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La pesadilla de Marina D’Or

La “Ciudad de Vacaciones” más conocida de Europa atraviesa uno de sus momentos más difíciles // La promotora de declaró en quiebra el pasado mes de junio // Los apartamentos que en su momento llegaron a valer 240.000 euros, se malvenden ahora por 50.000

La “Ciudad de Vacaciones” más conocida de Europa atraviesa uno de sus momentos más difíciles. El sueño de urbanizaciones gloriosas, aguas sanitarias y campos de golf inabarcables que el promotor Jesús Ger ideó en las proximidades de Oropesa del Mar (Castellón) acumula polvo en sus maquetas, ante la evidencia de que nunca será verdad.

Constituido en 1983, el Grupo Marina d'Or llegó a tener más de 3.000 empleados y unas 100 oficinas en España y en el extranjero. La declaración de quiebra de su promotora en junio pasado puso fin a la aventura, al menos de momento. La sociedad cerró 2012 con una deuda a corto plazo de 232 millones de euros, 6,7 millones de pérdidas y apenas 80 personas en plantilla. El concurso de acreedores no afecta a la división de hoteles, así que ahora se centrará en la vertiente turística, que sigue siendo rentable.

Miles de apartamentos cuyos precios rondaban los 240.000 euros en los mejores años de la burbuja inmobiliaria se ofrecen ahora a saldo: en torno a los 50.000 euros. La quiebra de la promotora ha llevado al ‘banco malo’ y otros a repartirse los apartamentos a cambio de los más de 170 millones de euros que les debía la promotora. Los propietarios que, hipotecados por 20 ó 30 años después de malvender su propiedad, aún tendrán que pagar letras por varios años, lloran por los rincones preguntándose dónde tenían la cabeza cuando decidieron entrar en semejante fantasía.

El sueño de Jesús Ger comenzó en los ochenta, cuando decidió dejar de vender colchones en la empresa familiar para lanzarse a la promoción inmobiliaria. Su ambición, su experiencia comercial, el hallazgo de un rincón virgen en la costa de Castellón y la financiación barata era todo lo que necesitaba para arrancar. Construyó unos bloques de apartamentos, un hotel y los turistas empezaron a desfilar encantados. Hizo millones y su ambición fue a más.

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La pesadilla empezó cuando Marina D’Or se hizo inabarcable y se cruzó la crisis inmobiliaria. El promotor construyó 15.000 apartamentos en la primera parte de su ciudad de vacaciones: más de un millón de metros cuadrados pegados al mar. Y tenía previsto edificar 35.000 viviendas más entre lagos y campos de golf.

Jesús Ger falló en su intento de que el multimillonario Sheldon Adelson desarrollara su Eurovegas en esta zona y, un mes después, los tribunales anularon su planteamiento urbanístico. Hoy, camino de los 70 años, Ger se presenta como artífice de un imperio que ha puesto Oropesa en el mapamundi.

Tras quince años de bombardeo publicitario continuado, particularmente televisión y radio, el sueño de “Marina D’Or, Ciudad de Vacaciones” entró a formar parte del subconsciente colectivo de miles de familias deseosas de hacerse con un apartamento en un lugar tan exclusivo. Resultaba excitante.

Un presupuesto publicitario generoso, buenas relaciones con los poderes públicos y el don de gentes y las dotes comerciales de Ger convirtieron la maqueta de piedra cartón que formaba el complejo en una realidad ya palpable a los ojos de muchos compradores. Todo era único, grande e irrepetible en Marina D’Or: el propio complejo, el ‘sanatorio’ de agua marina, las reproducciones de la torre Eiffel, los canales de Venecia y una decena de monumentos que no pasaron de la mesa de dibujo, incluso los enormes campos de golf, a pesar de los problemas de abastecimiento de agua en la zona y el marcaje constante de los ecologistas.

A los potenciales compradores se les explicaba que el complejo tendría hasta aeropuerto a medida en Castellón, diana de una encendida polémica en los últimos años, que aún no ha recibido su primer vuelo, ni parece que tenga visos de hacerlo. A pesar de todo, las acusaciones de corrupción urbanísticas fueron desestimadas hasta tres veces. En verano y vacaciones, Marina D’Or revive, pero el resto del año se parece más a una ciudad fantasma, con las tiendas cerradas y los restaurantes casi vacíos.