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Eran mejores amigas y se separaron a los 9 años por la persecución nazi: 82 años después volvieron a abrazarse

Betty Grebenschikoff, derecha, 91, y Ana María Wahrenberg, 91, en un hotel en St. Petersburg, Florida. Las mujeres, que eran mejores amigas de la infancia en Berlín antes del Holocausto, no se habían visto desde 1939, cuando sus familias  se vieron obligadas a huir del país y los nazis
Cortesía de Betty Grebenschikoff

WASHINGTON.- Durante 82 años, Betty Grebenschikoff creyó que su mejor amiga en Alemania había muerto. Pero hace apenas un par de semanas la tuvo ahí adelante en carne y hueso, en una habitación de un hotel de St. Petersburg, Florida.

La última vez que Betty vio a Ana María Wahrenberg fue en la primavera boreal de 1939, cuando ambas tenían nueve años. Se abrazaron llorando en el patio de su escuela de Berlín, antes de que sus familias se vieran forzadas a huir del país y de los nazis, en víspera de la Segunda Guerra Mundial.

Ambas creían que aquel abrazo había sido el último que se darían. Pero el 5 de noviembre, tras más de ocho décadas sin verse y los 91 años de edad, Betty y Ana pudieron volver a abrazarse. “Sentí que había vuelto a casa”, dice Betty.

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“Fue una gran emoción”, coincide Ana. “Como si nunca nos hubiéramos separado.”

Betty Grebenschikoff, derecha, 91, y Ana María Wahrenberg, 91, en un hotel en St. Petersburg, Florida. Las mujeres, que eran mejores amigas de la infancia en Berlín antes del Holocausto, no se habían visto desde 1939, cuando sus familias  se vieron obligadas a huir del país y los nazis
Cortesía de Betty Grebenschikoff


Betty Grebenschikoff, derecha, 91, y Ana María Wahrenberg, 91, en un hotel en St. Petersburg, Florida. Las mujeres, que eran mejores amigas de la infancia en Berlín antes del Holocausto, no se habían visto desde 1939, cuando sus familias se vieron obligadas a huir del país y los nazis (Cortesía de Betty Grebenschikoff/)

La historia de su malograda amistad y la concatenación de hechos fortuitos que llevaron a su reencuentro fueron registrados por los medios internacionales a principios de este año.

Ambas sobrevivientes del Holocausto se habían buscado una a la otra durante años, peinando bases de datos y recabando información de todo aquel que pudiera saber algo. No tuvieron suerte, básicamente porque en algún momento de sus vidas ambas habían cambiado de nombre.

“Estuvo siempre presente en mis pensamientos”, dice Betty.

Hasta que uno de los indexadores de la Fundación Shoah USC -una organización sin fines de lucro creada por Steven Spielberg con en objetivo de recopilar y preservar el testimonio audiovisual de los sobrevivientes del Holocausto- notó similitudes en el relato de ambas mujeres y finalmente logró ponerlas en contacto.

Y así fue que Betty -una de los 20.000 judíos europeos que se instalaron en Shanghai- supo por primera vez con claridad lo que había sido de su entrañable amiga perdida de la infancia: en noviembre de 1939, Ana y su familia huyeron a Santiago de Chile, donde todavía vive.

Contacto vía Zoom

En el reencuentro propiciado por la Fundación Shoah, el Museo del Holocausto de Florida y el Museo Judío Interactivo de Chile, las dos mujeres y sus familias tomaron contacto en noviembre de 2020 a través de Zoom. Hablaron en su lengua materna, el alemán, y prometieron encontrarse en persona, lo que finalmente ocurrió un año más tarde.

Betty Grebenschikoff, izquierda, 91, se reúne con Ana María Wahrenberg, 91, en una llamada de Zoom. Las dos sobrevivientes del Holocausto eran grandes amigas que crecieron en Alemania y se han estado buscando durante más de 80 años.
Courtesy of USC Shoah Foundation


Betty Grebenschikoff, izquierda, 91, se reúne con Ana María Wahrenberg, 91, en una llamada de Zoom. Las dos sobrevivientes del Holocausto eran grandes amigas que crecieron en Alemania y se han estado buscando durante más de 80 años. (Courtesy of USC Shoah Foundation/)

Betty dice que cuando se abrazaron por primera vez en 82 años “tuve esa sensación de que realmente debíamos estar juntas”.

La idea original era reunirse en septiembre en Florida, donde vive Betty, para la celebración de Rosh Hashanah, el Año Nuevo judío, pero la pandemia obligó a posponer un poco el reencuentro. Pero a principios de este mes Ana se sintió más segura de viajar y reservó pasaje con su hijo y su nuera.

Cuando se encontró con Ana en el hotel “fue como si nos hubiéramos visto ayer”, dice Betty. “¡Fue todo tan natural!”.

Los mismo sintió Ana María. “Es muy especial que dos personas se sigan queriendo así después de 82 años”.

Ambas son viudas y aprovecharon para pasar cuatro días pegadas como siamesas: salieron de compras, compartieron las comidas, y sobre todas las cosas, hablaron durante horas, para recuperar el tiempo perdido.

“Ya no somos aquellas niñas de 9 años, por supuesto, pero por momentos nos reíamos como si lo fuéramos”, dice Betty. “¡Estábamos tan contentas!”

Además, “entre las dos nos bajamos un par de botellas de champagne”, porque al fin y al cabo, “esto sí era algo para celebrar”.

Regalos

También intercambiaron regalos muy emotivos. Ana María le llevó a Betty una muñeca Barbie con el vestido tradicional chileno, una foto suya enmarcada y unas joyas, y Betty le regaló una pequeña escultura en forma de corazón, de la que también compró una copia para ella misma.

“Ahora las dos tenemos exactamente el mismo objeto”, dice Betty, que ya puso en su dormitorio la muñeca y la foto que le regaló Ana. “Algo que la haga pensar en mí y algo que me haga pensar en ella.”

El encuentro y el tiempo que pasaron juntas fue tan natural, dicen ambas, porque desde noviembre del año pasado se habían mantenido en contacto regularmente por mensaje de texto o por teléfono.

Durante el año que pasó hasta que se vieron cara a cara, todos los domingos cumplían con una cita virtual y se sentaban cada una en el patio de su casa a tomar el café de la mañana juntas, a miles de kilómetros de distancia. Pero ambas coinciden en que nada se compara con el encuentro en persona y el abrazo.

Para Betty, lo mejor “fue simplemente estar juntas y caminar tomadas de la mano”, dice. “Así tenía que ser.”

Para Ana María, fue la posibilidad de rememorar los viejos tiempos y compartir el almuerzo con ambas familias. “Ahora su hija y mi hijo también son amigos, y eso me pone muy contenta”, dice Ana.

“Legado de esperanza”

El reencuentro también fue muy movilizante para el equipo de la Fundación Shoah y las demás organizaciones que contribuyeron a reunir a las sobrevivientes.

“Que estas dos notables mujeres se hayan revinculado después de perderse una a la otra es un verdadero legado de esperanza”, dice Kori Street, directora de programas y operaciones y subdirectora ejecutiva de la Fundación Shoah USC.

Poder seguir el desarrollo de su historia, dice Street, “tiene un valor muy preciado, sobre todo en un mundo donde la esperanza no abunda”.

Las sobrevivientes del Holocausto coinciden. Su viaje demuestra “que de las cosas malas puede salir algo bueno”, dice Betty, que tiene pensado visitar a Ana María en Chile en un futuro cercano. “Es un sueño hecho realidad”.

“Me siento tan agradecida de que haya sido posible”, dice Ana.

Las dos mujeres ya caminan con bastón y han sobrevivida la guerra, el desarraigo y la pérdida. En sus corazones, sin embargo, siguiente siendo esas mismas niñas de 9 años que se adoran mutuamente. “Así tendría que haber sido siempre”, dice Betty.

The Washington Post

Traducción de Jaime Arrambide