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La hazaña de Eloy, un cura que se reinventó para poder dar misa a través de Youtube durante el confinamiento

Eloy Ganfornina, párroco de Santa María de Jesús de Lebrija. Foto Fernando Ruso
Eloy Ganfornina, párroco de Santa María de Jesús de Lebrija. Foto Fernando Ruso

“Nunca antes había dado una misa sin fieles, y es muy raro. Esperas a que alguien conteste, pero no hay nadie en la iglesia”. A Eloy, el párroco de Santa María de Jesús, en Lebrija, le gusta encender las luces de la iglesia en la que oficia misa todos los días pese al coronavirus. Lo hace para que quienes la siguen por Facebook sientan que hay cosas que siguen igual que las dejaron en el momento de decretarse el confinamiento. “Pero ver los bancos vacíos es extraño, sobre todo los domingos, que llegas a echar de menos hasta el ruido que hacen los niños que se preparan para recibir la primera comunión”, sostiene el párroco.

Las redes sociales se han convertido en unas perfectas aliadas de Eloy Ganfornina Velázquez, natural de Lebrija y sacerdote desde septiembre de 2002. El domingo siguiente a que el presidente Pedro Sánchez anunciara el confinamiento de los españoles, ni 24 horas después, ya estaba retransmitiendo por Facebook la misa para su feligresía. Poco después, centró su objetivo en intentar conseguir 1000 suscriptores en su canal de YouTube, el mínimo que exige la plataforma para poder hacer emisiones en directo. Al final lo han conseguido, y desde entonces emiten cada día la misa, a pesar del comienzo de la desescalada

“Y eso que yo son un analfabeto de las redes sociales, no me llevo bien con ellas”, comenta entre risas. “Mentiría si dijese que uso el ordenador para algo más que escribir a máquina o guardar unos documentos relacionados con la parroquia”, explica Eloy, de 50 años de edad, que emite en Facebook gracias a la ayuda de uno de sus fieles. “Él es quien me ayuda, es muy ‘capillita’ —termino usado a quienes hacen mucha vida en las cofradías— y de la virgen del Castillo, la patrona del pueblo. El Señor ya le ha picado, a ver…”, relata el párroco.

Cuenta Moisés, un joven de 21 años y estudiante de Derecho y Administración de Empresas, que cuando le propuso, “medio en broma”, la idea a Eloy no obtuvo el sí del cura. “Pero cuando ya vio que esto del confinamiento iba en serio y que era el único medio para dar la misa, me llamó para que lo pusiésemos en marca”, recuerda el lebrijano.

Él tenía escasas experiencias previas relacionadas con esta tecnología. Conocía que algunas hermandades de Sevilla estaban retransmitiendo en directo sus cultos por las redes sociales. “El mecanismo es sencillo, cualquiera en Facebook puede hacerlo. No te fija requisitos mínimos como YouTube”, explica Moisés, que cada tarde se pone en mitad de la iglesia para llevarle mediante su teléfono móvil a sus paisanos la misa que oficia Eloy.

Veinte fieles detrás de Facebook

“Usamos un trípode cualquiera y un micrófono que ponemos junto a los altavoces para que se escuche bien”, detalla. “Hemos intentado hacerlo con ordenador, incluso con varias cámaras, pero la conexión a internet no es muy buena y se corta”, asegura Moisés, que lleva años ayudando al párroco a preparar la misa.

Una veintena de fieles como mínimo ha seguido la misa durante el confinamiento gracias a ese ingenio tecnológico. “Más o menos los mismos que suelen venir presencialmente, pero los fines de semana o en Semana Santa han sido casi el doble”, apunta Moisés, que es el primero en leer los comentarios que llegan al directo. “Hay quienes responden las llamadas de Eloy mediante mensajes de texto, sobre todo las personas mayores”, sigue. “Hay muchos jóvenes que le ponían la misa a sus abuelos por Facebook”, completa el párroco.

Eloy es hijo único. De niño solía repetir que de mayor quería ser cura. Sus padres pensaron que su afición iría desapareciendo con el paso de los años. Y así fue. Al menos en la adolescencia. La vocación volvió a llamar a su puerta durante el servicio militar, en infantería de tierra en Camposoto, San Fernando. “No sentó muy bien, pero ahora mi madre está muy orgullosa de mí”, confiesa el lebrijano, que compagina su sacerdocio con el cuidado de su madre, de 77 años. “Estos días trato de que no vea las noticias, porque se pone más nerviosa de lo habitual”, explica el cura.

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El coronavirus alteró su rutina, pero no la misa de la tarde. “Todos los días abría la iglesia, dejaba la puerta entreabierta, por si hay alguien que necesitara un espacio de silencio en el que pedirle a Dios o en el que encontrar consuelo. Y me consta que hay fieles que acudían porque, desde la sacristía, oía los pasos de los pocos que se acercaban”, explica Ganfornina.

El móvil del párroco durante una retransmisión. Foto Fernando Ruso
El móvil del párroco durante una retransmisión. Foto Fernando Ruso

Misa diaria por los enfermos

El arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, en un comunicado hecho público en la página web de la Archidiócesis, recomendaba a sus fieles seguir la misa a través de la televisión o la radio, “así como por internet”. “Haciendo la comunión espiritual, práctica tradicional de la Iglesia que podemos recuperar como medio de santificación y de comunión eclesial”, explican. Y sigue: “Los sacerdotes celebran diariamente la Eucaristía, aunque sea con un número muy limitado de fieles e incluso sin ellos, ofreciéndola especialmente por las personas fallecidas y enfermas, y poniendo como intención la superación de esta pandemia”, ya en su punto final.

Sobre la misa, “es obligación de todo sacerdote celebrar una eucaristía diaria”. “Aunque sea sin feligreses”, apunta. “Creo que este bicho malo va a hacer que muchos vuelvan a la Iglesia. La pandemia ha hecho que cambiemos nuestra forma de entender la vida, hay un rechazo a esa vida cómoda e individualista en el que nos comportábamos como islas —sostiene Eloy—; ahora hemos visto que necesitamos de otras personas, estar pendientes de nuestras familias, de nuestros vecinos”.

Más de una decena de personas han perdido la vida por el coronavirus en Lebrija, un municipio de apenas unos 27.000 habitantes situado en la comarca del Bajo Guadalquivir. Hay 81 casos diagnosticados en total, con la situación volviendo afortunadamente a la normalidad, como en el resto de España.

Moisés, uno de los fieles de la parroquia, se encarga de retransmitir las misas a través de Facebook Live. Foto Fernando Ruso
Moisés, uno de los fieles de la parroquia, se encarga de retransmitir las misas a través de Facebook Live. Foto Fernando Ruso

De entierros a comuniones, todo interrumpido

Eloy ofició el último entierro previo al cierre público el pasado 14 de marzo, el sábado en el que se decretó el confinamiento. Desde entonces, recibió llamadas de aquellos que han perdido a algún familiar para incluir sus nombres en las misas y encomendar estas almas a Dios. “Hay duelos que se han llevado muy mal porque es muy difícil no poder despedir a alguien como se merece. Me resulta penoso que haya hijos que no puedan apoyarse en sus hermanos al enterrar a sus padres. Me han llamado porque agradecen una palabra de ánimo, de esperanza. Creo que esto va a costar superarlo. No estoy de acuerdo con el Gobierno en esta medida”, explica el párroco, que anticipa que cuando el confinamiento acabe celebrará una misa de difuntos por los fallecidos.

En otro tono, más animoso, cuenta que no son pocos los fieles que lo han contactado por teléfono para preguntarle si puede confesar a distancia. “Yo les respondo que no, que tiene que ser en persona y que si el pecado es tan gordo que no puede esperar a que todo esto acabe”, narra entre sonrisas. También recibió las llamadas de algunos padres que preguntaban por las nuevas fechas de las primeras comuniones de sus hijos.

“Estaban más nerviosos que los propios hijos —advierte Ganfornina—, porque de las comuniones se han hecho pequeñas bodas y eso lleva muchos detalles que cerrar. Entiendo su nerviosismo”. “Los novios que han suspendido sus bodas son mucho más pacientes, más razonables que muchos padres”, asegura.

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