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Lo que ocultan las ‘fantásticas’ tarjetas de pago aplazado

A finales del siglo XIX, el escritor y periodista estadounidense Edward Bellamy fue la primera persona en hablar de ‘tarjetas de crédito’ en su novela Looking Backward. Su obra es una novela en la cual el protagonista permanece inconsciente desde 1887 hasta el año 2000, encontrándose con un Estados Unidos que experimenta una utopía socialista. El concepto de la tarjeta de crédito que introduce Bellamy cuadra más con el de una tarjeta de débito moderna, con la diferencia de que los ingresos de la tarjeta provienen de un dividendo de ciudadanía (un prototipo teórico de la renta básica universal). Hoy algunas tarjetas de crédito se convierten en verdaderas pesadillas.

Hablamos de las tarjetas de pago aplazado, también conocidas como ‘tarjetas revolving’. Una tarjeta de crédito normal no descuenta el dinero directamente de la cuenta del titular, sino que permite pagar los gastos al final de cada mes. Si bien algunas tarjetas revolving también dan la posibilidad de cancelar el monto total a fin de mes, la clave es que aplazan el pago durante varios meses, cobrando interés por ello. Algunos contratos establecen una cuota fija, y otros una mensualidad basada en un porcentaje (con un mínimo y un máximo) del saldo pendiente.

También de interés. Si el contrato tiene la letra demasiado pequeña, reclama: podría ser ilegal

 Tarjetas de crédito Foto: AP Foto/Elise Amendola
Tarjetas de crédito Foto: AP Foto/Elise Amendola

Lo que convierte este tipo de tarjeta en una maldición es el tipo de interés anual que cobran (TAE) y que a menudo llega a exceder el 25%, por encima de un préstamo personal, que ronda el 8-10%. Los bancos argumentan que se cobra más porque la morosidad es mucho más alta en las tarjetas de crédito y eso les supone un mayor riesgo.

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El gran problema con las tarjetas revolving surge cuando queremos financiar una compra de importe alto, como por ejemplo, un viaje ahora que estamos en verano, o el primer coche para el hijo universitario, y pagar una cuota mensual baja, como pueden ser 150 €. Financiar 8000 € a 12 meses al 25 % de interés tiene un coste de 200€ mensuales. Si pagamos una cuota de 150, los 50 restantes se acumulan y la deuda empieza a crecer mes a mes. Así, el saldo pendiente crece hasta llegar la deuda a triplicarse, como ha sucedido en algún caso.

Si no se le pone coto y no se dispone de liquidez, esto puede derivar en situaciones de quiebra de los particulares, que no son capaces de afrontar una deuda que cada día es más grande, aunque sigan pagando sus cuotas mensuales. Al fin y al cabo, las personas que eligen pagar con tarjeta revolving probablemente lo hacen porque no son capaces de pagar sus gastos a fin de mes.

Movilización de los consumidores

Las personas afectadas no se han quedado de brazos cruzados ni se han contentado con ser una fuente de ingresos para los emisores de tarjetas. De hecho, proliferan los profesionales y organizaciones que prometen liberar a los consumidores afectados de esas cadenas. Sin ir más lejos, el despacho de Arriaga y Asociados, conocido por su lucha contra las cláusulas suelo, asegura tener 1.500 pleitos en marcha y 5.000 en estudio.

La banca no va a querer que esto llegue al Supremo, como ocurrió con las hipotecas, ya que se arriesgan a perder una fuente importante de ingresos y a la posibilidad de tener que devolver lo cobrado indebidamente. Unos y otros tendremos que entrar en razón. Y la administración, hacer de rey Salomón.

Primero porque un crédito al 25% roza la usura. Segundo, y más importante, porque si la banca ya no tasa las viviendas con tanta alegría como antes de la crisis y no da hipotecas al 100% del valor teórico, tampoco es razonable que otorgue a ciegas crédito a personas que muy probablemente no van a poder pagar su deuda.

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