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Envía ese WhatsApp con un "qué tal estás": tiene más impacto de lo que crees

boy student teenager in headphones sitting at home, using social media
Joven sonríe al leer un mensaje en su teléfono - Getty (Juliya Shapoval via Getty Images)

Sábado por la tarde. Vas en el metro y ves, en la estación y al otro lado del andén, un rostro conocido. ¿Quién era? ¡Ah, sí! Uno de tus mejores amigos de la facultad ¿Qué será de él? Era un tipo muy simpático… El vagón comienza a circular y aleja en la distancia a aquella persona, pero su recuerdo nos acompaña en el trayecto.

Unos minutos más tarde nos puede la curiosidad: ¿Tendré su móvil? Y sí, ahí está. El primer impulso es escribirle un WhatsApp pero… ¿Qué pensará? ¿Haremos el ridículo? El segundo impulso es más triste: guardar el móvil en el bolsillo y olvidar el asunto. Pero es un error.

Esto es al menos lo que desvela un llamativo estudio de la Asociación Americana de Psicología que recoge el New York Times: ese mensaje de contacto, ese “qué tal te va la vida”, vale, sin que lo sospechemos, oro. ¿Qué mecanismos entran en juego en este extraño intercambio? Curiosamente, estamos ante la historia de un desencuentro…

Crisis de autoestima y temor al juicio

En el inicio de este artículo dibujábamos una situación figurada, pero muy habitual: una persona reconoce a otra con la que hace mucho que no tiene contacto, y sus sentimientos de humanidad le empujan a lanzarle un saludo y preguntar por ella.

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El ser humano es social y necesita del prójimo, con lo que estos impulsos no nos sorprenden. Sin embargo, entran en juego unos segundos ingredientes que llegan a cercenar esta aproximación y dejarla en un wishful thinking: los temores y prejuicios.

Los expertos del estudio llaman la atención de dos fenómenos que suceden de forma simultánea: la errónea percepción que tenemos de nosotros mismos frente a lo que pueda opinar el contrario (esto es, nos valoran muy por encima de lo que creemos), junto con el temor al juicio ajeno.

“Si le escribo va a pensar que soy un raro o que tengo otros intereses”, puede ser una frase que nos encaje y que defina bien este segundo fenómeno. Sumamos el primero y el segundo y la ecuación nos da un claro resultado: mejor no contactar con esta persona.

El contacto humano, la mejor medicina

Lo peor del asunto es que esta sociedad se está convirtiendo en cada vez más individualista y solitaria. Estamos ante la gran paradoja: cada vez necesitamos más contacto humano para alejarnos de la soledad, pero el sistema nos arrastra al ostracismo con el wifi en casa, comida a domicilio, ciber relaciones…

El estudio analizó la reacción positiva de la gente cuando recibía un mensaje de dos perfiles de personas: los amigos más cercanos y habituales, y aquellos con lo que se había perdido el contacto o el paso del tiempo los había distanciado.

Y aquí llega la sorpresa: ese mensaje breve, ese “Hola, ¿qué tal te va la vida?” se valora muchísimo más en el segundo grupo, el más distanciado. El estudio habla de “un gran impacto” (positivo, se entiende) de ese mensaje después de tanto tiempo en la persona que lo recibe.

Esta disonancia entre los temores del remitente y el valor que le da quien recibe el mensaje, ponen en evidencia una realidad: tenemos que salir de nuestra “zona de confort” social y querernos un poquito más. Estamos ante un espejo distorsionado por nuestros propios prejuicios y nos estamos negando la satisfacción de compartir lo bueno.

Pero ¿Importa tanto que no se envíen este tipo de mensajes por miedo? Lo cierto es que mucho más de lo que pensamos. Los expertos de este estudio extienden sus consecuencias hasta el ámbito de la salud: quienes cuentan con un entorno con el que se relacionan y les apoya, viven más y mejor.

¿Te parecen pocos argumentos para establecer ese contacto ocasional? ¡Seamos más humanos y cercanos! Sobre todo ahora, que hay tantas herramientas con las que contactar con viejos conocidos.

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