominadores comunes entre los tweets que publica el todavía presidente de EE.UU. y las fuentes de las que beben los feligreses de QAnon (movimiento conspiranoico que argumenta que Trump es el salvador de una red de pedófilos y tráfico de menores urdida por políticos demócratas y actores de Hollywood). Uno de esos denominadores es el diario digital ultraconservador, Breitbart News, del que Robert Mercer, de 74 años de edad, es uno de sus principales inversores, su hija Rebekah es socia fundadora de Parler. Por cierto, el patriarca de la familia también fue uno de los fundadores de Cambridge Analytica, compañía que influyó en los votantes de diversas elecciones en el mundo a través de las redes sociales usando precisamente los algoritmos de los que ahora reniegan en Parler.

Seguidor del movimiento QAnon. (REUTERS/Leah Millis)
Seguidor del movimiento QAnon. (REUTERS/Leah Millis)

Es así como desde sus comienzos, la plataforma ha ido rescatando a los defenestrados por Twitter, a aquellos que confundieron exaltación del odio con libertad de expresión y ahora viven en un silo donde sus visiones se retroalimentan. Sobre la mesa está el debate sobre lo que es censura y responsabilidad social, sobre qué tipo de mensajes deben tener filtro y si eso significa que no existe libertad de expresión o sobre si las desinformación debería campar a sus anchas en el universo de Internet. Las prácticas criticadas por los sectores más conservadores son el bloqueo de cuentas, la eliminación de publicaciones o lo que hemos visto en uno de cada tres tweets publicados por Donald Trump en los días posteriores a la jornada electoral: advertencias sobre la potencial no veracidad de su contenido.

¿Negar el Holocausto y afirmar que es una invención de la comunidad judía debería ser una teoría con cabida en plataformas públicas? ¿Acaso los comentarios racistas o antisemitas deberían ser permitidos? No, y por eso plataformas como Youtube, Twitter o Facebook están tomando cartas en el asunto, aunque muchos insistan en llamarlo censura. Según un reporte de la plataforma ADL (siglas en inglés de la liga contra la difamación), extremistas antigubernamentales y supremacistas blancos también componen el ecosistema Parler junto a usuarios meramente conservadores que nada tienen que ver con este tipo de movimientos. Fue a través de sus ‘parleys’ (suerte de tweets) como distintas plataformas movilizaron a manifestantes convencidos erróneamente de que las elecciones estadounidenses han sido un fraude.

Parler es para muchos una alternativa, el lugar donde un sector de la población se siente escuchado y donde se validan sus puntos de vista e identidades; ese espacio que les da seguridad y en el que no se sienten solos. Suena romántico y estos argumentos sugieren sentimientos como el de la libertad. Quién no quiere libertad… aunque ésta esté disfrazada de mensajes de odio y de desinformación. Tan ansiada como fácil de confundir, ¿verdad? Podríamos estar ante un capítulo más de la inevitable polarización de la población, donde cada ideología, cada teoría y cada tendencia tendrá su caverna particular. Allí, en la oscuridad de un silo sin disparidad de opiniones, cada individuo vivirá su propia realidad y cada vez habrá menos argumentación lógica y más fé en hechos vendidos como evidencias sin contrastar.

Pensar en las consecuencias futuras de esta división pone los vellos de punta.

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