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De la neutralidad a la OTAN: la guerra en Ucrania reavivó el ancestral temor de Suecia a Rusia, el vecino que frustró sus sueños imperiales

Entre los siglos XVII y XIX el imperio sueco llegó a ocupar el territorio de Finlandia y Estonia, y partes de Letonia, Noruega, Rusia y Alemania
Entre los siglos XVII y XIX el imperio sueco llegó a ocupar el territorio de Finlandia y Estonia, y partes de Letonia, Noruega, Rusia y Alemania

“¡Se vienen los rusos!” (”Ryssen kommer!”), fue el dicho que quedó incorporado definitivamente al idioma sueco como referencia a cualquier amenaza desde que en 1809 el país nórdico perdió un tercio de su territorio y su gran imperio del norte -que incluía a Finlandia- a manos de Rusia. Y ahora que ya no es una gran potencia militar, la nación escandinava acaba de poner punto final a su antigua neutralidad para pedir esta semana su integración a la OTAN y quedar protegido frente a las amenazas de su vecino del este.

La guerra golpea en Ucrania pero los tambores se oyen por todo el continente.

Las tensiones no solo aceleraron el proceso de abandono de la neutralidad sueca iniciado una década atrás (con la firma de tratados de defensa mutua con la Unión Europea), sino que hasta alteraron la tradicional apertura de la población hacia lo foráneo y la inmigración -una hospitalidad que benefició a miles de exiliados de América Latina en tiempos de dictaduras militares-.

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El temor sueco a las decisiones del Kremlin se extendió a todo lo que tuviera relación con Rusia.

En la Plaza del Mercado de Helsinki, una bandera de Suecia flamea junto a un águila bicéfala, símbolo de la Rusia Imperial. El monumento se erigió en 1835 para conmemorar la primera visita de la emperatriz Alexandra, 26 años después del triunfo del Imperio Ruso sobre el Reino de Suecia.
Martin Meissner


En la Plaza del Mercado de Helsinki, una bandera de Suecia flamea junto a un águila bicéfala, símbolo de la Rusia Imperial. El monumento se erigió en 1835 para conmemorar la primera visita de la emperatriz Alexandra, 26 años después del triunfo del Imperio Ruso sobre el Reino de Suecia. (Martin Meissner/)

“De pronto, cuando las tropas de Vladimir Putin entraron en Ucrania hace casi tres meses, comencé a recibir llamadas intimidatorias y mensajes de odio”, contó a LA NACION la rusa Elena Gabets, quien tras inmigrar a Estocolmo en 2008, cuatro años atrás abrió en la capital sueca el restaurante “Eurobar”, especializado en comida rusa. De nada sirvió que publicara en sus redes sociales mensajes de repudio a la invasión. “Nuestros corazones y nuestros pensamientos están con Ucrania”, escribió Gabets en la cuenta del restaurante en Facebook el 24 de febrero pasado.

La rusa Elena Gabets tuvo que eliminar el vodka y el kefir de sus menús en su restaurante de Estocolmo
La rusa Elena Gabets tuvo que eliminar el vodka y el kefir de sus menús en su restaurante de Estocolmo


La rusa Elena Gabets tuvo que eliminar el vodka y el kefir de sus menús en su restaurante de Estocolmo

“Servimos comida, no política”, aclaró más adelante. Pero las amenazas continuaron al punto que debió eliminar de su cartelería toda referencia a la especialidad en “comida rusa”, que fue reemplazada por “comida de Europa Oriental”. “Incluso tuvimos que quitar de nuestro menú el vodka y el kefir, el tradicional yogurt muy usado en Rusia”, comentó Gabets. “Son tiempos muy difíciles aquí. En los medios suecos parece que todos los rusos estamos detrás del ataque”, agregó.

“Terror a los rusos”

La situación de Gabets no es diferente de la de muchos rusos en Suecia u otros países europeos. Hubo casos de chicos inmigrantes rusos que fueron objeto de bullying en las escuelas, o incluso templos e instalaciones de la Iglesia ortodoxa, blanco de rusófobos. En idioma sueco, la rusofobia tiene una palabra de larga data: “rysskräcken” (textualmente “terror a los rusos”).

“Aunque hubo varios siglos de relaciones amistosas, las viejas guerras de la época en que Suecia perdió el territorio de lo que hoy es Finlandia, y de cuando las tropas rusas incendiaron y devastaron pueblos enteros en la costa este, siguen teniendo relevancia”, dijo a LA NACION el especialista sueco Mats Engström, del think tank European Council on Foreign Relations.

Ese “terror a los rusos” es particularmente fuerte en Gotland, la isla de 60.000 habitantes perdida en medio del Mar Báltico, que está a apenas 300 kilómetros de la ciudad portuaria rusa de Kaliningrado, sede de la Flota del Báltico de la Armada rusa. El archipiélago llegó a ser ocupado por el imperio ruso en aquel antiguo enfrentamiento llamado la “Guerra Finlandesa”.

“En Gotland hay ahora mucha gente que comenzó a almacenar comida enlatada. Y aunque todavía queda algo, las provisiones de botellones de agua y estufas portátiles se agotaron”, dijo a la agencia AFP Rikard von Zweigbergk, jefe de Preparación de Emergencias de Gotland.

El miedo en Gotland no es infundado. Una semana después del inicio de la ofensiva del Kremlin en Ucrania, cuatro aviones de combate rusos violaron el espacio aéreo al este de Gotland. Suecia sabe además que Rusia mira a la isla como un lugar estratégico para el dominio de todo el Báltico.

“Recibimos muchas llamadas telefónicas, la gente está preocupada, especialmente sobre dónde están los refugios antiaéreos y adónde ir si sucede algo”, agregó.

A los más ansiosos, “les decimos: ‘mantengan la calma, mantengan la calma’”, dijo el funcionario.

Tres tanques suecos patrullan una carretera cerca de la ciudad de Visby, al norte de la isla de Gotland
Karl Melander


Tres tanques suecos patrullan una carretera cerca de la ciudad de Visby, al norte de la isla de Gotland (Karl Melander/)

Aunque el gobierno sueco había decidido desmilitarizar Gotland en los años 2000, quince años más tarde, poco después de la anexión rusa de la península de Crimea, volvió sobre sus pasos, instaló allí un regimiento con 5000 efectivos y hasta reimpuso en todo el país el servicio militar obligatorio para ambos sexos.

Un eventual control ruso sobre Gotland funcionaría también como una enorme barrera para cualquier acción de la OTAN en defensa de las tres repúblicas bálticas (Letonia, Estonia y Lituania) que ya integran la alianza atlántica.

Los medios suecos enfatizan el temor a un ataque ruso en Gotland por su posición estratégica, Y los expertos militares creen que incluso Rusia podría amenazar con lanzar un ataque nuclear, mientras Suecia no tenga el ‘paraguas’ protector de la OTAN”, señaló Engström.

Poco después de la violación del espacio aéreo por parte de aviones rusos, la policía sueca recibió varios informes de drones particularmente grandes que volaban sobre las tres plantas nucleares del país (Oskarshamn, Ringhals y Forsmark), así como sobre al menos dos aeropuertos, el área metropolitana de Estocolmo y el palacio de la familia real en Drottningholm.

Aunque históricamente, la población sueca apoyó la neutralidad y nunca quiso integrarse a la OTAN, todo cambió con estas amenazas y la invasión a Ucrania. Las encuestas muestran ahora que el 58% respalda la decisión de sumarse a la alianza atlántica.

La visión desde Rusia

Desde el lado de Rusia la visión es diferente. Anna Kozhina Gvozdeva es una experta en temas internacionales que vive en San Petersburgo y su tesis de doctorado en la Universidad de Upsala, Suecia, se convirtió en el libro Los estereotipos nacionales en la percepción mutua sueco-rusa. Aunque en diálogo con LA NACION reconoció la huella profunda que dejaron en la memoria colectiva sueca las sangrientas guerras del pasado, consideró que la decisión de unirse a la OTAN agravará ahora la crisis.

“Esa incorporación marcará una escalada en la tensión con Rusia y podría significar que la alianza atlántica instale armas nucleares en territorio de Suecia, una posibilidad que los suecos defensores del desarme, habían rechazado históricamente”, dijo Kozhina.

“A los ojos de muchos, la integración en la OTAN implica también que el país perderá el control pleno de su política exterior y de seguridad, y su reconocida reputación como mediador imparcial en los conflictos internacionales”, agregó.

Pero, según la experta, el conflicto en Ucrania ha revitalizado en Suecia temores ancestrales y el reclamo de estar preparados porque “¡Se vienen los rusos!” (Ryssen kommer!).