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Vuelve la “picaresca española” de las ayudas públicas al cine

Jaime Quirós – Puedes ser castellano, asturiano, andaluz, vasco, gallego, canario, extremeño o catalán. Con las diferencias evidentes de cada región. Con las costumbres propias de la Comunidad Autónoma en que naciste o el acento del pueblo en el que te educaste. Tímido o extrovertido, de playa o montaña, de dulce o salado o de blanco, negro o gris. El anarquista de izquierdas o de derechas. Los españoles realmente somos muy diferentes entre nosotros. Pero lo que parece que une absolutamente a todos en algo es esto: la picaresca española.

Esa picaresca se ha aplicado en todas las facetas de la vida. Los españoles somos expertos en ello. Y por supuesto el cine español no iba a ser una excepción. Ocurre que las subvenciones tienen en cuenta el número de espectadores de cada película y un baremo de puntos donde afecta el coste de la producción, si es infantil, si la productora es independiente o el director es novel, por ejemplo. El importe máximo general por número de espectadores es de 400.000 euros y para el baremo es de 1,2 millones.

Ya desde hace años el sistema hacía aguas. Para acceder a las ayudas que dan más dinero había que superar un número de espectadores: 60.000 entradas con carácter general. Y ahí empezaba la picaresca, con las productoras envueltas en supuestos fraudes con las cifras de compra de entradas para alcanzar las cifras mínimas. Y eso antes era más exagerado, con películas que cada año se quedaban en unos escasos miles de euros por encima de la marca establecida para cobrar ayudas. Ahora, con el formato de puntos, se ha limitado en parte esta práctica.

Rodaje de una película. REUTERS/Akintunde Akinleye
Rodaje de una película. REUTERS/Akintunde Akinleye

Esta semana hemos conocido otro caso más de las estratagemas que algunos productores de cine utilizan para conseguir ayudas públicas. El Español ha investigado el caso de la nueva película de Santiago Segura, “Sin rodeos”. El productor la presentó a la primera convocatoria de ayudas de 2017, cuya resolución se publicaba el 6 de julio y el Instituto de Cine (ICAA) le denegó la ayuda por falta de presupuesto, al obtener 81 puntos. La película se volvió a presentar en una segunda convocatoria, donde pasó de 81 puntos a 93, asegurándose que recibía la ayuda.

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La película modificó su proyecto para conseguir los puntos que le aseguraban la subvención. Los trucos fueron básicamente dos: introdujo socios de última hora e incluyó a otra productora para que resultara una coproducción. Hecha la ley, hecha la trampa. Parece que el Instituto del Cine modificará la ley para impedir estas prácticas que, aunque no son ilegales, dan manga ancha a ciertos tejemanejes.

Al final lo que toda esta picaresca genera es hartazgo y desconfianza. De hecho, el estudio Values and Worldviews II de la Fundación BBVA lo avalaba: España es el segundo país de Europa con mayor nivel de “desconfianza interpersonal”. Según este informe, los españoles no creen que se pueda confiar en otras personas, exceptuando las que formen parte de su círculo más cercano de familiares y amigos. Una posible consecuencia de la picaresca histórica que hace estar en un estado de alerta constante por si te intentan “engañar”.

Parece que nuestra forma de obrar es la eterna picaresca. Así jamás alcanzaremos el éxito colectivo. Quedó reflejado en la literatura con el pequeño que utilizaba sus pillerías para sobrevivir. Somos eternos Lazarillos de Tormes. Pero la diferencia es que Lázaro sí que se jugaba morirse de hambre, y nosotros, aunque también nos juguemos el pan (o el postre), podríamos empezar a hacer las cosas con más decencia.

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