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Innovación de aguas profundas: por qué el océano se convirtió en un fetiche de inversores

Tomás Ocampo, en uno de sus buceos por bosques submarinos
Tomás Ocampo, en uno de sus buceos por bosques submarinos

Ambos avances coincidieron en el tiempo: la tecnología para llevar a seres humanos a aguas muy profundas se desarrolló en paralelo con los inicios de la carrera espacial, en los años 60. Por distintos motivos, sin embargo, proyectarnos fuera de la Tierra fue ganando la carrera de atractivos para misiones e inversiones públicas y privadas, a tal punto que hoy sabemos más de la superficie de la luna o de Marte que del fondo de los océanos.

Esta divergencia podría estar empezando a modificarse. Por un lado, porque una vez que pasó lo peor de la pandemia la agenda de cambio climático volvió a instalarse con principal desafío para la humanidad, con el pico saliente de la cumbre en Glasgow, Escocia. Hay una lógica económica que lo acompaña: el espacio exterior está superpoblado de millonarios, con lo cual el “retorno de la inversión” parece ser más alto aguas adentro; se pueden lograr aportes significativos con menos dólares que en la muy costosa carrera espacial.

“El océano es el 70% del ecosistema del planeta, y todavía no tenemos un buen diagnóstico de lo que está ocurriendo allí en relación con el cambio climático”, explica Martina Sasso, coordinadora del programa marino “Sin azul no hay verde”, de la fundación Rewilding Argentina. “Por suerte, esto está cambiando: el interés por el mundo acuático está creciendo y las nuevas tecnologías están ayudando”, agrega.

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En la vastedad insondable de los océanos (en la fosa de Las Marianas, en el Pacífico, cabe el monte Everest y sobran más de 1000 metros de extensión) hay especies que parecen salidas de historias de Julio Verne, tesoros hundidos, calamares gigantes, ríos internos a altísimas temperaturas, nano-climas y herramientas para capturar carbono de manera masiva y por distintas vías. Cualquier cambio que se produzca allí tiene efectos importantes en la superficie terrestre: meses atrás se detectó “la mayor debilidad en 1000 años” de la Corriente del Golfo, algo que, se especula, podría provocar un clima más frío en Europa y en otras regiones del globo.

Aunque desde chica es fanática de la naturaleza, Sasso estudió publicidad y trabajó muchos años en el mundo de la comunicación. Es amiga de varias personas conocidas en el campo de la sustentabilidad, como James Reed, el director del documental sudafricano Mi Maestro el Pulpo, ganador del Oscar, o del fundador de la marca Patagonia, Ivon Chouinard, con quien hace unos días compartió un campamento en Wyoming, Estados Unidos.

La gran pregunta en este terreno es: ¿quién será el Elon Musk de los abismos oceánicos? Por lo pronto, en paralelo a SpaceX surgió la empresa OceanX, impulsada por el director de Titanic, James Cameron, y el inversor de riesgo Ray Dalio. “La exploración del océano es más excitante y mucho más importante que la del espacio”, sostuvo Dalio en una reciente entrevista. Para Sasso, la solución “multiplanetaria” para la degradación climática no es inclusiva, porque solo unos pocos podrían sobrevivir.

Al grupo de magnates se suman figuras como Eric Schmidt (exCisco), Roman Abramovich, Paul Allen y Jeff Bezos, quien anunció que rescatará del fondo del océano los restos de los motores de las misiones Apolo. Una naciente industria de submarinos individuales (que arrancan en los tres millones de dólares y se alquilan por 30.000 dólares por día) creció en 2021 un 30%. Hay tres empresas de alta tecnología que dominan este mercado de naves pequeñas (algunas se parecen a las que se vieron en la última película de 007, Sin Tiempo para Morir). El año pasado, un modelo de Triton, compañía basada en la Florida, rompió el récord de descenso con una inmersión de 10.928 metros en lo más profundo del océano Pacífico.

“Los océanos son uno de nuestros principales aliados para la salud del planeta en general y para la mitigación del cambio climático en particular. No hay ningún escenario en el cual las cosas vayan bien sin tener océanos sanos”, dice Alexis Caporale, el único argentino en el equipo principal de World Fund, el mayor fondo en iniciativas climáticas del mundo, que la semana pasada anunció un primer lanzamiento por 350 millones de euros. “Nosotros nos enfocamos en empresas que están trabajando tanto en la regeneración como en sacarle presión a los ecosistemas oceánicos. Por ejemplo, en la conservación de bosques submarinos, en el mapeo y monitoreo del lecho marino y en alternativas a la proteína de pescado”, agrega.

Como parte del equipo de estudios sobre cambio climático de Stanford, Tomás Ocampo viene estudiando e invirtiendo en esta agenda desde hace años, ahora desde su firma Unblock. “El interés de inversores en tecnologías para el océano está aumentando considerablemente. En cinco años, el capital en este sector de multiplicó por cuatro. El océano es uno de los sumideros de carbono con más potencial que tenemos: se estima que un cuarto del dióxido de carbono que emitimos como consecuencia del uso de combustibles fósiles termina en el agua”, dice Ocampo, que bucea habitualmente en bosques submarinos de kelp, “Esto indica que con intervenciones, el potencial puede ser gigante”.

¿Cuáles son las principales áreas económicas relacionadas con la innovación en océanos? Hay en un primer anillo firmas de captura de datos, como Saildrone, que ayudan a entender mejor un tema del que se sabe muy poco en cuanto a su relevancia. Otras empresas que crecen en este segmento son Autonaut, AMS (Datamaran), ASV, Remus, Bluefin, Slocum y Ocean Aero.

Ocampo marca otros puntos interesantes en la agenda: la contaminación de plásticos, la formación de estados libertarios en el medio del océano libres de impuestos (Peter Thiel es uno de los impulsores, y todos los años se reúne un grupo de dueños de barcos de Silicon Valley en la bahía de San Francisco a simular esto) y el turismo submarino.

Y también la minería: al igual que ya hay empresas que se van a dedicar a extraer minerales costosos de los asteroides, lo mismo sucede con la fractura de Clarion-Clipperton, una zona del lecho del Pacífico más grande que la superficie de Estados Unidos, que guarda riquezas minerales incalculables a una profundidad de más de 5000 metros. Ya hay media docena de países anotados en la puja de derechos de extracción.

En diálogo con LA NACION, Sasso remarca a cada instante que “ya no hay tiempo”. “Nos puede dar la sensación de que aún queda margen, porque nuestra línea base se va corriendo, pero hoy tenemos un 10% del ecosistema de hace dos décadas. Yo jugaba de chica en el jardín con escarabajos, ciempiés, bichos bolitas: mi hijo ahora solo lo hace con hormigas. El cuerpo humano en teoría puede permanecer vivo con un 50% de su funcionalidad, pero pensemos qué pasaría si le sacamos el 90%: eso es lo que está pasando con nuestro medio ambiente”.