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Las tácticas usadas por los ricos para esconder su dinero y evadir impuestos

Ahora que ha estallado el caso de los Panama Papers, términos como “paraísos fiscales”, “empresas offshore” o “evasión de impuestos” han regresado, con mucha mayor fuerza a los periódicos, las redes sociales y los comentarios de sobremesa.

No pocos siguen preguntándose cómo es posible que quienes atesoran grandes sumas de dinero puedan recolocarlo allá o acullá para evitar tener que pagar los impuestos con los que todos los ciudadanos rinden cuentas al estado.

La revelación de estos documentos pertenecientes a la firma panameña Mossack Fonseca deja al descubierto los nombres de aquellas personas (hombres de negocios, políticos, aristócratas, deportistas y artistas) que tienen o tuvieron en algún momento fondos ocultos en paraísos fiscales.

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Si bien no son del todo ilegales, sí es sabido que el carácter ultra secreto de sus políticas bancarias y la flexibilidad o nulidad tributaria que los caracteriza los ha llevado a ser objetivo de un grupo considerable de poderosos con intenciones de esconder sus fortunas.

¿Cómo se produce esto pues? Cuando alguien acaudalado quiere desviar fondos desde su país de origen –donde normalmente hay leyes mucho más serias y estrictas, así como un mayor control del estado sobre los bancos-, pues le basta con crear una empresa fantasma en uno de estos países menos restrictivos, como es el caso de Islas Vírgenes, las Bahamas y Panamá, entre otros.

Con una fachada de legitimidad, esta empresa fantasma es creada a nivel de documentos, aunque ni siquiera existe la necesidad de fijar un domicilio en el paraíso fiscal, y mucho menos de contratar empleados.

Basta que uno o dos personas anónimas funcionen como testaferros para que el nombre del personaje acaudalado no salga nunca a la luz. En la mayoría de los casos, estas compañías se componen por un abogado o un contable, pero ha llegado incluso a saberse que hasta el chofer o la persona de la limpieza –a cambio de una suma de dinero—aparecen como accionistas de ella.

A partir de ahí, el dinero se mueve, entra, sale, mientras sus escasos responsables ni siquiera residen en el paraíso en cuestión, y a la sombra de un paraguas legislativo muy permisivo, donde casi nunca los gobiernos exigen que les rindan cuentas.

Es por ello que muchos se refieren al famoso “secreto bancario”, pues esta es la característica principal, y la más vital, de estos centros financieros ‘offshore’, es decir, lejos de las costas de los países que ostentan un mayor y sofisticado control sobre su sistema bancario.

Con una buena parte de su fortuna colocada en una de estas cotizadas plazas (casi siempre en zonas de alto puntaje turístico y de servicios exquisitos), los evasores fiscales logran su objetivo de no declararle al fisco o a hacienda el porcentaje que se le exige al cierre de su año fiscal. Algunos de esos paraísos fiscales -y turísticos- son Bahamas, Panamá, las Islas Vírgenes Británica y Macao.

Lo peor es que, además de para simples empresarios que desean pagarle menos al estado, en los paraísos fiscales también se esconden los dineros mal habidos de los grandes narcotraficantes, de los carteles de la droga, de los comerciantes ilegales de armas y hasta de personas interesadas en expandir el terrorismo por las principales capitales del planeta.

Más que esconder para no declarar, estos sujetos se proponen lavar todo el dinero sucio que proviene de la droga, el tráfico humano o de órganos, y colocarlo en bancos ‘offshore’ donde nadie pregunta por nada, para más adelante extraerlo, ya “limpio”, e invertirlo en hoteles, casinos, fincas, yates y otros bienes.

Otro de los métodos para esconder y “lavar” el dinero son los bonos al portador, una especie de cheque anónimo acompañado de la frase “Prometo pagar al portador, a requerimiento, la suma de…”. De ese modo quien tenga el bono puede cobrar una suma sin ser identificado.

Por ese motivo, Estados Unidos los prohibió en 1982, ya que era muy fácil usarlos para encubrir fondos ilegales.

Otra manera de hacer dinero de modo ilegal es violando las sanciones económicas contra estados, como las que han pesado sobre Cuba, Irán y Corea del Norte.

En esos casos, se establecen cuentas bancarias en algunas partes del mundo, usando en ocasiones testaferros, y los bancos cobran cargos de hasta el 20% por el servicio de violar las sanciones financieras.

Ahora que los Panama Papers han destapado la fétida caja de esta Pandora moderna, tal vez los gobiernos y las instituciones internacionales se pongan de acuerdo para evitar este tipo de flagelos.