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El tratado que considera a los hidrocarburos como las nuevas armas nucleares

Protesters hold a banner as a paper made globe is seen burning during a demonstration against the fossil fuel industry, in front of the headquarters of the European Central Bank (ECB), in Frankfurt, Germany, October 21, 2020. REUTERS/Kai Pfaffenbach
Manifestantes mientras miran arder un mundo hecho de papel durante una protesta contra la industria de los combustibles fósiles frente al Banco Central Europeo, en Fráncfort, Alemania. (REUTERS/Kai Pfaffenbach)

Las armas nucleares han sido la principal amenaza de extinción planetaria desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. La aparición de un enorme hongo atómico sobre una gran metrópoli es una imagen que ha alimentado los peores temores colectivos desde hace generaciones.

Pero algunos advierten que nos hemos acostumbrado a vivir con un peligro igualmente dañino pero omnipresente: Se trata la constante emisión de combustibles fósiles en la atmósfera.

El 2020 será recordado como el año en que comenzó la pandemia de la COVID. Pero también fue, junto con 2016, el año más caliente del que se tenga registro según los estudios de la NASA. Y los científicos aseguran que la huella de carbono que emite el hombre es la responsable directa de los bruscos cambios de temperatura del planeta.

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Un grupo de activistas decidió que no podía quedar de brazos cruzados y, siguiendo el ejemplo del movimiento pacifista que actuó para evitar una catástrofe en 1968 con el Tratado de No Proliferación Nuclear, presentaron soluciones mediante el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles.

El objetivo de la propuesta es detener los nuevos proyectos de exploración y producción de carbón y petróleo, la eliminación gradual de los inventarios de combustibles fósiles y el proceso de transición hacia el uso masivo de alternativas limpias.

El tratado advierte que el cambio climático amenaza la existencia de los humanos sobre la Tierra y señala a los combustibles fósiles como los nuevos armamentos nucleares.

"El Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles emergió del reconocimiento que el mundo está enfrentando una amenaza mundial de verdaderas proporciones históricas". dijo la presidenta del Centro de Derecho Ambiental Internacional Carroll Muffett a la publicación Grist.

Para que la iniciativa funcione es necesario que atraiga importantes signatarios. En octubre del 2020, Vancouver fue la primera ciudad en firmar el acuerdo. Ahora hay varias ciudades estadounidenses que están estudiando la factibilidad de unirse a la propuesta.

Hablar de los hidrocarburos como armas le da un vuelco a la estrategia para detener el cambio climático. El tratado podría inyectarle urgencia al protagonismo de las energías renovables, podría aplicar sanciones a los países contaminantes e impulsar a las naciones comprometidas con el planeta tomar acciones más enérgicas.

El profesor de ciencias políticas de la Universidad de Massachusetts-Amherst Charli Carpenter alertó a The Verge: "Pensamos en el cambio climático como un tema ambiental, pero en realidad es más como un asteroide que se acerca en cámara lenta hacia el planeta".

Los científicos han insistido en que los gases de efecto invernadero tienen que haber desaparecido alrededor de 2050 para evitar efectos devastadores para el ambiente.

La meta es que las personas cambien de perspectiva sobre el cambio climático al dejar de verlo como un problema abstracto y complicado a un tema más familiar, que es comprendido y sobre el que tenemos una posición, explicó Stephen Flusberg, profesor de psicología en Purchase College.

Las bombas nucleares son aterradoras. Así que comparar esa amenaza a los peligros del cambio climático podría ayudar a las personas a involucrarse y querer hacer algo al respecto.

Si el tratado llega a ratificarse y es aplicado en el futuro considerará las causas del cambio climático de una manera completamente diferente a los acuerdo internacionales del pasado. Por ejemplo, el texto del Acuerdo de París omite las palabras "combustible fósil", carbón, petróleo y gas natural. Y se limita a mencionar las emisiones de los gases invernaderos y a fijar metas para evitar que el planeta se caliente más allá de ciertos límites.

Al tratado de no proliferación de combustibles fósiles le falta mucho camino por recorrer. Pero su predecesor de armas nucleares lleva 50 años trabajando para reducir los arsenales atómicos, que llegaron a un pico de 70.300 en 1986 y descendieron a un mínimo de 13.410 el año pasado.

Otro acuerdo que está tomando fuerza es el de Prohibición de Armas Nucleares. Es un esfuerzo de 50 países que no cuentan con energía atómica y que ha sido ratificado por otros 30 estados.

España pretende alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050 con un proyecto de ley de Crisis Climática que también aspira impulsar el uso del coche eléctrico, la generación de energía renovable y el compromiso del mundo financiero de prescindir de los combustibles fósiles.

La Unión Europea prevé sacar de circulación todos los vehículos de combustión en 30 años y el 80% de la electricidad se genere de energía renovable.

Los esfuerzos de regiones que dependen de la producción de materias primas como América Latina y el Oriente Medio son aún muy tímidos pero se espera que las legislaciones internacionales y su realidad ambiental los impulse adoptar medidas preservar la vida en el planeta.

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