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La cauta Merkel se expone a su mayor riesgo con Grecia

Por Noah Barkin

BERLÍN (Reuters) - "Si se rompe, es tu problema", le advirtió el ex secretario de Estado de Estados Unidos State Colin Powell al entonces presidente George W. Bush antes de la invasión de Irak.

Si es justo culpar a Angela Merkel de que Grecia "se rompa" es debatible, pero si el eslabón más débil de la zona euro cae en una suspensión de pagos esta semana y finalmente es expulsado de la moneda única europea, parece inevitable que la canciller alemana, la líder más poderosa de Europa, se convierta en la "propietaria" del problema griego y que la decisión de haber dejado caer a Atenas marque profundamente su legado.

Durante meses, Merkel, conocida por su cautela, ha estado dando vueltas al asunto de arriesgarse a una salida de Grecia del euro o "Grexit" y aceptar las consecuencias financieras, económicas y geopolíticas que seguramente se desatarán.

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Si Grecia termina dejando la zona del euro, muchos en Alemania y en otros lugares culparán al Gobierno izquierdista del primer ministro Alexis Tsipras, que asumió el poder en enero y que enfureció a sus socios por lo que percibieron como una negociación errática y confrontacional.

El gobernante griego convocó el viernes un referéndum sobre la última oferta de rescate europea, sólo días antes de que Grecia se quede sin dinero, permitiendo que Merkel, de 60 años, dijera tranquilamente que ya había sido suficiente y amenazara con cerrar el flujo de ayuda de una vez por todas.

Pero será Merkel, más que cualquier otro líder, quien tendrá que poner orden entre los escombros que deje la salida de Grecia y responder a por qué no se evitó el desastre.

Una salida de Grecia podría llevar a una crisis humanitaria en el sur de Europa, provocar el contagio a otros países del euro que acaban de salir de una recesión y alimentar un ya acalorado debate sobre las política de austeridad alemanas y la gestión que Merkel tuvo en la crisis.

Permitir la salida de Grecia es con mucho el paso más audaz que ha dado desde que llegó al poder hace casi una década, más que su decisión de 2011 de eliminar la generación eléctrica nuclear.

En conversaciones privadas, Merkel lo ha reconocido, diciendo que su mayor temor es que se culpe a Alemania por "reventar Europa" por tercera vez en un siglo.

El caos en Grecia enviaría una señal horrible al mundo sobre el estado de las cosas en Europa cuando pende la amenaza de un referéndum británico sobre la pertenencia a la Unión Europea, hay un enfrentamiento con Rusia por la crisis en Ucrania, se necesita una respuesta del continente a la crisis migratoria y la amenaza del extremismo islámico crece.

"La crisis interna en Europa está evolucionando peligrosamente en un inestable ambiente geopolítico", escribió en una reciente columna el ex ministro alemán de Exteriores Joschka Fischer. "Prevenir que la Unión Europea se despedace requiere, primero y más que nada, una solución estratégica a la crisis griega".

EL PAPEL DE SCHAEUBLE

Es por la falta de una estrategia sobre "el marco general" por lo que críticos han culpado a Merkel desde que comenzó la primera crisis en la zona euro en Grecia hace cinco años.

Ella ha mantenido obstinadamente su enfoque "paso a paso" en que las ayudas se reparten a cambio de compromisos de reformas económicas y profundos recortes del gasto público. Algunos economistas, y el nuevo Gobierno griego, argumentan que la estrategia ha aplastado al país, evitando más que ayudando a una recuperación.

En las últimas semanas, Merkel ha soportado duras críticas por dejar que su ministro de Finanzas, Wolfang Schaeuble, encabezara las negociaciones con Grecia, pese a que su escepticismo es bien conocido.

Incluso desde 2012, Schaeuble ha argumentado que la zona euro estaría mejor sin Grecia.

En sus memorias publicadas en 2014, el ex secretario del Tesoro de Estados Unidos Timothy Geithner describió la posición de Schaeuble, expresada en una reunión en la isla de Sylt tres años antes, como "aterradora".

Aún así, es difícil culpar a Merkel por no intentar con esfuerzo conseguir un acuerdo entre bastidores.

En marzo, durante la primera visita de Tsipras a Berlín, se pasó cinco horas en una cena con él en la Cancillería revisando línea por línea los compromisos de reforma.

"Lo que le dijimos a los griegos es que si proponían un plan viable, entonces Merkel lo defendería", dijo un alto asesor tras la reunión.

Por ahora, la sensación de que hizo lo que pudo por llegar a una acuerdo con Tsipras y la amplia percepción en Alemania de que el Gobierno griego ha sido irresponsable en las negociaciones, probablemente le asegure más apoyo local.

Cuánto durará el consenso en Alemania es un interrogante abierto, y sus aliados en Europa y fuera podrían comenzar a cuestionar su gestión de la crisis.