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Mercadona se harta de permitir una de sus pocas vias de agua en el negocio

Jaime Quirós – Hace unos años vimos como poco a poco desaparecían secciones atendidas por un dependiente dentro de supermercados como fruterías o panaderías principalmente. Se sustituían por basculas de autopesaje. La excusa era que así se podía elegir personalmente el producto y se gastaba menos tiempo de compra evitando colas. Aunque esas fueran los argumentos de cara al cliente, el gran negocio del super era el ahorro de dinero en mano de obra.

Pero esta semana hemos conocido la noticia de que Mercadona comenzará a quitar de la sección de bollería el autopesaje por los fraudes que cometen algunos con el peso o el producto realmente comprado. Juan Roig instaura esta medida con el fin de evitar perder dinero. No es el primero ni será el último. Con la llamada “pillería española” se ha topado.

El timo es demasiado sencillo para que este país lo soporte: Los clientes pesan una cantidad de alimento, pegan la pegatina impresa con el precio y posteriormente meten algo de producto extra. O también pesaban correctamente el producto, pero “despistadamente” pulsan la tecla de un producto equivocado. El “despiste” curiosamente siempre hace pulsar un producto de precio inferior. Quizá el sistema de autoservicio en Noruega o Alemania funcione, pero no aquí.

[También de interés: Los ladrones de supermercado no entienden de crisis… ni de recuperación]

Sección de Horno del nuevo modelo de tienda de Mercadona en Peligros, Granada. Fotografía: cortesía de Mercadona.
Sección de Horno del nuevo modelo de tienda de Mercadona en Peligros, Granada. Fotografía: cortesía de Mercadona.

La medida se pondrá en práctica progresivamente adaptando los supermercados. Cuando se incorpore, serán los cajeros, como ya realizan muchos otros supermercados de otras marcas, los que pesen los productos y determinen el valor real que se vende.

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La empresa explica que quiere mejorar la experiencia del cliente. Que los cajeros, más familiarizados con el proceso, pesan y etiquetan rápidamente y sin equivocaciones. También que el porcentaje de “robos” es mínimo y que no afecta al cambio. También que se pueden producir inconvenientes como encontrar máquinas con etiquetas acabadas, lo que obliga a buscar a un empleado para que recargue el papel.

Suena un poco a que “donde dije digo, digo Diego”. La excusa fue que mejoraría el tiempo y la calidad de compra y ahora resulta que el sistema no era tan bueno. Veremos próximamente qué opinan los compradores cuando en la cola de la caja los cajeros se pongan a pesar los kilos de productos de los que tenga delante.

Recuerda también a cómo el presidente del gigante valenciano dijo rotundo hace año y medio que no creía en la compra online, luego pasó a postura escéptica y ahora de repente apuesta fuertemente por ella. El viraje ha sido feroz. Era el gran punto débil y ha perdido mucho tiempo y otras marcas le han ganado terreno.

Nos venden los cambios disfrazándolos de ventajas al cliente. Quizá en algunas ocasiones, como esta es tan evidente el verdadero motivo por el cual cambian el sistema de pesaje que agradeceríamos que fueran más sinceros y no anden mareándonos con excusas sobre “decisiones que son pensadas para la mejora del proceso de compra del cliente”. Parece que no sólo hay “Lazarillos de Tormes” comprando pan, rosquillas y croissants, sino también entre los directivos que nos venden sus decisiones al peso.

Laotracaradelamoneda

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